jueves, 30 de septiembre de 2010

Rompimiento de relaciones con Brasil - parte 2

Ahora, arrojados del Plata los europeos disgregadores, Rosas iría necesariamente a la unidad preconizada por su “sistema americano”.

¿Qué se proponía Rosas con el “sistema americano”? Haría la unidad del Plata como hizo la unidad argentina: sin prepotencias, sin herir susceptibilidades, por propia y decidida voluntad de los platinos. Tal vez –y eso temían en Brasil- un Congreso Oriental, legítimamente oriental, se reuniese en Montevideo liberado de extranjeros y extranjerizantes y suscribiese el Pacto Federal. O se formase una nueva Confederación tripartita entre la Argentina, el Estado Oriental de Oribe y la República de Bolivia, donde Manuel Isidoro Belzu, caudillo de fuerte naturaleza popular, simpatizaba abiertamente con el “americanismo” de Rosas.

¿Quién podría impedirlo?… ¿Inglaterra?… Acababa de ser ex pulsada del Plata y en el tratado de 1849 Rosas le había impuesto el reconocimiento del libre derecho de la Argentina y el Estado Oriental para conducir su política interna y exterior… ¿Francia?… Se encontraría en la misma situación, si el convenio de paz firmado por Lepredour en agosto de 1850 fuese ratificado por su Asamblea Legislativa. Solamente quedaba Brasil.

Esta unidad del Plata bajo el “sistema americano” -gobiernos populares, identidad de propósitos, ideales patrióticos- era mortal para el Brasil aristocrático de Pedro II.

Aunque alentaba las esperanzas ocultas de otro Brasil, democrático y abolicionista (1). Pero la aristocracia del café y del azúcar, basada en la obra de mano servil, ¿podría obstar a esa unidad de los escindidos vecinos, a hacerse bajo el signo de gobiernos populares e igualdad de todos los hombres? Por lo menos debería jugarse la carta desesperada de una guerra en el Plata. Y como esa guerra no estaba Brasil en condiciones de llevarla contra el poderoso Rosas, toda su política desde 1844 en adelante había sido procurarse la alianza de los interventores europeos.

Tras el desengaño de los proyectos de convenios de Southern y Lepredour en junio de 1849, alentó una sola y desesperada esperanza: que la Asamblea Nacional francesa, burguesa e intervencionista, donde era predominante la influencia de Luis Adolfo Thiers, no ratificase el tratado de Lepredour que hería la susceptibilidad patriotera de los galos; y buscase –como lo había anunciado el mismo Thiers en enero de 1850- (2) la alianza de Brasil.

(1) “En Río de Janeiro se sorprendió una revolución de negros, cuyos actores y promotores se vio que eran agentes de aquel malvado (Rosas). Al mismo tiempo en Minas y Río Grande se urdían dos más, una con aquel carácter y otra con aspecto político, apareciendo en todas ellas la mano de Rosas” (M. Herrera y Obes a J. Ellauri, 13 de setiembre de 1848, Correspondencia Diplomática de M. Herrera y Obes, I, 192.

(2) Discurso de Thiers en la Asamblea Francesa el 5-1-50 en Gaceta Mercantil 18 de marzo de 1850.

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