jueves, 30 de septiembre de 2010

Rompimiento de relaciones con Brasil - parte 5

Acompañado de Southern visita al Restaurador, e impasible oye la descarga del terrible mal humor de Rosas que sin consideración diplomática se acuerda de las madres de Thiers, de Rouher y del mismo almirante (7). El trémulo marino lo oye con resignación: está acostumbrado a las explosiones del carácter de Rosas. Este no solamente no le a floja una coma en el proyecto de 1849, sino que logra, con paciencia, astucia y sobre todo energía, hacerlo aún más favorable a la Confederación. El 31 de agosto se firma el tratado definitivo, que el gobierno francés (por lo menos la Asamblea patriotera) no podría aprobar sin mengua del “honor de Francia”. A lo menos eso cree Paulino. Pero Rosas está perfectamente informado de que el Presidente de Francia –Luis Napoleón Bonaparte- no va a crearse complicaciones internacionales en momentos en que debe preparar el golpe de estado que habría de llevarlo al trono imperial como Napoleón III. Entonces los franceses, pueblo de conversadores, tendrían muchas cosas de qué hablar para hacerlo de una guerra contra la Argentina.

El 31 de agosto se firmaba, pues el tratado Lepredour – Arana que ponía fin a la intervención francesa; el 30 de setiembre Rosas rompía relaciones diplomáticas con Brasil. Según Herrera y Obes, Rosas, ante los preparativos imperiales de guerra, habría dicho “¡Pobres brasileros! de su emperador voy a hacer mi mayordomo” (8). Y el mismo 30 de setiembre, día en que Paulino entregaba en Río de Janeiro los pasaportes diplomáticos al general Guido, el Canciller del Imperio escribía al Encargado de Negocios de Brasil en Francia, José María de Amaral, esas palabras traducidas más arriba: “O pobre Brasil, tendo em si tantos elementos de disolução, tal vez não podesse resistir a uma guerra no rio da Prata…”

El milagro de la Casa de Braganza

Cuenta la historia de Prusia que, acorralado Federico II en la guerra de los Siete Años, iba a librar la batalla definitiva contra los rusos: el ejército estaba extenuado, la desproporción con el enemigo era grande y la posición estratégica comprometida. Los generales prusianos, convencidos de la derrota, le aconsejaban la capitulación. “¿No habría medio de vencer?”, preguntó Federico; “Tan sólo un milagro, majestad”. “Pues bien: esperemos el milagro de la Casa de Brandeburgo”. Y esa noche llegó a la tienda de campaña de Federico un mensajero del zarevitch Pedro de Rusia trayendo los planes secretos del Estado Mayor ruso para la batalla; el zarevitch, general enemigo, torpe de inteligencia y admirador de Federico, se los obsequiaba. Federico reúne a los suyos, les entrega los documentos que significaban la victoria prusiana, diciéndoles alborozado: “He aquí, señores, el milagro de la Casa de Brandeburgo”. Triunfó al día siguiente, y ganó la guerra perdida.

A Pedro II de Brasil le ocurriría algo parecido. En momentos en que su pariente Francisco José de Austria le aconsejaba –en una carta del Canciller Schwarzenberg al Canciller Paulino- rehuir a cualquier sacrificio la guerra con la Confederación Argentina “pues, según la opinión de oficiales franceses informados “in locum”, la balanza se inclinaría a favor de Rosas” (9), le llega en febrero de 1851 una nota del Encargado de Negocios brasileños en Montevideo, informándole que un agente del Comandante en Jefe del Ejército de Operaciones argentino lo había visitado para hablarle de la posibilidad de “neutralizar” a ese ejército. Paulino alborozado redacta las instrucciones (fechadas el 11 de marzo) a llevarse verbalmente al general argentino. En abril está convenido y garantizado el pase de éste y de su ejército; en mayo se hace el público pronunciamiento y la alianza comprometedora y finalmente en febrero de 1852 ocurre la derrota de la Confederación.

Paulino pudo contestar en 1851 a Schawarzenberg para que tranquilizara a Francisco José de Austria sobre la suerte de su primo de Brasil: se había producido el milagro de la Casa de Braganza: “Le feu a pris a la maison de notre voisin, quand il songeait a le méttre a la notre…” (10)

El zarevitch que entregó los planos para derrocar a su propio ejército, fue estrangulado por los suyos en la fortaleza de Ropcha no obstante su deficiencia mental; su memoria quedó proscripta de la historia de Rusia.

El general argentino, Justo José de Urquiza, sería más afortunado.

(7) Notas de Lepredour a Rouher, 28 de abril y 2 de setiembre de 1850.

(8) Herrera a Lamas, 28 de febrero de 1850 (Correspondencia Diplomática de M. Herrera y Obes, II 232).

(9) Paulino a Schwarzenberg, sin indicación de fecha pero, presumiblemente, de abril o mayo de 1851, J. A. Soarez de Souza, Vida do vizconde de Uruguai, 343. Original en francés.

(10) Ibídem y José María Rosa, La caída de Rosas, 334.

Rosa, José María – El Pronunciamiento de Urquiza, Ed. A Peña Lillo – Buenos Aires (1977).

www.revisionistas.com.ar

Rompimiento de relaciones con Brasil - parte 4

Por once meses, Paulino retardará la contienda (de octubre de 1849 a setiembre de 1850) mientras espera la decisión final de Francia en el proyecto convenido en junio de 1849 entre Rosas y el almirante francés Lepredour (al mismo tiempo que convenía el proyecto inglés con Southern). Inglaterra había acabado por resignarse a la imposición de Rosas, y aceptado –noviembre de 1849- que Southern la elevase a tratado. Pero no era la misma la posición de ambas potencias agresoras. Lord Palmerston podía presentarse al Parlamento inglés y decir que se había perdido una guerra colonial, porque la tenaz resistencia de los nativos la hacía muy costosa, y seguirla resultaba un mal negocio. Sin que por eso se estremeciera el Imperio Británico.

Pero Francia era otra cosa. No podía anunciar el ministro Rouher a la Asamblea Legislativa que la guerra en el Plata se había perdido y era imprescindible allanarse a las imposiciones de Rosas, sin que cayera el ministro, el gabinete, el presidente de la República y hasta se erizaran de barricadas las calles de París. El “imperialismo” francés no tenía los móviles comerciales del inglés: era el ansia de volver a antiguas glorias perimidas, de creerse todavía la Francia poderosa de Napoleón o Luis XIV. O una Francia mejor, campeona de la “civilización”, de la “humanidad”, de la “libertad” y otras bellas palabras. Jamás aceptaría la afrenta infringida por un gaucho bárbaro, sobre todo después que las banderas de Obligado habían sido paseadas victoriosamente por las calles de París y llevadas a reposar como trofeos (sino gloriosos, por lo menos logrados) en el panteón de los Inválidos.

Por un momento (enero de 1850) el voto adverso de la Asamblea Legislativa al proyecto Lepredour, y el envío de una fuerza armada “para amedrentar a Rosas” y hacerle aceptar otro tratado “digno del honor de Francia”, hace despertar el optimismo brasileño. No era Rosas hombre de amedrentarse, y por lo tanto la guerra era inminente. Se había hablado en París claramente de una guerra, en caso de no allanarse Rosas: el almirante orleanista Lainé había clamado contra “ese gaucho ensoberbecido que escupe la tricolor”, el legitimista Larochejaquelin se había mofado de los orleanistas y republicanos jaqueados por un “jefe de pandillas”; el bonapartista conde Daru había dicho que “el tratado Lepredour no es un tratado: es una desconsideración”, y Thiers, más arrogante que nunca, después de leer algunos capítulos de las indispensables “Tablas de Sangre” de Rivera Indarte (confeccionadas y pagadas para servir a esos menesteres) había atacado duramente al gobierno “por querer abandonar la Causa de la Humanidad tan sólo porque un monstruo cruel, pero tenaz, se mostraba in tratable”, agregando “que a falta de Inglaterra podríamos encontrar otros aliados”: allí estaba el Brasil “amenazado por Rosas con sublevarle sus inmensas poblaciones de esclavos”, que se prestaría a auxiliar a Francia; allí estaban también los jóvenes “educados a la francesa, que querían y admiraban a Francia” prontos desde Montevideo y Chile a ayudar como en 1838 al país de sus preferencias en la victoria de la Civilización contra la Barbarie. (5)

Llegó a mediados de abril (de 1850) la expedición armada francesa al puerto de Montevideo. Con ella, tremendas instrucciones al almirante Lepredour de hacer otra paz digna del honor de Francia, suavizadas en caso contrario con la orden de “esperar la decisión del gobierno”. El almirante sabe que Rosas no habría de amedrentarse y ordena que la es cuadra no pase de Montevideo para no irritar lo y hacer imposible una negociación. El solo, se adelantará a tratar con el intratable Jefe de los argentinos; conoce a Rosas, y sabe que se le hace hacer un “paso ridículo, un paso vergonzoso”. (6)

(5) Discurso en la Asamblea Francesa, 30 de diciembre de 1849 – Gaceta Mercantil 9/10-3-50 (Extrac. José María Rosa, La caída de Rosas, 240.

(6) Herrera a Lamas, 23 de abril de 1850, Correspondencia Diplomática de M. Herrera y Obes, II 272.

www.revisionistas.com.ar

Rompimiento de relaciones con Brasil - parte 3

Era una esperanza desesperada, pues la intuición política del Canciller Paulino le hacía temer el completo abandono de Francia a toda otra aventura en el Plata después de la lección severa recibida en la Vuelta de Obligado. De allí que el mismo día –30 de septiembre- en que Paulino entregó los pasaportes al general Guido, escribía a José María de Amaral, Encargado de Negocios de Brasil en Francia, explicándole el alcance del paso dado y la necesidad para el Imperio de cesar todo motivo de rozamiento con Inglaterra en la grave cuestión del tráfico de esclavos:

“…El pobre Brasil teniendo en sí tantos elementos de disolución, tal vez no pudiese resistir a una guerra en el Plata…” (3).

O Rosas o el Imperio

Desde que en setiembre de 1848 se afirmó en Brasil la política de represión contra la ola revolucionaria social que llegaba desde Europa, a nadie escapó que la consecuencia internacional de esa represión podría llevar a una guerra contra Rosas.

El 29 de setiembre de 1848 tomó el gobierno el partido conservador brasileño (conocido generalmente por partido “saquarema”) con el vizconde Olinda, antiguo Regente, en la jefatura del gabinete; su misión era postergar todo conflicto con Rosas, mientras yugulaba la grave revolución de los “praieiros” –republicanos y hasta socialistas- de Pernambuco y establecía la ley marcial en los puntos neurálgicos del desunido Imperio.

El astuto vizconde –o Maquiavelo da rúa do Lavradío- cede sumiso a las arrogancias de Rosas, hasta dejar poco menos que en jirones el honor imperial. No era cosa de enzarzarse en una guerra internacional con el frente interno en pedazos.

Tampoco Rosas podía ir a la guerra contra Brasil en 1848, sin acabar de solucionar sus problemas con Inglaterra y Francia. Pero la preparaba cuidadosamente, mediante el armamento y adiestramiento de los dos fuertes cuerpos militares de los Estados del Plata: El Ejército de Operaciones de la Confederación Argentina acantonado en Entre Ríos y Corrientes bajo el mando del general Urquiza, que podía poner entre 15 ó 16 mil hombres sobre las armas. Y el “Aliado de Vanguardia”, de un número aproximado de combatientes argentinos y orientales, comandado por el general Oribe, presidente de la República Oriental.

En octubre de 1849, la noticia en Brasil de la ratificación del proyecto Southern por Inglaterra y en consecuencia su elevación a tratado, obliga al Imperio a ponerse en mejores condiciones para la guerra.

La revolución democrática ha sido extinguida, y el vizconde Olinda deja la presidencia del gabinete; el 8 de octubre (de 1849) lo reemplaza en la cartera de Negocios Extranjeros uno de los más tenaces y hábiles diplomáticos del Imperio, Paulino José Soares de Souza, más tarde vizconde de Uruguay.

Su propósito, como lo dice Andrés Lamas en sus cartas a Montevideo (4) era disponer “sem bulha” las cosas para una guerra inevitable.

(3) Paulino a Amaral 30 de setiembre de 1850, J. A. Soares de Souza “O general Urquiza en Brasil”, 59

(4) Lamas a Herrera, 15 de noviembre de 1849, Correspondencia Diplomática de M. Herrera y Obes, II 180/1, José María Rosa, La caída de Rosas, 225.

www.revisionistas.com.ar

Rompimiento de relaciones con Brasil - parte 2

Ahora, arrojados del Plata los europeos disgregadores, Rosas iría necesariamente a la unidad preconizada por su “sistema americano”.

¿Qué se proponía Rosas con el “sistema americano”? Haría la unidad del Plata como hizo la unidad argentina: sin prepotencias, sin herir susceptibilidades, por propia y decidida voluntad de los platinos. Tal vez –y eso temían en Brasil- un Congreso Oriental, legítimamente oriental, se reuniese en Montevideo liberado de extranjeros y extranjerizantes y suscribiese el Pacto Federal. O se formase una nueva Confederación tripartita entre la Argentina, el Estado Oriental de Oribe y la República de Bolivia, donde Manuel Isidoro Belzu, caudillo de fuerte naturaleza popular, simpatizaba abiertamente con el “americanismo” de Rosas.

¿Quién podría impedirlo?… ¿Inglaterra?… Acababa de ser ex pulsada del Plata y en el tratado de 1849 Rosas le había impuesto el reconocimiento del libre derecho de la Argentina y el Estado Oriental para conducir su política interna y exterior… ¿Francia?… Se encontraría en la misma situación, si el convenio de paz firmado por Lepredour en agosto de 1850 fuese ratificado por su Asamblea Legislativa. Solamente quedaba Brasil.

Esta unidad del Plata bajo el “sistema americano” -gobiernos populares, identidad de propósitos, ideales patrióticos- era mortal para el Brasil aristocrático de Pedro II.

Aunque alentaba las esperanzas ocultas de otro Brasil, democrático y abolicionista (1). Pero la aristocracia del café y del azúcar, basada en la obra de mano servil, ¿podría obstar a esa unidad de los escindidos vecinos, a hacerse bajo el signo de gobiernos populares e igualdad de todos los hombres? Por lo menos debería jugarse la carta desesperada de una guerra en el Plata. Y como esa guerra no estaba Brasil en condiciones de llevarla contra el poderoso Rosas, toda su política desde 1844 en adelante había sido procurarse la alianza de los interventores europeos.

Tras el desengaño de los proyectos de convenios de Southern y Lepredour en junio de 1849, alentó una sola y desesperada esperanza: que la Asamblea Nacional francesa, burguesa e intervencionista, donde era predominante la influencia de Luis Adolfo Thiers, no ratificase el tratado de Lepredour que hería la susceptibilidad patriotera de los galos; y buscase –como lo había anunciado el mismo Thiers en enero de 1850- (2) la alianza de Brasil.

(1) “En Río de Janeiro se sorprendió una revolución de negros, cuyos actores y promotores se vio que eran agentes de aquel malvado (Rosas). Al mismo tiempo en Minas y Río Grande se urdían dos más, una con aquel carácter y otra con aspecto político, apareciendo en todas ellas la mano de Rosas” (M. Herrera y Obes a J. Ellauri, 13 de setiembre de 1848, Correspondencia Diplomática de M. Herrera y Obes, I, 192.

(2) Discurso de Thiers en la Asamblea Francesa el 5-1-50 en Gaceta Mercantil 18 de marzo de 1850.

www.revisionistas.com.ar

Rompimiento de relaciones con Brasil - parte 1


El 30 de septiembre de 1850 quedaron rotas las relaciones entre la Confederación Argen­tina y el Imperio de Brasil. Ese día el ministro de Negocios Extranjeros brasileño, Paulino Soares de Souza, entregaba –a su pedido- los pasaportes al ministro plenipotenciario ar­gentino, general Tomás Guido. Dos días des­pués, Guido y el personal de la Legación abandonaban Río de Janeiro.


La ruptura culminaba una tensa situación entre la Confederación gobernada por Rosas y el Imperio de Pedro II. Desde 1843 sabían perfectamente los sagaces hombres de estado brasileños que “o el Imperio terminaba con Rosas, o Rosas terminaba con el Imperio”. Pues la presencia en Buenos Aires de un go­bernante como Rosas -patriotismo, energía, astucia, coraje- significaba la consolida­ción de la nacionalidad argentina, y por lo tanto el límite o el retroceso para la polí­tica de expansión brasileña hacia el sur. Límite, por cuanto la decidida defensa que hacía Rosas del Estado Oriental gobernado por Oribe, impediría todo propósito brasi­leño de someterlo a su influencia; y retro­ceso, porque Rosas reclamaba la devolución de las Misiones Orientales ocupadas ilegal­mente por los lusitanos desde 1801.


No solamente eso. La política exterior de Rosas –el “sistema americano” como la lla­maba- tendía a estrechar los vínculos entre las distintas hijuelas de la herencia espa­ñola en América, o por lo menos entre aque­llas que formaron el Virreinato del Plata, creado en 1776 precisamente como muro de contención al expansionismo lusitano. A su vez, la política brasileña había consistido en dividir al vecino (el Estado Oriental, independizado en 1828, como consecuencia de la primera guerra argentino-brasileña; la República del Paraguay cuya formal declara­ción de Independencia había incitado en 1842 y reconocido en 1844) encontrando en esta ta­rea disgregadora la ayuda poderosa de Gran Bretaña, empeñada en atomizar el antiguo do­minio es pañol en América como medio de mane­jarlo económicamente. El “divide et impera” de los británicos en la herencia española en América, coincidía con el interés brasileño de mantener en Sudamérica un imperio fuerte y unido, rodeado por diez o más republi­quetas españolas, sin sentido nacional, anarquizadas y rivales entre ellas.


Pero Rosas se había impuesto en el Plata, y su sombra amenazaba al Imperio. Del mo­saico de provincias enemigas dejado por los “unitarios” (la oligarquía argentina) había emergido la fuerte realidad de la Confedera­ción de 1831, liga de gobiernos populares orientada por la firmeza del Restaurador porteño. No solamente era un peligro polí­tico para el Imperio, sino una amenaza so­cial. La consolidación de Rosas era el triunfo de las masas populares, pues su fi­gura tenía prestigio entre los demócratas y abolicionistas de Brasil.


Rosas había sabido imponer su “sistema americano”. Hizo la unidad de las catorce provincias argentinas (la porción remanente del escindido virreinato) con el Pacto de 1831 y sobre todo con su dura mano para hacerlo cumplir. Consiguió luego, por la Ley de Aduana de 1835, el florecimiento industrial de su pueblo en decadencia desde que los ingleses establecieron el librecambio de 1809. Defendió con gallardía la soberanía argentina contra la intervención francesa de 1838-40 y sus complicaciones internas de ejércitos “libertadores”, “libres” del sur, coaliciones del norte, estimuladas y pagadas por el almirante interventor. Y acababa de triunfar –por los tratados con Inglaterra de noviembre de 1849, y con Francia de agosto de 1850- de la segunda y temible intervención de ambos poderes mercantilistas coaligados.

www.revisionistas.com.ar

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Quebracho Colorado

Los niños anarquistas - parte 2



"Anarquista se nace" decía el Coronel mirando a Miguelito Pepe, un orador anarquista de sólo 15 años que allá en 1907, en la Huelga de inquilinos les hablaba a los chicos y sus madres sobre la injusticia, la miseria y la justa explosión de los explotados. El coronel odiaba a esa gente sucia, extranjera, con ideas raras… hay que matarlos de chicos pensaría como otros coroneles de otros años.
En la única foto que se conserva se lo ve a Miguelito arriba de una mesa con gesto de orador. Vinieron los desalojos, los tiros y Miguelito quedó herido en un brazo, el que levantaba para hablar.
"Barramos con las escobas la injusticia de este mundo" se le escuchó decir. A los pocos días, una hermosa manifestación de escobas recorría Buenos Aires, miles de escobas como armas barriendo la Tierra y el cielo, anunciando tormentas de rayos rojinegros”(3)
.

Dice el Dr. Luis Agote, consternado ante estos hechos…-¿Qué deberíamos hacer con esos chicos? “… constituyen un contingente admirable para cualquier desorden social siguiendo por una gradación sucesiva de esta pendiente siempre progresiva del vicio, hasta el crimen, van a formar parte de esas bandas anarquistas que han agitado la ciudad en el último tiempo".

Niño pobre= delincuente

El Dr. Luis Agote evidentemente ya casi fuera de quicio, sostiene: “Yo tengo la convicción profunda de que nuestra Ley falla si no llegamos a suprimir el cáncer social que representan 12 a 15 mil niños abandonados moral y materialmente (que) finalmente caen en la vagancia y después en el crimen”(4)
.
El diputado conservador proponía algo muy simple: “recluirlos en la isla Martín García. Allí hay condiciones suficientes para el alojamiento de 10 mil menores vagabundos", quienes "provistos de elementos de trabajo, y bajo una buena vigilancia moral, se convertirán en hombres buenos y sanos para el país".
Quienes lo auxiliaron en sus fundamentaciones no se privaron de exponer la verdad respecto de la esencia de la ley 10903: "El Estado tiene el derecho de secuestrar a los menores cuya conducta sea manifiestamente antisocial, peligrosa, antes de que cometan delitos…No hay en ello restricción de libertad civil: el menor no la tiene y sólo se trata de sustituir la patria potestad por la tutela del Estado". Se seguía así dentro de la lógica que creara el complejo tutelar del ideario sarmientino que sostenía…“El niño no tiene derechos, no tiene por sí representación, no es persona según la ley. Es menor” (5).
(3) Pigna, Felipe. “Anarkos”. http://www.elhistoriador.com.ar/
(4) Dr. Luis Agote, sesión de diputados del 28 de agosto de 1919. Citado en Periodismo Social. “Los Derechos del Niño, la otra deuda interna”. Copyright © 2004 periodismosocial.org.ar
(5) Sarmiento, D.F. En “De los Castigos en las escuelas y de la autoridad del maestro de 1858”, Tomo XXVIII, Ideas Pedagógicas. Imprenta y Litografía Mariano Moreno. Buenos Aires, pág 254

martes, 28 de septiembre de 2010

Los niños anarquistas - parte 1



La Revista Caras y Caretas refleja en sus páginas un fenómeno surrealista para la época…"Hasta los muchachos toman participación activa en la guerra al alquiler.
Frente a los objetivos de nuestras máquinas, desfilaron cerca de trescientos niños y niñas de todas las edades, que recorrían las calles de la Boca en manifestación, levantando escobas “para barrer a los caseros”. Cuando la manifestación llegaba a un conventillo recibía un nuevo contingente de muchachos, que se incorporaban a ella entre los aplausos del público”(1).
La huelga de los inquilinos fue protagonizada por las mujeres tanto en Barracas como en La Boca. Todos los valores se habían invertido, la vivienda se había vuelto fábrica, las escobas fusiles, las bombas globos de sal. La mujer, personaje irrelevante en política se vuelve protagonista.
Pero en La Boca, especialmente, fueron los niños los que salieron a la calle en manifestación, invirtiendo así todos los valores admitidos hasta entonces. Toda esta grieta en la historia de una Argentina que se acerca al Centenario y esta naciente y descomunal trasgresión social preocupa sobremanera a la oligarquía política de entonces.
La Prensa describe la acción represiva a mujeres y niños a cargo del valiente y gallardo Coronel Ramón L. Falcón: "A las 7 a.m. se situaban frente a la casa 112 hombres del cuerpo de bomberos, 50 del escuadrón de seguridad y 50 de infantería. Los bomberos armaron dos líneas de mangueras y se colocaron frente a la casa: el interior de ésta fue ocupado por bomberos armados a máuser y por agentes del departamento de policía.(2)"

(1) Caras y Caretas, Nº 468, 21 de septiembre de 1907
(2) La Prensa, 15 de noviembre de 1907, p. 5

La rebelión de las escobas


“Ocho mujeres cargaban a pulso el féretro del niño asesinado por la policía comandada por Ramón L. Falcón. Pero el camino hecho a pie, desde Barracas hasta Chacarita era largo, entonces se turnaban con otras mujeres. Aunque en algún punto hubo que dejar el cajón en la calle para defenderse de la represión policial que ni a los muertos respeta. Detrás del ataúd, cerca de 700 vecinas de los conventillos encabezaban una columna de más de 5000 trabajadores que abandonaban talleres y fábricas para concurrir al sepelio del joven mártir. Era un cortejo imponente de los vecinos más pobres de Buenos Aires”(1)
.

Corría el año 1907 en Buenos Aires. El Censo Municipal de 1904 decía que había 11,5 personas por casa en la Capital Federal, casi todas ellas de un solo piso. La estadística informaba que de los 950.891 habitantes de la ciudad, 138.188 vivían en las 43.873 habitaciones que componen las 2.462 casas de inquilinato porteñas; es decir que, más del 10 % de la población se albergaba en conventillos. Una familia vivía en una o ‑a lo sumo‑ dos piezas, por las cuales pagaba casi la mitad del salario que percibía entonces un obrero. Los costos de habitaciones humildes eran ocho veces mayores que en París y Londres.

En agosto la Municipalidad decreta un aumento en los impuestos para 1908. Los propietarios de las casas de inquilinato suben los alquileres para anticiparse a los hechos y cubrir los nuevos desembolsos. Frente a esta decisión los inquilinos de un conventillo propiedad de Pedro Holterhoff, situado en la calle Ituzaingó 279, rehúsan pagar el alquiler. Pronto, otros conventillos imitan la actitud; 500 conventillos responden a la medida de fuerza y el movimiento se extiende a Rosario, Bahía Blanca, Mar del Plata, Mendoza y La Plata, llegando a participar unas 140.000 personas en todo el país y en Buenos Aires unas 120.000, es decir, alrededor de un 10% de la población de la ciudad (2)
. En los primeros días de octubre unos 250 conventillos más se suman a la medida de desacato y poco después son más de 2000 las casas de inquilinato cuyos moradores se declaran en rebeldía. Es la Huelga de Inquilinos que tendrá como protagonistas principales a mujeres, niños y jóvenes. Después de varios choques entre pobladores y policías, la muerte se hace presente en la parroquia de San Telmo, cuando la policía mata a un niño.

(1) Buela, Juana Rouco, “Historia de un ideal vivido por una mujer” Publicado en la Red Informativa de Mujeres de Argentina, enero 2002.
(2) Penettieri, José. "Los Obreros - su nivel de vida en Buenos Aires" Biblioteca argentina fundamental. Serie complementaria: Sociedad y Cultura/18. Centro Editor de América Latina. 1982.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Prohibido jugar

En 1886, designado por el presidente Juárez Celman, asumió la Jefatura de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires el Coronel Aurelio Cuenca.
Su gestión se inaugura con un edicto “Se prohibe que los menores se entretengan en el juego del barrilete en la vía pública” (1).
En 1892 el Dr. Daniel Donovan a cargo del mismo organismo, con otro edicto prohíbe esta vez “que los menores jueguen a la pelota en las calles de la ciudad” . Los reglamentos de los conventillos obligaban a que los niños no pudieran jugar en los patios (2), razón ésta que sólo les dejaba la calle para poder jugar. La visibilidad que comenzaba a tener la infancia inmigrante en el ámbito público, daría pié a las preocupaciones por su control, no así por su protección.
Entre esos años, el crecimiento de la población argentina fue del 116 % constituyendo la inmigración el aporte principal y Buenos Aires no tardó en convertirse en la ciudad que albergaba el más alto porcentaje de residentes extranjeros.
(1) Morlachetti, Alberto. “Los niños y los oficios callejeros (Fines del siglo XIX - Principios del XX)”. 05/10/06. En www.pelotadetrapo.org.ar
(2) Ponce, Gustavo. “Los hijos invisibles del Estado: consecuencias en la vida adulta de la tutela estatal”. OSIA (Observatorio de Políticas Sociales de Infancia y Adolescencia) UNESCO – SIEMPRO. Los reglamentos de los conventillos que prohibían la permanencia de los niños durante el día, la alta deserción escolar y el desarrollo de prensa como industria -los diarios fomentaban para su venta la existencia de los niños canillitas-, contribuyeron, entre otros factores, a aumentar la presencia de los niños en las calles de Buenos Aires. Cada conventillo tenía un reglamento interno.
En reiteradas oportunidades éstos imponían condiciones arbitrarias a los inquilinos. Por ejemplo prohibían lavar ropa, recibir huéspedes, tocar instrumentos musicales o mantener animales o niños en las habitaciones. El encargado se atribuía el derecho a inspeccionar las piezas a cualquier hora y cerrar la vivienda cuando se le ocurriera. Cualquier infracción servía como excusa para el desalojo.

Luis Py - parte 4

El regreso se inició el día 14 de marzo de 1879, ya completamente calmados los espíritus. La “República” llegó a Deseado, donde quedó de estación. La “Constitución” (capitán Cabassa) y el monitor “Los Andes” llegaron el 20 de aquel mes a Patagones, donde permanecieron hasta el mes de setiembre del mismo año, en que recibieron orden de regresar a Buenos Aires, lo que también verificó la “Uruguay”, conjuntamente con los dos buques mencionados. Poco después fue comisionado con el “Andes” para la vigilancia cuarentenaria de este puerto hasta comienzos del año 1880.

Es digna de transcribirse la Orden General que el valiente Py lanzó a las tripulaciones de su minúscula escuadra, antes de abandonar Patagones en viaje al Sur. Ella dice: “Pronto a zarpar en el desempeño de una misión delicada del Gobierno de la Nación, es menester que para lograr el buen éxito de ella, reine la más severa disciplina y la más perfecta armonía entre todos.
El patriotismo y el deber militar nos lo impone, y espero que sin esfuerzo alguno será cumplido por todos y cada uno de vosotros. Vuestro Jefe y amigo. – Luis Py. – Puerto de Patagones, Noviembre 18 de 1878”. Por su actuación entonces, el 9 de julio de 1880 ascendió a comodoro.
Este fue el último acto guerrero del valiente marino, pero él es suficientemente grande como para colocar el nombre de Luis Py entre los más esforzados guerreros navales de la República Argentina, aún suponiendo que sus honrosísimos antecedentes anteriores no lo hicieran acreedor a la justa recordación de los argentinos.
El comodoro Luis Py falleció el 22 de febrero de 1884, víctima de un ataque cerebral, siendo enterrado en el Cementerio de la Recoleta, donde su familia ha hecho levantar el monumento recordatorio donde se destaca el busto gallardo del heroico marino. Al morir desempeñaba la jefatura de la 2ª División (desde 1880, con la que contribuyó a sofocar la revolución de ese año) y la de los Talleres de Marina.
El comodoro Py se casó en segundas nupcias el 13 de junio de 1868 con Luisa Bozzano, porteña (nacida en 1840), hija de Francisco Bozzano y de María Bataglia de nacionalidad italiana. Fueron testigos de este matrimonio, el comodoro José Murature y Luisa Murature de Zaracondegui.
Con motivo de su fallecimiento, el diario “La Prensa” en su número del 24 de febrero de 1884, en sus notas necrológicas sobre Py, dijo con extrema justicia: “El comodoro Py era un hombre de bien; jamás salpicaron su reputación las mil acusaciones que han caído sobre el personal de la marina; su personalidad se levantaba ilesa y gallarda sobre todas las miserias.
El país pierde en Py uno de sus brazos más fuertes; un marino bravo que le habría dado nuevas glorias en los combates, porque su alma estaba templada en la nota más alta del valor heroico”.
“Los marinos jóvenes deben conservar siempre la memoria del Comodoro Py, y si aprenden a imitar sus virtudes, serán valientes, honrados y dignos”.
Pocos años antes de su muerte, Py recibió el diploma y medalla de oro por la campaña del Río Negro; la que junto con la que se le otorgó por la Guerra del Paraguay, ostentaba orgullosamente en su pecho varonil.

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
www.revisionistas.com.ar

Luis Py - parte 3

El 31 de enero de 1876 se creó la Comandancia General de Marina, cuya jefatura pasó a ejercer el coronel Mariano Cordero; y la escuadra, a la que ya se habían incorporado “El Plata” y “Los Andes”, recientemente construidos, se subdividió en 2 divisiones iguales, mandando Py la segunda de ellas, con su insignia en el último de los monitores nombrados.
En 1876-1877 toda la escuadra fue puesta en desarme por la mala situación financiera del país, pasando todos los buques a amarrar a Zárate y al río Luján; quedando todos a las órdenes de Py, quien, con motivo del incendio del vapor torpedero “Fulminante” tuvo una actuación por demás distinguida, activa y encomiástica para salvar a los buques allí amarrados.
Se hallaba desempeñando tan apacibles servicios, cuando a mediados de setiembre de 1878, el telégrafo trajo a Buenos Aires la noticia de un grave conflicto internacional: la cañonera chilena “Magallanes”, en conocimiento de que la barca norteamericana “Devonshire” se disponía a extraer guano de la isla de “Los Leones”, en Santa Cruz –faena para la cual tenía permiso de las autoridades argentinas- se trasladó a aquel puerto y capturó a la barca de referencia, a la que condujo a remolque a Punta Arenas.

Tal noticia produjo en Buenos Aires extraordinaria excitación y el primer acuerdo del Gobierno fue disponer la ocupación militar de Santa Cruz, disponiendo al efecto, el Ministro de Guerra y Marina, general Roca, el alistamiento de los buques que se hallaban fondeados en Los Pozos: monitor “Los Andes”, bombarderas “República” y “Constitución”, y la goleta “Cabo de Hornos”, puestas a las órdenes de Piedrabuena, experto conocedor de las costas del Sud.
La escuadra así constituida fue ofrecida a Mariano y Bartolomé Cordero, quienes rehusaron tal honor, según afirma el teniente general Pablo Riccheri. Era una empresa náutica considerada difícil la conducción de aquellos buques de río por las procelosas aguas del Atlántico Sur. El coronel Py aceptó sin titubear tan honrosa misión, enarbolando su insignia en “Los Andes”.

El 8 de noviembre de aquel año partieron para Santa Cruz las primeras unidades de aquella escuadra, la que fue reforzada con la cañonera “Paraná” y el cutter “Los Estados”; yendo a su bordo un destacamento de 25 hombres de Artillería de Costas al mando del entonces sargento mayor Félix Adalid, en calidad de tropa de desembarco.
El 21 de aquel mismo mes la escuadra zarpaba de Patagones, llegando a Santa Cruz el día 26, con “la última palada de carbón y sorteando toda clase de dificultades náuticas”, lo que revela la capacidad de su Jefe. Primeramente fondeó a dos cables de la entrada a Santa Cruz, en la margen izquierda de la Isla Leones y el Monte Entrada; cambiando el día 29 de fondeadero al N. de la misma isla. El 1º de diciembre se efectuó el desembarco general en la parte Sud de la ría, tomando posesión de la misma el jefe de la escuadra, la que había fondeado en el puerto de “Los Misioneros”. Allí encontraron una casilla que en 1873 había hecho construir el gobierno chileno para la capitanía que pensó establecer.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Luis Py - parte 2

En la guerra del Paraguay le tocó actuar en clase de teniente coronel (grado que le fue otorgado el 5 de noviembre de 1864) y como segundo del coronel José Murature, que enarbolaba su insignia de jefe de escuadra en el vapor “Guardia Nacional”, hallándose a su bordo en el famoso pasaje de Las Cuevas, el 12 de agosto de 1865, en que se combatió rudamente contra las baterías paraguayas establecidas en aquel punto.

El puesto que ocupó en la línea de batalla de la escuadra aliada el “Guardia Nacional”, fue a popa del buque insignia del almirante Barroso, “Amazonas”; durante los tres cuartos de hora que duró el combate, el buque de Murature y Py consiguió apagar momentáneamente los fuegos de la batería rasante de la playa, disparando el “Guardia Nacional” 38 tiros en la acción y recibiendo en su casco varios impactos que le ocasionaron 15 bajas, entre ellas los valientes oficiales, el teniente José Ferré, hijo del general Pedro Ferré; y el guardiamarina Enrique Py, hijo del comandante Py. A este último, una bala de cañón le arrancó una pierna por la parte de adelante y murió el día 13, en la amputación.


El comandante Py se halló en el Paso de la Patria, a donde habían llegado las fuerzas navales aliadas el 17 de marzo de 1866, interviniendo éstas en el pasaje del río Paraná por el ejército aliado, el 16 del mes siguiente, teniendo que bombardear durante esta jornada al punto de fortificado de Itapirú, el que fue evacuado el día 17 por los paraguayos.

En esta acción como en todas las demás de esta campaña, fuera del “Guardia Nacional”, tomaron parte los demás buques argentinos, transportes armados: “Libertad”, “Chacabuco”, “Gualeguay”, “Espora”, “Pavón”, “Buenos Aires”, así como otros mercantes fletados por nuestro Gobierno.


El 15 de febrero de 1868 ascendió a coronel graduado, e intervino en la guerra del Paraguay hasta su total terminación, bajando entonces a Buenos Aires; pero el estallido de la rebelión de López Jordán, en abril de 1870, le obligó a intervenir activamente, siempre como 2º jefe de la escuadra, la que operó como anteriormente, a las órdenes de Murature.

Terminada aquella campaña, a fines de 1871, el coronel Py pasó a desempeñar las funciones de jefe de la Isla Martín García. Lleva fecha 8 de mayo de 1873 la última memoria suscrita por Py en aquel puesto.
Cuando en 1874 llegó la nueva escuadra adquirida por Sarmiento, Py ocupó el cargo de 2º jefe de la misma, a las órdenes de Murature. Con motivo del estallido de la revolución mitrista, el 6 de octubre de aquel año, el coronel Py fue nombrado jefe de la división encargada de perseguir a la cañonera “Paraná”, que se había sublevado con Erasmo Obligado; la que fue reforzada con el vapor mercante oriental “Montevideo”, que pasó a llamarse “General Rivas”, cuyo mando ejerció el capitán B. Magnasco, con el grado de sargento mayor. La división de Py fue constituida por las siguientes unidades: “General Brown”, “Uruguay”, “Pavón”, “Puerto de Buenos Aires” y “Coronel Roseti”. Leandro N. Alem estaba embarcado en la misma en calidad de secretario.

El 11 de noviembre de 1874 zarpó con su división, persiguiendo a los sublevados el día 15 hasta más al Este de Maldonado; al oscurecer, el “Brown” y la “Uruguay” tenían al “General Rivas” a menos de una milla, haciéndose inminente la acción, pero la mar gruesa arbolada por un viento del E., tenía a mal traer a los demás vapores, que eran a ruedas, y que debieron abandonar la caza. Obligado con la “Paraná”, aprovechando la oscuridad, hizo rumbo a Buenos Aires donde se presentó con bandera de parlamento, rindiéndose.

Luis Py - parte 1


Nació en Barcelona el 22 de marzo de 1819. Muy joven vino a la República Argentina, a la que consagraría 41 años de su existencia en el servicio naval. En efecto, el 6 de enero de 1843 como subteniente, ingresó al servicio de la Armada, prestándolos bajo el mando del coronel Nicolás Jorge, el que desempeñaba las funciones de jefe estacionario de las costas del Buceo y de Maldonado, con la goleta “Chacabuco” y otras embarcaciones, con motivo del bloqueo de Montevideo; estando todas aquellas fuerzas bajo el superior comando del almirante Guillermo Brown. Posteriormente pasó como 2º comandante del pailebot “San Cala”, en calidad de subteniente de marina, asistiendo a numerosas acciones, las que no bajaron de 20, entre ellas la de la Isla de Ratas, en la bahía de Montevideo, siendo el comportamiento de Py en las mismas, el de un oficial valiente y arrojado.

Continuó en el bloqueo de Montevideo “hasta que tomaron la escuadra argentina, los franceses e ingleses”, según reza una certificación de servicio del propio Py; habiéndose éste trasladado días antes con su pailebot, y ganado el Riachuelo, escapando de esta manera de ser capturado como sucedió con los demás buques (2 de agosto de 1845).

En 1847 formó parte de una escuadrilla que, a las órdenes del coronel Jorge, operó en el Paraná, actuando el subteniente Py como 2º del “San Calá” y después como 2º de la goleta “Chacabuco”, habiendo desempeñado comisiones importantes con esmero y prontitud, regresando a Buenos Aires a principios de 1850, época en que Py dejó de estar a las órdenes de Jorge, por haber entregado éste el mando de los buques y tripulaciones al entonces jefe de la escuadra, coronel José María Pinedo.

El coronel Nicolás Jorge, en un informe que lleva fecha 11 de noviembre de 1860, dice: “También es de mi deber exponer y de justicia, que el “capitán D. Luis Py es un buen marino, e inteligente y su conducta no ha dejado que desear, como lo pueden justificar las comisiones honoríficas que ha desempeñado de un año a esta parte; es cuanto tengo que exponer en juicio de la verdad”.

El coronel José María Pinedo en un corto informe de fecha 13 de noviembre del mismo año, confirmaba en todas sus partes lo manifestado por su colega Jorge.
Luego de la batalla de Caseros, Py sirvió en 1853 a las órdenes de Murature, embarcado en el “General Pinto”, interviniendo en todas las operaciones navales que tuvieron lugar con motivo de la guerra entre Buenos Aires y la Confederación Argentina, hasta que fue desarmada la escuadra porteña.

Se volvió a presentar voluntario al mismo coronel Murature, en 1859, para ofrecerle sus servicios en la escuadra de la provincia de Buenos Aires. En un informe del 15 de diciembre de 1860, Murature se expresa de Py en los términos siguientes: “es valiente, sereno, honrado y amigo de los hombres libres; tiene buenos conocimientos de marino”.

Py formó parte de la escuadra de Buenos Aires mandada por el coronel Antonio Sussini desde el 30 de agosto de 1859 fecha en que fue ascendido a capitán y tomó el comando del vapor “25 de Mayo” y pasando sucesivamente a desempeñar el mismo cargo en el bergantín-goleta “Nicolás”, vapor “Constitución” y “Caaguazú”. Se batió en el ataque a la ciudad de Rosario, así como también, mandando el vapor “Constitución”, en el combate naval frente a San Nicolás, contra la escuadra confederada que mandaba el coronel Mariano Cordero, librado el 25 de octubre de 1859, estando embarcado en la de Buenos Aires el ejército de Mitre que acababa de ser batido en la cañada de Cepeda, el día 23.

Y el mismo coronel Sussini, en un informe del 11 de diciembre de 1860, agrega: “y si a esto se añade su bravura con los vastos conocimientos militares que posee, no debe extrañarse que el que firma lo recomiende eficazmente a la consideración de V. S. Su moral y conducta intachable, son otros tantos títulos que por sí lo recomiendan. En 1862 pasó a mandar el “Guardia Nacional”, buque que arbolaba la insignia de Murature, en Paysandú, a fines de 1864, cuando la plaza fue cobardemente bombardeada por la escuadra brasileña.

martes, 21 de septiembre de 2010

Coquena

Divinidad del noroeste argentino considerada protectora de las vicuñas y guanacos. El mito cuenta que Coquena vaga por los cerros durante la noche conduciendo rebaños cargados de oro y plata en bolsas atadas con serpientes para depositar su carga en las minas del Potosí.

Quien se encuentra con esta divinidad se convierte en aire, en un espíritu. Otorga bienes en abundancia, asi como castigos terribles: se cuenta que al encontrar un cazador de Tilcara que había sacrificado muchas vicuñas le dió gran cantidad de plata para que abandone esta ocupación.


El cazador contó el episodio a un indio, quien quiso imitarlo matando gran cantidad de vicuñas. Sin embargo Coquena respondió con ira, aprisionando al codicioso y lo condenó a pastorear ganado a perpetuidad.

El indígena puneño no caza más vicuñas de las que precisa para su sustento para no despertar la ira de Coquena.



Diccionario de Mitos y Leyendas - Equipo NAyA
http://www.cuco.com.ar/

domingo, 19 de septiembre de 2010

El trencito de Versailles

Desde el año 1911 funcionó en Versailles un tren que le dió orígen al barrio y marcó su identidad. El "trencito" como le decían los vecinos, fué el punto de reunión y encuentro de toda la comunidad.En 1943 por el entubamiento del arroyo Maldonado, hubo un peligro de que el ramal cerrara, pero finalmente pudo evitarse. Con la construcción de la Av. Juan B. Justo, esto ya no fué posible y el trencito fué clausurado definitivamente el 5 de Octubre 1952. La tristeza invadió al barrio.Doce años más tarde, con la indiferencia de algunos vecinos y la complicidad de otros, se tiró abajo el último vestigio en pié que quedaba del trencito: la estación. Versailles perdió así un símbolo fundante del barrio, sumándose a una repetida y lamentable historia en la Argentina: destruir aquellas cosas que nos representan y forman parte de nuestra identidad.A través de un trabajo de investigación y entrevistas con los vecinos, se reconstruye la historia del tren reflexionando sobre lo ocurrido.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Difunden documentos inéditos sobre cómo se preparó el combate de la Vuelta de Obligado

Aportan detalles de la estrategia defensiva con la que se enfrentó a las flotas europeas.

Más de 120 cartas y notas inéditas sobre la batalla de la Vuelta de Obligado –muchas de ellas firmadas por el general Lucio N. Mansilla y sus comandantes– salieron a la luz después de 165 años, difundidas por la Dirección de Cultura de la Municipalidad de San Pedro (Buenos Aires). Los documentos, que estaban depositados en el Museo y Archivo histórico Municipal “Gregorio Chervo” de San Nicolás, permiten conocer importantes detalles de la logística previa al combate .

Esta batalla, librada el 20 de noviembre de 1845, se inscribe en la llamada guerra del Paraná. Ante el avance aguas arriba de las flotas inglesa y francesa, Juan Manuel de Rosas, al frente de la Confederación Argentina, ordenó a su cuñado, el general Lucio N. Mansilla, que instalara baterías costeras artilladas para frenar los barcos.

En julio de ese año, Mansilla comenzó a pedir hombres y provisiones al juez de paz de San Nicolás , que entonces tenía funciones políticas muy diferentes de las actuales. La correspondencia continuó hasta diciembre, también firmada por los comandantes Juan José Obligado, Francisco Crespo y Juan Antonio Garretón, el coronel José María Cortina y el primer edecán de Rosas, Antonino Reyes.

Ese juzgado conservó las comunicaciones, que traspasó al museo nicoleño. Hace pocos días, el director de Cultura de San Pedro, José Luis Aguilar, se enteró de que existirían papeles relacionados con el combate, y se comunicó con su par de San Nicolás, Mirta Chervo. El asombro fue enorme cuando Aguilar y sus colaboradores se encontraron con unas 120 cartas escritas a pluma, en perfecto estado de conservación .

“Mansilla y sus comandantes emitían correspondencia hacia Buenos Aires, que fue quedando en los museos porteños; es la que conoce la historia oficial. Pero también generaban correspondencia hacia el Juzgado de Paz de San Nicolás, al que pedían elementos e insumos”, cuenta el funcionario sampedrino.

Los documentos permiten conocer cómo se montó el dispositivo de defensa en el Paso del Tonelero, cerca del arroyo Las Hermanas, en Ramallo. Allí había ordenado Mansilla extender de orilla a orilla las tres cadenas con las que pretendía frenar a la escuadra invasora. Pero una fuerte tormenta desarmó la instalación, por lo que se eligió un nuevo lugar.

Éste fue la Vuelta de Obligado, un recodo donde el Paraná se angostaba a 700 metros, a 18 kilómetros al norte de San Pedro. Las cartas difundidas ahora revelan la existencia de portillones (puestos de control) en los caminos de acceso a los puntos de combate, y la obligatoriedad de permisos especiales para acceder a ellos. Funcionaban como un mecanismo “antiespías”, para evitar también el paso de unitarios.

Algunas misivas piden el envío de caballos “para consumo de los indios amigos”, lo que confirma la colaboración de los querandíes en la campaña. En otras, los militares se comprometen a restituir los animales de tiro y otros implementos confiscados a la población. Las cartas del 21 y 22 de noviembre ordenan buscar y llevar de regreso a los hombres dispersos tras la derrota.

Sibila Camps

http://www.clarin.com

viernes, 17 de septiembre de 2010

Una epopeya Argentina

El combate de la “Vuelta de Obligado” fue una gran epopeya argentina que aún espera su completa reivindicación. Haber propuesto el 20 de noviembre como feriado nacional es, sin duda, un avance en ese sentido. Las dos más grandes potencias económicas, políticas y bélicas de la época, Inglaterra y Francia, aliadas en sus apetencias imperiales, decidieron ampliar sus mercados más allá de lo marítimo y, a favor del invento de los barcos a vapor, pudieron internarse en los ríos en busca de mercados en el interior de los continentes.


Se propusieron navegar por el río Paraná para llegar hasta las provincias litorales argentinas, el Paraguay y el sur del Brasil. La evidencia de que sus propósitos supuestamente humanitarios encubrían la codicia comercial era que detrás de los barcos de guerra iban casi cien barcos mercantes.

Los europeos también tenían el propósito de segregar Misiones, Corrientes y Entre Ríos para dar nacimiento a un país independiente, la “República de la Mesopotamia”. Venían de conquistar China en la llamada “Guerra del opio” y sus naves estaban armadas con lo más avanzado de la época. La invasión contó con la colaboración de los unitarios exiliados en Montevideo y de los que constituían la “quinta columna” en Argentina.

Rosas tenía un elevado sentido del patriotismo y de la soberanía y se dispuso a darles batalla a pesar de la inmensa diferencia en armamento y en experiencia de sus combatientes. El jefe de las fuerzas argentinas fue Lucio N. Mansilla, quien dispuso que en el lugar más estrecho del Paraná, en la “Vuelta de Obligado”, se tendieran tres cadenas a lo ancho para impedir o dificultar el paso de la armada atacante y armó cuatro baterías con los cañoncitos y los escasos proyectiles de que disponía.

Los atacantes lograron trasponer las defensas en Obligado pero fueron acosados desde las orillas del río por los aguerridos defensores que les producen tantas bajas humanas y tantos deterioros en sus barcos que finalmente se ven obligados a capitular.

Un emocionado José de San Martín escribió entonces a Tomás Guido que Obligado “había sido tan importante como las jornadas de Mayo para nuestra independencia” y al morir legó su sable libertador a Rosas por su defensa de la soberanía.

Pacho O’Donnell escritor

http://www.clarin.com

martes, 14 de septiembre de 2010

Biblioteca Nacional – parte 6

Designados los empleos que iban a crearse y hasta los candidatos que se nombrarían, en La Gaceta del 13 de setiembre, sólo el 12 de noviembre, dos meses después, Mariano Moreno dirige aquella nota que los panegiristas han llamado “Un documento terminante”, y que lo único que pone de manifiesto es una morosidad inexcusable: “El honroso cargo que la Excma. Junta me ha conferido de protector de la Biblioteca Pública de esta ciudad me pone en la obligación de solicitar todos los arbitrios conducentes… Nada se habría adelantado con la formación de la Biblioteca pública… si al mismo tiempo no se provee la dotación de los dos Bibliotecarios…”

Esta comunicación, en que los panegiristas quieren hallar una prueba terminante de que el numen fue el fundador y se desvivía por su fundación, y alguna de cuyas frases se han inscripto en ostentosas placas de bronce, más le valiera haberla olvidado, atendida su fecha, pues constituye un testimonio de su falta de interés y de cariño hacia la institución…

¿Por qué tardó dos meses en hacer un pedido tan simple y tan necesario? Mucho más diligente fue el Cabildo, que no bien recibió la retardada nota se reunió en acuerdo y en el mismo día concedió lo solicitado.

Ahora que ya estaban dotados de sueldo los bibliotecarios, ¿creerán los lectores que el Protector –alma de la Junta- apresuraría sus nombramientos, para que de una vez emprendieran sus tareas?

Pues no fue así. Dejó pasar todo el mes de noviembre, y casi todo el siguiente mes, y sólo el 28 de diciembre se extendió el decreto. ¡Demasiado tarde! Ya Fray Cayetano Rodríguez a quien se deseó nombrar, según refiere La Gaceta, no podía encargarse del asunto.

Juan María Gutiérrez, que conoció a fondo la historia de la enseñanza en el país, no menciona a fray Cayetano Rodríguez, quien no ocupó jamás ningún cargo en la Biblioteca Pública a pesar de que los historiadores le atribuyen estas funciones, sin ninguna prueba. Ni en la historia de la enseñanza, ni en la biografía del insigne conventual, al aludir a sus trabajos en la biblioteca de San Francisco, se dice palabra de lo que haya hecho en la Biblioteca Pública, omisión inexplicable si hubiera algo que decir.

Resumamos: Reduciendo a cifras todo lo que han arrojado los archivos argentinos en 150 años de afanosa búsqueda, como prueba de la actividad devoradora de Mariano Moreno en este glorioso capítulo de su historia, hallamos lo siguiente, desde el 22 de agosto de 1810 –fecha de su primera actuación en el asunto-, hasta el 28 de diciembre de 1819, fecha de la última.

1º) Nota del 22 de agosto, al gobernador de Córdoba, sobre los libros del Obispo Orellana. (Esta nota tiene 10 líneas).

2º) Nota del 2 de setiembre, al Administrador de Temporalidades, pidiendo una casa para la Biblioteca. (Tiene 5 líneas).

3º) Nota del 7 de setiembre (fecha enmendada: un 7 sobre un 6) al presbítero Chorroarín; pidiéndole los libros del Colegio de San Carlos (Tiene 15 líneas).

4º) Nota del 7 de setiembre (fecha también enmendada: un 7 sobre un 6) al Obispo, pidiéndole los libros del Obispo Azamor. (Tiene 11 líneas).

5º) Nota del 15 de setiembre, a Chorroarín, agradeciéndole sus libros. (Tiene 9 líneas).

El nombramiento de bibliotecario se limitó a Segurola. Tampoco éste, ocupadísimo en la difusión de la vacuna antivariólica recién conocida entonces, pudo aceptarlo. Nombrado el 28 de diciembre, renuncio el 31. No obstante lo cual suele ponerse en letras de molde su nombre como el del primer Director de la casa.

Después de estas comprobaciones, sacadas nada menos que del “documento terminante” ¿puede nadie venir a ponderarnos la diligencia sobrehumana, los desvelos de Mariano Moreno por la Biblioteca?

6º) Nota del 24 de setiembre, al Provincial de San Francisco, pidiéndole permita a fray Cayetano Rodríguez desempeñar el empleo de Bibliotecario. (Tiene 7 líneas).

7º) Nota del 1º de octubre, al Tribunal de Cuentas, pidiéndole una pieza para ampliar la Biblioteca. (Tiene 8 líneas).

8º) Nota del 12 de noviembre, al Cabildo, pidiendo fije el sueldo de los bibliotecarios. (Tiene 20 líneas, y se la llama con énfasis: “Un documento terminante”, y le han dispensado los honores de la difusión en facsímil, como a la “Magna Carta” de Juan Sin Tierra, o al Testamento de Isabel la Católica).

9º) Decreto del 28 de diciembre, nombrando a Segurola. (Tiene 13 líneas).

Resumen: 8 notas y 1 decreto, con un total de 98 líneas, a las que, para ser enteramente justos, deberíamos agregar dos líneas más por pieza, correspondientes a la fecha y a la firma del prócer.

Ciento dieciséis líneas, a distribuir en 128 días de Protectorado. No alcanza a cumplirse el laborioso aforismo latino: “Nulla dies sine línea”, porque hay 12 días en que la portentosa actividad del Protector se tomó el merecido descanso.

Nuestros lectores deben recordar aquel juicio de desalojo de una pieza de la Recova, que siguió el numen, contra un inquilino cuando ejercía su profesión.

Pues bien, para echar a la calle con su familia y sus bártulos a un pobre hombre, que no podía pagar el alquiler, nuestro prócer elaboró un expediente en que el solo alegato de bien probado ocupaba no menos de cincuenta fojas, o sea diez veces más que todos los trámites que realizó a favor de aquella criatura cuya paternidad le atribuyen.

¡Y a esto le llaman fundador de la democracia y fundador de la Biblioteca!

http://www.revisionistas.com.ar/

Biblioteca Nacional – parte 5

En cuanto a la protección que le dispensó fue bien escasa, y en algunos momentos del todo perjudicial.

Hay, en efecto, también en el Archivo General de la Nación, una carta de José María Romero a Bernardino Rivadavia, en 18 de febrero de 1812, demostrativa de que Mariano Moreno no fue considerado por sus contemporáneos como fundador de la Biblioteca, sino simplemente como Protector oficial de ella; y que en este sentido le prestó tan escasa atención, que más bien la perjudicó, privándola de donaciones que se le habrían hecho, pero que él, “con su indiferencia o desprecio” rechazó.

Esa carta nos revela que Moreno se había interesado por el donativo de cierto Atlas, pero su dueño, José María Romero, no lo tenía ya cuando él lo pidió y ofreció otros libros, que Moreno rechazó desabridamente, ofendiendo al generoso ofertante.

Si Moreno hubiera sido el fundador de la Biblioteca, no habría manifestado tal desabrimiento hacia quien ofrecía lo que tenía y no podía dar lo que ya no tenía; puesto que él mismo, hombre de libros, como abogado que era, no dio a la naciente institución más que una obra, que hace bien pobre figura junto a las cuantiosas donaciones de Belgrano, de Chorroarín, de Segurola, de todos los contemporáneos que de verdad se interesaban por la institución.

El poco entusiasmo de Moreno por la Biblioteca Pública se advierte mejor todavía en el hecho de que, a pesar de los muchísimos libros y del abundante dinero que le entregaron desde el principio, no apresuró su inauguración; y más bien intentó descargarse de esa preocupación pasándola al presbítero Chorroarín.

Y no se diga que fuera imposible andar más rápidamente.

También la Escuela de Matemáticas se fundó en 1810. La Gaceta del 23 de agosto, anuncia que el Vocal de la Junta, doctor Manuel Belgrano, como Protector de ella, prepara con actividad su instalación.

Veinte días más tarde -12 de setiembre-, se realiza, en efecto, la solemne inauguración y pronuncia el discurso de apertura el propio Belgrano y lo sigue en la palabra Felipe Sentenach, el cual elogia “las virtudes y patriotismo que adornan al ilustre Mecenas, quien protege a la Academia”.

Esta alusión a Belgrano revela que la protección dispensada era efectiva y se traducía en acción y en dinero de su bolsillo. Si Belgrano fue tan diligente Protector de la Escuela de Matemáticas, y si además la ayudó como Mecenas y la inauguró personalmente, ¿Por qué no se dice que él fuera su fundador?

¿Y por qué se dice que Moreno fundó la Biblioteca Pública, si solamente fue Protector de nombre y ni siquiera la vio funcionar?

En las listas de donaciones encontramos una del famoso y maltratado obispo Lué, que entrega 500 pesos fuertes, y otra de José Martínez de Hoz, que da tres onzas de oro junto con una preciosa y valiosísima “Geografía Universal”, de Blaeu, en 10 gruesas “in folio” con admirables grabados.

Pero los hermanos Moreno, ni libros, ni dinero. Cuando pocos meses después Mariano Moreno se embarcó para Europa, llevándose la representación diplomática del país, y 20.000 pesos fuertes en el bolsillo, amén de un sueldo fabuloso para la época (8.000 duros al año) pudo acordarse de “su fundación”, y dejarle algún dinero, mas no se acordó.

De esto se deduce lógicamente, que si a Mariano Moreno no le interesaba aquella criatura, es porque no era su padre.

¿Cómo contrasta su actitud con la de San Martín y la de Belgrano!

Después de la batalla de Chacabuco, el Cabildo de Santiago de Chile, en nombre de la nación que acababa de libertar, envía a San Martín 10.000 pesos fuertes en onzas de oro. El mensajero lo alcanza en plena cordillera, camino de Mendoza. El general agradece el obsequio y lo devuelve destinándolo íntegramente a la fundación de una biblioteca pública en la capital de Chile.

Veamos a Belgrano. Cuando después de la batalla de Salta el gobierno argentino obsequió al general Belgrano la suma de 40.000 pesos fuertes, el gran hombre procede en la misma forma, y con generosidad y sin discursos, rehusa el enorme donativo, destinándolo íntegramente para fundar cuatro escuelas, cuya reglamentación él mismo redacta.

¡Qué alaridos triunfales no lanzarían los panegiristas de Moreno, que han hecho tanto ruido alrededor de hazañas insustanciales, si pudieran referir de su héroe algo como esto!

Pero no hay en toda la historia argentina ejemplo de fortuna más parsimoniosamente administrada que la de Mariano Moreno.

Mariano Moreno no podía afirmar haber costeado ni un ladrillo de la casa que ha venido a ser, por obra de la historia dirigida, parte principalísima de su pedestal.

No le dedicó su dinero, dirán sus devotos, pero le consagró sus afanes y su tiempo. ¡Tampoco eso!

Este fue otro de los motivos que nos infiltró la duda acerca de la veracidad de nuestra historia oficial, que es historia dirigida. La displicencia de Moreno hacia la Biblioteca no se mostró sólo en la exigüidad de sus donativos, sino muy especialmente en el descuido de sus deberes de Protector.

Ejemplo de esta incuria es el retardo en el nombramiento de los indispensables bibliotecarios, anunciado como que se hubieran hecho ya en el artículo de La Gaceta, y que no se hizo, porque el Protector demoró dos meses en pedir al Cabildo los fondos para pagarlos.

Biblioteca Nacional – parte 4

En la paternidad de ese artículo periodístico llamado por el historiador Levene “brillante decreto” pretenden ver la prueba de que Moreno fue el fundador de la Biblioteca. Pero en buena lógica de allí sólo se desprende que la Junta lo designó Protector.

¿Qué significa aquel cargo de protector? ¿Era acaso el reconocimiento de que la idea de la fundación había sido suya? De ninguna manera. En las instituciones antiguas existía generalmente un personaje a quien se le confiaba la protección de sus intereses, de sus privilegios, en una forma que lo comprometía a dedicarle toda su diligencia.

Así por ejemplo, en las antiguas universidades se designaba solemnemente un Conservador de los Privilegios, cargo equivalente al que se usó en el Río de la Plata, de Protector de diversas instituciones.

Y así como a nadie se le puede ocurrir atribuir a un Conservador de los Privilegios de la Universidad de París el que se le haya designado tal porque él fuera su fundador, a nadie se le debe ocurrir que el haber sido Moreno protector de la Biblioteca, signifique que también fue su fundador.

Máxime, cuando sólo de nombre fue su protector, pues bien poco se acordó de ella, cosa que también veremos enseguida.

¿Cómo se concibe que si la obra de la Biblioteca hubiera sido suya, habría permanecido tan remiso, en medio del entusiasmo general?

En el “Registro de Donaciones” y en las copiosas listas de suscriptores que publicaba La Gaceta, se leen los nombres más variados y los donativos más diversos; y algunos, por ejemplo los de Belgrano o Chorroarín, se repiten y figuran con una interminable relación de ricos libros; mientras que el nombre de Mariano Moreno sólo aparece una vez como donante de una obra en latín: “Comentarios” de Baldo, de escaso interés, y el de Manuel Moreno no aparece ninguna.

Ambos, sin embargo, hombres de letras, poseían bibliotecas privadas; y el segundo cuando murió en 1857, dejó a sus herederos la más rica biblioteca que hasta entonces había en Buenos Aires.

Existe en el Archivo General de la Nación una nota original de Mariano Moreno, dirigida al Cabildo en 12 de noviembre de 1810, que es una confesión palmaria de que la iniciativa de la Biblioteca era una idea vieja, que no le pertenecía a él.

Moreno invoca allí su calidad de protector, no de fundador, y pide al Cabildo recursos para abonar el sueldo de dos bibliotecarios, y como justificación de tal pedido en tiempos de tanta penuria, les recuerda que la Biblioteca fue proyectada antes de las invasiones inglesas, “por el Cabildo mismo”.

Leamos esto que Moreno escribió de su puño y letra: “El honroso cargo que la Excma. Junta me ha conferido de protector de la Biblioteca pública de esta Ciudad, me pone en la obligación de solicitar todos los arbitrios conducentes a la firmeza y duración de este establecimiento.

“Cuando entraron en esta Capital las tropas del general Beresford se disponía ese Excmo. Cabildo a costear con sus fondos una Biblioteca; y aún los capitulares expulsos no se hallaban distantes de auxiliar la que se está formando”.

¿Puede nadie creer que si él hubiera sido el fundador, habría dejado de aludir a su propia iniciativa, para concedérsela únicamente al Cabildo?

Por el contrario, les recuerda así: los cabildantes anteriores a usted, que fueron expulsados por la Revolución, tuvieron ya, desde antes de las invasiones inglesas la idea de una Biblioteca pública y el deseo de ayudar la que se está formando, sin los recursos oficiales, que yo vengo a pedirles ahora.

Ya veremos más adelante cómo había sido el canónigo Chorroarín el que antes de las invasiones inglesas promovió la fundación de una biblioteca pública.

Entre tanto ya se está viendo, por manifestación del propio Moreno, que él no es más que el protector de una institución cuya idea no le pertenece, pues viene de lejos.

http://www.revisionistas.com.ar