jueves, 30 de septiembre de 2010

Rompimiento de relaciones con Brasil - parte 4

Por once meses, Paulino retardará la contienda (de octubre de 1849 a setiembre de 1850) mientras espera la decisión final de Francia en el proyecto convenido en junio de 1849 entre Rosas y el almirante francés Lepredour (al mismo tiempo que convenía el proyecto inglés con Southern). Inglaterra había acabado por resignarse a la imposición de Rosas, y aceptado –noviembre de 1849- que Southern la elevase a tratado. Pero no era la misma la posición de ambas potencias agresoras. Lord Palmerston podía presentarse al Parlamento inglés y decir que se había perdido una guerra colonial, porque la tenaz resistencia de los nativos la hacía muy costosa, y seguirla resultaba un mal negocio. Sin que por eso se estremeciera el Imperio Británico.

Pero Francia era otra cosa. No podía anunciar el ministro Rouher a la Asamblea Legislativa que la guerra en el Plata se había perdido y era imprescindible allanarse a las imposiciones de Rosas, sin que cayera el ministro, el gabinete, el presidente de la República y hasta se erizaran de barricadas las calles de París. El “imperialismo” francés no tenía los móviles comerciales del inglés: era el ansia de volver a antiguas glorias perimidas, de creerse todavía la Francia poderosa de Napoleón o Luis XIV. O una Francia mejor, campeona de la “civilización”, de la “humanidad”, de la “libertad” y otras bellas palabras. Jamás aceptaría la afrenta infringida por un gaucho bárbaro, sobre todo después que las banderas de Obligado habían sido paseadas victoriosamente por las calles de París y llevadas a reposar como trofeos (sino gloriosos, por lo menos logrados) en el panteón de los Inválidos.

Por un momento (enero de 1850) el voto adverso de la Asamblea Legislativa al proyecto Lepredour, y el envío de una fuerza armada “para amedrentar a Rosas” y hacerle aceptar otro tratado “digno del honor de Francia”, hace despertar el optimismo brasileño. No era Rosas hombre de amedrentarse, y por lo tanto la guerra era inminente. Se había hablado en París claramente de una guerra, en caso de no allanarse Rosas: el almirante orleanista Lainé había clamado contra “ese gaucho ensoberbecido que escupe la tricolor”, el legitimista Larochejaquelin se había mofado de los orleanistas y republicanos jaqueados por un “jefe de pandillas”; el bonapartista conde Daru había dicho que “el tratado Lepredour no es un tratado: es una desconsideración”, y Thiers, más arrogante que nunca, después de leer algunos capítulos de las indispensables “Tablas de Sangre” de Rivera Indarte (confeccionadas y pagadas para servir a esos menesteres) había atacado duramente al gobierno “por querer abandonar la Causa de la Humanidad tan sólo porque un monstruo cruel, pero tenaz, se mostraba in tratable”, agregando “que a falta de Inglaterra podríamos encontrar otros aliados”: allí estaba el Brasil “amenazado por Rosas con sublevarle sus inmensas poblaciones de esclavos”, que se prestaría a auxiliar a Francia; allí estaban también los jóvenes “educados a la francesa, que querían y admiraban a Francia” prontos desde Montevideo y Chile a ayudar como en 1838 al país de sus preferencias en la victoria de la Civilización contra la Barbarie. (5)

Llegó a mediados de abril (de 1850) la expedición armada francesa al puerto de Montevideo. Con ella, tremendas instrucciones al almirante Lepredour de hacer otra paz digna del honor de Francia, suavizadas en caso contrario con la orden de “esperar la decisión del gobierno”. El almirante sabe que Rosas no habría de amedrentarse y ordena que la es cuadra no pase de Montevideo para no irritar lo y hacer imposible una negociación. El solo, se adelantará a tratar con el intratable Jefe de los argentinos; conoce a Rosas, y sabe que se le hace hacer un “paso ridículo, un paso vergonzoso”. (6)

(5) Discurso en la Asamblea Francesa, 30 de diciembre de 1849 – Gaceta Mercantil 9/10-3-50 (Extrac. José María Rosa, La caída de Rosas, 240.

(6) Herrera a Lamas, 23 de abril de 1850, Correspondencia Diplomática de M. Herrera y Obes, II 272.

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