lunes, 27 de septiembre de 2010

Prohibido jugar

En 1886, designado por el presidente Juárez Celman, asumió la Jefatura de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires el Coronel Aurelio Cuenca.
Su gestión se inaugura con un edicto “Se prohibe que los menores se entretengan en el juego del barrilete en la vía pública” (1).
En 1892 el Dr. Daniel Donovan a cargo del mismo organismo, con otro edicto prohíbe esta vez “que los menores jueguen a la pelota en las calles de la ciudad” . Los reglamentos de los conventillos obligaban a que los niños no pudieran jugar en los patios (2), razón ésta que sólo les dejaba la calle para poder jugar. La visibilidad que comenzaba a tener la infancia inmigrante en el ámbito público, daría pié a las preocupaciones por su control, no así por su protección.
Entre esos años, el crecimiento de la población argentina fue del 116 % constituyendo la inmigración el aporte principal y Buenos Aires no tardó en convertirse en la ciudad que albergaba el más alto porcentaje de residentes extranjeros.
(1) Morlachetti, Alberto. “Los niños y los oficios callejeros (Fines del siglo XIX - Principios del XX)”. 05/10/06. En www.pelotadetrapo.org.ar
(2) Ponce, Gustavo. “Los hijos invisibles del Estado: consecuencias en la vida adulta de la tutela estatal”. OSIA (Observatorio de Políticas Sociales de Infancia y Adolescencia) UNESCO – SIEMPRO. Los reglamentos de los conventillos que prohibían la permanencia de los niños durante el día, la alta deserción escolar y el desarrollo de prensa como industria -los diarios fomentaban para su venta la existencia de los niños canillitas-, contribuyeron, entre otros factores, a aumentar la presencia de los niños en las calles de Buenos Aires. Cada conventillo tenía un reglamento interno.
En reiteradas oportunidades éstos imponían condiciones arbitrarias a los inquilinos. Por ejemplo prohibían lavar ropa, recibir huéspedes, tocar instrumentos musicales o mantener animales o niños en las habitaciones. El encargado se atribuía el derecho a inspeccionar las piezas a cualquier hora y cerrar la vivienda cuando se le ocurriera. Cualquier infracción servía como excusa para el desalojo.

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