martes, 29 de enero de 2019

El papel del discurso político en Hipólito Yrigoyen


La figura de Yrigoyen sigue siendo un enigma. Existe una versión radical, un tanto mítica, que ha dado lugar a buenos libros. Hacia 1970 David Rock popularizó otra, que combinaba la sociología funcionalista con el marxismo y colocaba a Yrigoyen en el centro de distintas fuerzas sociales: las "clases medias", la "oligarquía", los "consumidores urbanos" y los "trabajadores". Tal esquema es útil para explicar algunas cosas, como la política azucarera de Yrigoyen, pero amputa complemente la cuestión política, difícilmente subsumible en las "clases sociales".

En la última década se ha subrayado un elemento específicamente discursivo del radicalismo: su definición como movimiento, antes que partido, su identificación con la nación o el pueblo y su tendencia a catalogar a los adversarios como enemigos. Esto permite colocar a Yrigoyen en la saga que une a Perón con la tradición facciosa del siglo XIX, caracterizada por la denegación recíproca de legitimidades. Aquí arranca el planteo de Marcelo Padoán, que agrega un elemento complementario: el papel singular del discurso político en la democracia de masas, un enfoque habitual en los estudios sobre peronismo, que Padoán aplica ahora al radicalismo.

Al tema de la nación, Padoán agrega elementos provenientes de lo religioso. Yrigoyen es un apóstol, de legitimidad carismática: un santón, un nuevo Jesús, que látigo en mano expulsa a los mercaderes del templo. Filia esta idea en los escasos dichos de Yrigoyen, y en los de sus seguidores, como Horacio Oyhanarte, y agrega algunas referencias sobre la recepción entre sus simpatizantes. Esta imagen es retomada por sus principales adversarios, los antipersonalistas, que al negarla la confirman: para el senador jujeño Benjamín Villafañe, Yrigoyen es un falso apóstol. Los conservadores y los socialistas prefieren en cambio caracterizarlo como demagogo, es decir como quien se ha desviado de la democracia verdadera, o como un caudillo, es decir, un residuo no tocado por la reforma electoral.

El breve estudio preliminar de Padoán, que introduce un conjunto de documentos interesantes pero conocidos, tiene las características de un trabajo académico inicial, casi un ejercicio, acotado y esquemático, y en sustancia bien orientado y con algunos aciertos destacables. Sobre todo, incita a seguir la investigación, alrededor de diversas líneas. Una de ellas es la construcción discursiva de la figura de Yrigoyen, que merece ser ampliada: cuesta imaginar al pintoresco senador Villafañe, una especie de nacionalista místico, como vocero de un antipersonalismo cuyas figuras conspicuas eran Leopoldo Melo y Vicente Gallo. ¿Por qué no estudiar los periódicos, como "La Fronda", decisivos a la hora de construir imágenes? Con respecto a la recepción de tales imágenes -una cuestión decisiva para entender el proceso de construcción de la ciudadanía-, todo está por hacerse: Yrigoyen debe de haber significado cosas diferentes en la ciudad de Buenos Aires o en Salta, pero no lo sabemos. 

Finalmente, hay que conocer el partido: la máquina electoral radical, eficaz pero llena de conflictos y tensiones que remiten, como punto de unidad, a un dirigente a veces percibido como líder carismático y otras como un insufrible tirano.

El señalamiento de Padoán acerca del componente religioso merece también una ampliación. En todo el mundo occidental, la arraigada tradición religiosa ofrece en abundancia materiales a quienes sepan traducirla en un contexto laico. Pero es necesario agregar a ese input religioso toda la matriz cultural nacionalista que informa al yrigoyenismo.

Finalmente, está la cuestión del abrupto final de la experiencia yrigoyenista en 1930, donde Padoán abre una brecha interesante en un bloque de respuestas sólidamente instaladas en el sentido común: Yrigoyen habría caído como consecuencia de la crisis de 1930, derribado por un golpe militar pro fascista. Ocurre que para sus contemporáneos opositores, Yrigoyen era ajeno y enemigo de las instituciones liberales y democráticas, y estas serían restablecidas mediante una intervención conjunta de civiles y militares, tal como había ocurrido en 1890, 1893 y, sobre todo, 1905. Esta mirada -atenta a lo que pensaban los actores- no reemplaza la otra, sino que la complementa y amplía, y nos ayuda a examinar de manera más comprensiva los problemas de la democracia en nuestro siglo XX. (c) LA GACETA


Por Luis Alberto Romero


lunes, 28 de enero de 2019

Las ideas de Vautier



El Cedodal organiza una muestra de las obras y las ideas urbanísticas de Ernesto Vautier, un arquitecto que quiso cambiarle la cara a la vivienda rural.

Este miércoles se inaugura la muestra del Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana dedicada a la obra y también a las ideas del arquitecto argentino Ernesto Vautier. El Centro que dirige Ramón Gutiérrez busca “rescatar en la arquitectura latinoamericana del siglo XX estos testimonios silenciados, estas voces reducidas a murmullos, estas prácticas tan alejadas del doble discurso que hoy exhiben los ‘lápices de oro’ de una arquitectura al servicio del negocio inmobiliario y del lucro personal”. Es que lo que impresiona de Vautier es su altura moral y su preocupación por temáticas infrecuentes entre nosotros, como la vivienda rural.

Vautier murió a los noventa años en Buenos Aires, la ciudad en la que había nacido en 1899 de un matrimonio de inmigrantes franceses acomodados. En 1921 se recibe de arquitecto en la vieja escuela de Ciencias Exactas, ya dejando rastros de impaciencia ante el dogmatismo del estilo Bellas Artes, de inquietudes sociales típicas de un estudiante de la época de la Reforma de 1918 y de la buena formación técnica y estilística de esos tiempos. Su abuela le regala un pasaje de primera clase a Francia y dinero para un año, que el joven Ernesto transforma en pasaje de tercera y dinero extra para tres años más bohemios. Parte con su amigo y compañero de estudios Alberto Prebisch y en alta mar conoce a la que será su esposa de 44 años.

París significa una aventura intelectual que rápidamente deja afuera a la escuela “convencional”, que poco agrega a la porteña (qué tiempos, ¿no?) y Vautier y Prebisch se dedican más a conocer a Le Corbusier, empaparse de la nueva arquitectura de la época, trabajar con Toni Garnier en Lyon y frecuentar la estupenda colonia argentina de artistas. En 1924, de regreso en Buenos Aires, presentan en conjunto un proyecto de Ciudad Azucarera para Tucumán que les vale el Estímulo del Salón Anual de Bellas Artes. Vautier comienza a trabajar en la Comisión de Estética Edilicia que capitanea el Plan Noel para la ciudad de Buenos Aires, empieza a colaborar en Martín Fierro y se instala como un joven talento renovador.

Hasta 1953, Vautier se dedica a la arquitectura privada y pública, con incursiones en el urbanismo y el paisajismo, y a la docencia. Son años en que comienza a pensar y trabajar en vivienda social urbana y rural, y a formar equipos de trabajo, algo raro en la época, con colegas como Prebisch, Olezza, Bereterbide. Sus obras más importantes de este período son el sanatorio Anchorena, el edificio de Ugarteche y Las Heras, el barrio Sargento Cabral y el paisajismo de la avenida General Paz.

Para 1953, el arquitecto estaba en la ruina económica, aislado por un régimen que no tenía espacio para alguien que no era precisamente paciente con las ortodoxias burocráticas. Ese año lo salva una oferta de trabajo en Colombia: a los 54 años, vuelve a empezar en otro país y realiza un fascinante trabajo de creación de vivienda popular con experiencias de autogestión rural. De esos tiempos data su libro inédito Ruralismo.

Vautier vuelve al país sólo en 1962 y por vía indirecta. Instalado en Montevideo, espera un nombramiento de la Unesco para trabajar en el Africa de habla francesa, que nunca llega. Es entonces que su viejo amigo Prebisch, flamante intendente porteño, lo convoca como asesor y secretario de una comisión con el exótico nombre de “de Eliminación de Tugurios”. Al año siguiente renuncia, convencido con razón de que en realidad no existe la menor intención de eliminar tugurio alguno.

Los años que siguen son intensos, con mucho trabajo en provincias mejorando comunidades rurales y mucha actividad académica. Con una vitalidad llamativa, Vautier sigue activo a edades en que muchos se jubilaron hace rato, de hecho insatisfecho por no ser considerado para ciertas posiciones para las que él no consideraba problema alguno sus ochenta años.

La muestra se inaugura este miércoles y seguirá abierta hasta el 19 en la ya habitual base del Cedodal, el Museo del Banco Provincia en Sarmiento 362. Como siempre, la muestra viene acompañada por uno de esos libros bien cuidados y exhaustivos del Cedodal.

SÁBADO, 30 DE JULIO DE 2005


domingo, 27 de enero de 2019

La historia del fútbol argentino que no se puede barrer bajo la alfombra - Parte 3



El primer Mundial, Uruguay 1930, coincide con el último año del Amateurismo en la Argentina. Y la Selección, que venía de ser subcampeona olímpica y campeona sudamericana, tuvo una actuación destacadísima. El equipo demostró su superioridad en la fase de grupos (derrotó sucesivamente a Francia, México y Chile) y en las semifinales vapuleó a los Estados Unidos, 6-1. La final fue un testimonio de la hegemonía rioplatense: como en Amsterdam, se volvieron a cruzar celestes y albicelestes, el 30 de julio, en el Centenario de Montevideo. Ganó 4-2 Uruguay, tras ir perdiendo 2-1 al cabo del primer tiempo. A los 37 minutos, Guillermo Stábile había marcado su octavo gol en cuatro partidos (no fue titular en el debut ante Francia) y así se consagró como el primer goleador de los Mundiales, con un impresionante promedio de dos goles por encuentro. Tuvieron que pasar 58 años para que otro argentino, Mario Kempes, volviera a ser el máximo anotador de una Copa del Mundo. Por lo incisivo de su juego se ganó el apodo de El Filtrador. Tras jugar en Huracán, fue transferido al Genoa, de Italia.

Más tarde, entre 1939 y 1960, dirigió a la Selección en 127 partidos y ganó siete Sudamericanos. Stábile fue, quizá, el mejor testimonio de que la línea divisoria trazada en 1931 es apenas un hito alimentado por la comodidad y no una verdad con el sostén de la historia. Dicho de otro modo: el fútbol que se jugaba en días de Amateurismo era el mismo que se jugó a partir de la Era Profesional.

En el Amateurismo, fueron consagrados protagonistas, tras el dominio de Alumni y de Lomas Athletic, Racing (9 campeonatos y un subcampeonato), Boca (6 y 3), Huracán (4 y 2), San Lorenzo (3 y 2), Independiente (2 y 2), River (1 y 5), Estudiantes La Plata (1 y 3), Gimnasia La Plata (1 y 1) y el centenario Quilmes (campeón en 1912), todos representantes importantes también en el Profesionalismo. Además, ya se habían jugado todas las primeras versiones de los clásicos. Una pequeña diferencia entre ambas épocas se dio tras la escisión de 1919: el clásico de la Asociación Argentina era entre Boca y Huracán, los dos más ganadores de la década del 20, con cuatro títulos cada uno. Luego, a partir de 1926, volvieron a realizarse los clásicos de siempre. Y las Copas Nacionales se disputaban -como ahora la Copa Argentina o la Supercopa Argentina- con distintos formatos y versiones. Y como ahora ofrecía el carácter de campeón oficial a su consagrado.


Las giras de los equipos argentinos por el exterior, en esos tiempos,también demuestran el destacado nivel del fútbol de esta tierra. En 1925, Boca viajó por España, Alemania y Francia. Y en esa memorable gira que marcó un hito para su popularidad, ganó 15 partidos, empató uno y perdió tres. Su campaña fue tan exitosa que la Asociación Argentina le dio un reconocimiento: lo nombró Campeón de Honor. A partir de aquel viaje la popularidad de Boca se hizo imparable. En 1928 y 1929, Sportivo Barracas anduvo de gira por Brasil, Portugal, España e Italia. Entre otros resultados destacados, venció al seleccionado Carioca (3-2), al seleccionado de la Federación Portuguesa (3-2), al Milan (2-1), al Nápoli (1-0), a la Lazio (2-0) y al seleccionado Paulista (1-0). En 1930 y 1931, Vélez emprendió una larga travesía por Chile, Perú, Cuba, México y Estados Unidos. Jugó 25 partidos, ganó 21 y empató cuatro. También en esos años, Gimnasia La Plata anduvo por Brasil, España, Francia, Alemania, Checoslovaquia, Austria, Italia y Portugal. Y, por ejemplo, derrotó al Real Madrid (3-2) y al Barcelona (3-1).

Es cierto que las dificultades de organización eran frecuentes. Lógico: en los tiempos fundacionales del fútbol, en cualquier rincón del mundo, sucedía igual. O parecido. Por ejemplo, en 1923, en la Asociación Argentina, Huracán y Boca disputaron el campeonato golpe a golpe. Y llegaron al tramo final igualados en 51 puntos. Con una diferencia relevante: a Huracán le faltaba completar un partido. Sin embargo, la Liga dispuso que el título debía definirse directamente en encuentros directos de ida y vuelta. Tras una victoria para cada uno y una igualdad, Boca se impuso 2-0 en el cuarto encuentro y se consagró. Pero estas situaciones curiosas no fueron patrimonio exclusivo de los días románticos. En 1976, Boca y Huracán también disputaron el título. 
Y sucedió otro hecho llamativo: por el modo de disputa (una primera vuelta clasificatoria para una ronda Campeonato, sin arrastre de puntos), el campeón Boca sumó nueve puntos menos que el subcampeón Huracán. Y ya en 2013, Vélez obtuvo un título de Liga (oficial, reglamentario) luego de apenas un partido de 90 minutos frente a Newell's, en Mendoza. La AFA trató de corregirse luego, pero nadie podrá cuestionar esa vuelta olímpica del club de Liniers.

Lo que vino después fue una consecuencia. El profesionalismo fue apenas un detalle organizativo y económico. El fútbol argentino ya estaba en marcha. Y el amateurismo, como etapa, tendrá para siempre el orgullo de su carácter fundacional. Más allá de algunos olvidos u omisiones...



La historia del fútbol argentino que no se puede barrer bajo la alfombra - Parte 2


En el seleccionado campeón de 1925, por ejemplo, jugaba Manuel Seoane, La Chancha, una suerte de Maradona de los tiempos precámbricos. Su caso es emblemático: unió las dos épocas con idéntico sello. El delantero de Gerli, quien con 166 tantos fue el máximo goleador de Independiente hasta 1930, era todo un crack. Ya como profesional, y en sólo tres años, hizo 34 goles en 56 partidos. Es cierta, sin embargo, la creencia de que en aquellos tiempos aún había respeto por el carácter lúdico del deporte más popular. Sirve una anécdota de Seoane: a fines de los años 20, La Chancha le dijo en pleno partido a su compañero Alberto Lalín que le cruzara la pelota para que él convirtiera un gol. Lalín se la pasó y Seoane marcó el tanto. Luego corrió hacia Lalín y le gritó: "Viste, hice el gol". Pero éste lo cortó en seco: "Sí, fue gol, pero así no me divierto". Lalín quería seguir la pared. En ese tiempo la estética vinculada al juego tenía un valor que el tiempo y los mercaderes de la pelota se fueron devorando...

En la consagración de 1927, en Perú, Manuel Ferreira, Nolo, se mostró en la escena internacional como lo que era: un crack, un Profesor. Símbolo de aquel Estudiantes de La Plata que regalaba lujos en tiempos de Amateurismo y que se hizo emblema del buen juego en la primera década del Profesionalismo. Un año más tarde, en los Juegos de Amsterdam, el mundo le dio un apodo que perdura y perdurará: El Piloto Olímpico.

En el Sudamericano de 1929, el de la cuarta vuelta olímpica argentina, Carlos Desiderio Peucelle convirtió apenas un gol (el primero en el 3-0 a Perú, el 3 de noviembre, en el Gasómetro). Entonces, jugaba para Sportivo Buenos Aires (igual que otro integrante de ese plantel: Rodolfo Orlandini). Dos años después, quedaría para siempre instalado en la historia del fútbol argentino: en 1931 River pagó 10.000 pesos por él. De esa transferencia nació el apodo más arraigado al club de Núñez: Millonarios. Ya en el Profesionalismo, Barullo ganó cuatro títulos con La Banda (1932, 1936, 1937 y 1941). Luego, ya como técnico y junto a Renato Cesarini, le dio forma a La Máquina.


Hasta los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, cuando la Selección dirigida por Marcelo Bielsa obtuvo la primera medalla dorada, Argentina había disputado dos finales: en Amsterdam 1928, cuando aún no se disputaban los Mundiales y esta competición era la más distinguida, y en Atlanta 1996. En el equipo que participó en Holanda jugaban, entre otras figuras, Luis Monti y Raimundo Orsi.Doble Ancho y Mumo. El centrojás y el wing. Monti es el único jugador que disputó dos finales sucesivas de la Copa del Mundo para selecciones diferentes (con Argentina en 1930 y con Italia en 1934). Fue un futbolista clave en la primera consagración de la Italia de Vittorio Pozzo. Doble Ancho fue tres veces campeón en el Amateurismo, con la camiseta de San Lorenzo. Orsi fue un paradigma de un puesto que el Profesionalismo fue degradando: el wing. Fue bicampeón con Independiente (1922 y 1926) y ganó cinco ligas consecutivas con la Juventus (de 1931 hasta 1935). Luego jugó en Peñarol y en Flamengo. Y en ambos fue campeón. Era zurdo y gambeteador. Cuentan que si hubiera jugado más tarde, también habría sido imparable. Orsi, además, tenía un detalle que define a aquel tiempo valioso: en las escasísimas y aburridas concentraciones, solía tocar el violín para entretener a sus compañeros.

"El desconocido fútbol sudamericano tomará parte, con Uruguay como representante, en la versión de 1924 en París. Muy poca chance se le adjudicaba e incluso algún periodista europeo los alababa destilando a la par una ironía, al afirmar que resultaba extraño que un equipo hiciera el gran sacrificio del viaje a Europa tan sólo para aprender. Los alumnos demuestran ser mejores que los maestros adjudicándose la medalla de oro al derrotar a Suiza por 3-0 en la final. El fútbol mundial asiste atónito a una de las primeras grandes sorpresas. En 1928 ésta sería por partida doble dado que la Argentina, quizás alentada por el feliz resultado de la incursión de los uruguayos cuatro años atrás, también decide ir a buscar su lugar en el concierto de las naciones... y lo logra. Los vecinos del Río de la Plata son los primeros actores en el escenario de la ciudad de Amsterdam, Holanda, el día de la final. 

Tras un primer empate en un tanto por bando, Uruguay se queda nuevamente con el oro al vencernos por 2-1; la plata adquiere sabor dulce para premiar esta primera aventura europea", señala Jorge Iwanczuk en Historia del Fútbol Amateur en la Argentina.

La historia del fútbol argentino que no se puede barrer bajo la alfombra - Parte 1






El fútbol argentino no nació en 1931. Desde mucho antes ya se disputaban Ligas y Copas, la Selección nacional sumaba títulos a cada paso y algunos equipos daban cátedra en sus giras por el mundo.  El profesionalismo apenas cambió el modo de vincularse entre los futbolistas y las instituciones.

Hay una historia que los medios solían contar: decía y ocasionalmente dice que el fútbol argentino comenzó en 1931. Se trata de una torpeza contada por años y por décadas. Los datos oficiales revelan otra verdad, la verdad. Y sobran los detalles en el recorrido para explicarlo. En ese presunto año fundacional, el mismo campeón de la temporada anterior se llevó el primer título del profesionalismo: Boca. Con el tiempo se trazó una suerte de línea divisoria histórica que ensanchó las distancias entre las competencias locales disputadas hasta 1930 y aquellas que se jugaron a partir del año siguiente. "Un error o una farsa repetida", como dicen muchos de los integrantes del Centro para la Investigación de la Historia del Fútbol (CIHF).

Antes de ese nacimiento que no fue tal hubo otra historia grande y relevante para la Argentina futbolística. Una historia que existe y que se sostiene con episodios significativos e imborrables. Pero no sólo es una cuestión inherente a nuestro fútbol: también pasa en los grandes escenarios. Las líneas divisorias no existen en España, en Italia, en Inglaterra, en Brasil y en tantos etcéteras afines.

En tiempos del amateurismo, la Selección obtuvo cuatro Copas América en la década del 20 (1921, 1925, 1927 y 1929). Esa es, junto con la década del 40, la más exitosa para Argentina a nivel continental. 

En el primer campeón atajaba el icónico Américo Tesoriere y Julio Libonatti (el primer argentino que jugó en el fútbol italiano) era el goleador. "Tesoriere, el de Boca, es el preferido. Y lo demuestra: el arco, invicto en todo el torneo. El final no podía ser de otro modo: Argentina y Uruguay. Y el gol de oro del uno a cero lo conseguirá Julio Libonatti, el rosarino. Un gol que enloquece a los 25.000 espectadores. Sí, 25.000 espectadores que consagran al fútbol como al espectáculo del pueblo. Como no hay alambradas, el público invade la cancha en la pitada final, carga a sus hombros al héroe de Rosario y grita: '¡al Colón, al Colón!'. Así es llevado el héroe desde el estadio de Sportivo Barracas hacia el centro. Pero a mitad de camino hay algunos a quienes el Colón les parece insuficiente y gritan: '¡A la Rosada, a Plaza de Mayo!'. Y allá va la muchedumbre con el gladiador triunfante en hombros, a quien quieren consagrar César. 

Pero Julio Libonatti no actuará ni de tenor ni en el escenario del Colón ni jamás traspasará el umbral de la Rosada. Lo comprarían los italianos para que juegue en el Torino. Así se iniciaba el éxodo de los mejores, un desangre colonial que todavía hoy -y más que nunca- sufre el fútbol criollo", retrata Osvaldo Bayer en el libro Fútbol Argentino.

sábado, 26 de enero de 2019

Discursos: “La llamada crisis moral” - Parte 5


La historia se repite

Recuerdo este antecedente porque el proceso argentino hacia la plena vida democrática es uno solo. Las luchas del pueblo por su emancipación y su bienes­tar se reproducen a lo largo de la historia. También se repiten los métodos para calumniar y sofo­car al pueblo.

Sé perfectamente que la injuria y la calumnia contra nuestro gobierno y contra algunas instituciones fundamen­tales del país, no hacen mella en el pueblo. Su experiencia histórica y su conciencia nacional le pre­vienen debidamente contra la intriga.

Descubre en los censores de la supuesta crisis moral del gobierno a los que se oponen al desarrollo nacional, a la legalidad para todos los argentinos, a la paz social, a una democracia auténtica y sin tutores. Tampoco conmueve esta campaña nuestro ánimo de go­bernantes y de ciudadanos. Somos viejos hombres de lucha y, por serlo, sabemos que los hombres son efímeros y que lo único permanente e invencible es la marcha de la nación hacia su porvenir.

La intriga irá en aumento

Pero considero un deber prevenir a los jóvenes, a la gente de auténtica buena fe, a los patriotas a quienes pre­ocupa la salud moral de su país, porque esta campaña de acusaciones diluidas, de intriga menuda y descrédito contra el gobierno e instituciones del pueblo irá en aumento. Irá en aumento a medida que se logren los objetivos na­cionales de la legalidad y el desarrollo. Irá en aumento a medida que el pueblo vuelva la espalda a los políticos de la conspiración y de la violencia y se vuel­que al ejercicio pacífico de sus derechos ciudadanos.

Cuando el pueblo se exprese masivamente y sin restric­ciones en las urnas y ratifique el mandato que ha conferido a sus representantes, cuando sea evidente que el pueblo argentino apoya los planes de recuperación democrática, de desarrollo económico y de bienestar social, la campaña ya no será dirigida solamente contra el gobierno. Se dirá que el gobierno ha corrompido a todo el pueblo y que no queda otra solución que la dictadura.

Felizmente el pueblo conoce el juego.

Y los sectores fundamentales de la sociedad, los produc­tores y empresarios, los trabajadores, las Fuerzas Armadas y la Iglesia, así como los que, desde el exterior confían y creen en nuestro país, comprueban la falacia de la llamada “crisis moral”. Comprueban que el pueblo está consagrado a trabajar en paz. Que nunca han sido más pacíficas y razonables las rela­ciones entre el capital y el trabajo. Que el nivel de las costumbres y de las relaciones huma­nas es sensiblemente superior al de otras sociedades más antiguas y poderosas que la nuestra. Que la influencia espiritual de la Iglesia mantiene incó­lume la cohesión de la familia y la paz social, hasta el punto de que los sindicatos recurren a la mediación de la alta jerarquía eclesiástica para la solución de difíciles con­flictos.

Comprueban que existe la más amplia libertad de ex­presión y de sufragio. Que el gobierno escucha y contesta a sus oponentes y no vacila en sacrificar supuestas ventajas electorales cuando adopta medidas de saneamiento económico que pueden provocar reacciones populares, como en el caso de la racio­nalización de la administración pública y de los servicios ferroviarios.

Cuando un pueblo trabaja con fe y esperanza

Éste es el clima de orden y de convivencia en el cual los argentinos libran su histórica batalla contra el estan­camiento y la pobreza. Éste es el clima de optimismo patriótico, de nobles sa­crificios por el bien común, que quieren perturbar los in­ventores de la “crisis moral”.

A su consejo pesimista y escéptico, el pueblo argentino responde con las grandes conquistas espirituales y mate­riales que ha tenido con su sacrificio: responde con el afianzamiento de la democracia, con la libertad sindical, can la liberta de enseñanza, con las chimeneas de las nuevas usinas y fábricas, con las nuevas carreteras y oleo­ductos; con el petróleo y el gas que empezamos a exportar a América y Europa.

El pueblo argentino no se siente en crisis, ni está desa­lentado ni confundido. Advierte, sin embargo, la angustia y la crisis de quienes no confían en el pueblo y temen a sus pronunciamientos democráticos. Ésta es la verdadera crisis moral de la que tenemos que preservarnos los argentinos.

Arturo Frondizi



Discursos: “La llamada crisis moral” - Parte 4


Crisis del rumor

La supuesta “crisis moral” se apoya en el rumor y quie­nes lo defienden tienen vieja experiencia en su manejo. El procedimiento les ha dado resultado tantas veces que no reparan en que ahora se mueven ante nuevas condi­ciones.

El rumor pudo prosperar creando enfrentamientos que concluyeran en crisis, cuando estos enfrentamientos esta­ban ya contenidos en el proceso. Pero el rumor no puede hacer mella cuando ataca una obra que comprende y unifica a todos los sectores sociales de la comunidad. Este es nuestro caso y lo digo sin jactancia, puesto que se trata de un hecho.

Petróleo, siderurgia, caninos, petroquímica, son térmi­nos que unifican en su torno. Dan trabajo al obrero, perspectiva de crecimiento al em­presario, ensanchan mercados para el agro, promueven el crecimiento económico de todas las regiones. Cuando se dan estas condiciones, la democracia se hace más auténtica y profunda.

Cuando el pueblo gobierna

No es la primera vez en nuestra historia política que se utiliza este cargo ambiguo de crisis moral. Se lo esgrime cada vez que gobiernan partidos y hombres elegidos por la mayoría auténtica del pueblo. En cambio, jamás se ha habló de la crisis moral dé los gobiernos del fraude. Como radical, no puedo olvidar la sistemática campaña de difamación contra Hipólito Yrigoyen, en sus dos gobiernos.

Este extraordinario caudillo popular, que murió en la pobreza y vivió una existencia austera, fue atacado sin pie­dad y en todos los tonos. También se habló de corrupción y negociados y, con el lema de la “crisis moral”, se instrumentó un movimiento que derrocó al gobierno constitucional en 1930.
Partidos políticos de todas las tendencias, desde la ex­trema izquierda hasta la extrema derecha, estudiantes, pro­fesores y militares, fueron arrastrados a promover la quie­bra del orden institucional, precedente nefasto del cual no se ha repuesto aún la nación. Desde entonces, y durante quince años, se sucedieron gobiernos de facto y gobiernos fraudulentos y minoritarios. 

Ninguno de ellos fue acusado de corrupción por los que derrocaron o contribuyeron a derrocar a Yrigoyen.
Yrigoyen significaba la conquista del poder político por el pueblo. Significaba el avance del país hacia una democracia efec­tiva, de contenido social y popular. Este avance no convenía a ciertos intereses que, dentro y fuera del gobierno, pretendían mantener el control po­lítico de la oligarquía bajo la apariencia de la democracia.

El pueblo apoyaba a Yrigoyen y votó por él, incluso a los pocos meses de su caída. Entonces había que reemplazar al gobierno del pueblo por un gobierno de fuerza. Y la fuerza se pondría en movimiento solamente sí se lograba desacreditar suficientemente al gobierno popular. Cuando se comprobó que el pueblo seguía fiel a sus le­gítimos representantes, no se vaciló en desacreditar al pro­pio pueblo. Se habló entonces del gobierno de la “chusma”. Es decir, se sustentó entonces la teoría de que el pueblo necesita ser tutelado porque no sabe usar de sus derechos. Así se justifican los llamados despotismos ilustrados, así se burla, en la práctica, la tan decantada soberanía popular.


viernes, 25 de enero de 2019

Discursos: “La llamada crisis moral” - Parte 3


Entretanto, paradójicamente; el rumor sobre negociados se vierte una y otra vez en torno de operaciones de menor cuantía. Estos rumores no se concretan en denuncias ciertas, pero persisten. Buscan lesionar el prestigio del gobierno y de los hom­bres que lo integran.

También sería una traición inmoral a los intereses y al prestigio del país, que el gobierno hubiera aceptado cual­quier compromiso político o la más insignificante claudi­cación de la soberanía nacional a cambio de la ayuda fi­nanciera proveniente de extranjero.

No solamente no se nos ha imputado tal traición, sino que desde algunas tribunas políticas y órganos de prensa se nos ha reprochado que fuéramos demasiado lejos en la defensa de la autodeterminación de nuestra política ex­terior. No se nos ha criticado por ser satélites sino por nuestra inquebrantable decisión de no serlo.

Cumple señalar a ese respecto que algunos de los que agitan el estribillo de la crisis moral del gobierno y ciertas instituciones fundamentales, son los mismos políticos que nos critican cuando nos aferramos a la suprema y funda­mental norma ética de un país soberano, o sea la de con­ducir su política internacional conforme al derecho y a los intereses históricos de la Nación Argentina y de nuestra comunidad latinoamericana.

El levantamiento de las proscripciones

Hubo un tiempo en que se nos acusaba de otra inmo­ralidad política, la de cortejar a los partidarios de un movimiento proscrito mediante la promesa de devolverle la legalidad. Ahora ya no se puede imputar mala fe al gobierno cuando se esfuerza por restaurar los derechos cívicos para toda la ciudadanía, porque no hay un solo partido o grupo de la oposición que no se haya expedido públicamente en favor del levantamiento de las proscripciones.

Pero ocurre algo muy curioso: todos están de acuerdo en que hay que terminar con las proscripciones, pero cuando el gobierno intenta instrumentar jurídicamente la igualdad de derechos cívicos, la oposición vuelve a acu­sarlo de pactar con los proscriptos. En otras palabras: es lícito declamar el fin de las pros­cripciones, pero no es moral ejecutarlo en la práctica. Habría que preguntarse, entonces, dónde están la dua­lidad y el oportunismo.

Cuando el único objetivo es desacreditar al gobierno

Todos los procedimientos son buenos para desacreditar al gobierno. Si el gobierno adjudica una obra se dice que alguien del gobierno o un amigo del presidente o del ministro tal o cual tiene interés en que se la ejecute. Si no se la adjudica, se dice que alguien del gobierno o un amigo del presidente o del ministro tal o cual tiene interés en que no se haga la obra. Si se hacen caminos se dice que es para beneficiar a los fabricantes de automotores. Si se privatiza el transporte para que sea más eficiente, se dice que se quiere liquidar al ferrocarril. Si se racionaliza y moderniza el ferrocarril, se dice que se carece de sensibilidad social para adoptar las medidas, aunque se comprueba a diario que el personal voluntaria­mente se retira, cobra importantes indemnizaciones y pasa a revistar en mejores condiciones a la actividad privada.

La única manera de no ser blanco de las críticas sería cruzarse de brazos y dejar las cosas como están. Pero nosotros preferimos que se nos critique porque hacemos cosas.


Discursos: “La llamada crisis moral” - Parte 2


Existencia de un problema moral

Se habla de una “crisis moral” del gobierno, mejor dicho de la conducta de los hombres de gobierno. Nadie atina a definir exactamente los términos de esta crisis moral, pero se repite la frase en todas las tribunas. Resulta por lo menos curioso que, siendo tan varios los temas que comprende la llamada “crisis moral” de que hablan los severos guardianes de la ética, ninguno de ellos tenga sensibilidad para percibir la real crisis de valores morales que en escala mundial afecta a los pueblos de todas las latitudes.

La liberalización de las costumbres -por ejemplo- y la corrupción que avanza a través de ciertas formas innobles del cine, la literatura, el teatro o la televisión, preocupan profundamente a padres de familia, educadores, sacerdotes y gobernantes.

Una verdadera cruzada contra esta ola de inmoralidad, un verdadero esfuerzo por consolidar la familia, la educa­ción de los jóvenes, un verdadero esfuerzo por fomentar el buen cine y teatro, la buena literatura y los buenos progra­mas de televisión, sería realmente saludable y lograría ca­nalizar tanta energía inutilizada en el absurdo empeño de mostrar que los argentinos están siendo gobernados por un grupo de gente que carece de elemental sentido ético.

Como hombre, estoy profundamente preocupado por la crisis de valores éticos que afecta al mundo e incide sobre todos los pueblos, y como Presidente de la República me siento obligado al mayor esfuerzo en colaborar por hacer desaparecer en nuestro país las causas que puedan provocar problemas morales y sus consecuencias.

Por ello, debo señalar que sería más útil al país que la energía utilizada por nuestros críticos en ocuparse de la presunta crisis moral del gobierno y de ciertas institucio­nes fundamentales, fuera dirigida hacia los problemas mo­rales de fondo que conmueven a nuestras sociedades.

La conducta de los gobernantes

Hay muchas formas por las cuales el gobernante puede violar los principios éticos que reglan su función. En nuestra conversación anterior, hablé del “entreguismo”, o sea, el sometimiento de la economía nacional al imperialismo. Esta sería una infracción a la ética del gobernante, pues estaría entregando el control del patrimonio nacional al extranjero, traicionando los intereses de su propio país.

Creo haber demostrado el jueves pasado que en la po­lítica del petróleo y de la radicación de capitales, no sola­mente no nos hemos entregado al extranjero sino que he­mos sentado las bases de una soberanía efectiva al liberar a la nación de los monopolios ligados a la importación de combustibles y materias primas y de maquinarias que pue­den fabricarse en el país.

Otra violación a la ética administrativa sería que, en estas negociaciones con el capital internacional, el presi­dente de la Nación, sus ministros o simples particulares vinculados al gobierno practicaran como socios o comisio­nistas del contrato.
Hemos concertado convenios que significan la inversión de centenares de millones de dólares, pero nadie ha denun­ciado concretamente la menor irregularidad ni el menor en­riquecimiento de los funcionarios actuantes, aunque hu­biera sido fácil arrojar sombra sobre negociaciones de tan elevado monto.

Los contratos petroleros resultan excepcionales, no sólo por su importancia económica sino porque fueron suscrip­tos por un método también y realmente excepcional.

Por acuerdo directo y sin licitación.

La opinión pública nacional e internacional justificó el procedimiento y nadie con seriedad ha impugnado la honradez de las tratativas. En el exterior se lo ha elogiado unánimemente. Pues bien, estos contratos, que importan cientos de mi­llones de dólares, no han maculado a ningún funcionario y llevan tres años en ejecución.


Discursos: “La llamada crisis moral” - Parte 1


Discurso del presidente Arturo Frondizi transmitido por radio y televisión, el 22 de febrero de 1962.

Reanudo hoy mi diálogo con el pueblo. Insisto en calificar estas conversaciones de “diálogo” aunque sea sólo mi persona la que aparece en la pantalla y mi voz la que se escucha. Los interlocutores existen y dialogan con el gobierno diariamente desde las columnas de una prensa libre, desde las tribunas de los partido políticos, desde los recintos legislativos y desde el seno le cada hogar argentino.

Es un síntoma de vitalidad democrática esta preocupa­ción del pueblo por la cosa pública y esta vigilancia activa y constante que se ejerce sobre la conducta de los go­bernantes. A mí me satisface profundamente este control y no podría gobernar si dicho control no existiera.

Estoy constantemente infamado de las reacciones y opi­niones de la ciudadanía. Lo primero que hago por la mañana es leer los diarios y por la noche sintonizar con frecuencia las mesas redon­das y las entrevistas que la radio y la televisión dedican a la discusión de los grandes problemas nacionales. Esta es la voz de la opinión pública, el interlocutor múl­tiple y variado, que se escuda a diario.

Como gobernante he recogido muchas veces las obser­vaciones y sugestiones constructivas de los críticos. Me he rectificado cuando las conceptué justas y he ad­mitido que nadie es infalible, y menos el gobierno de un país que se transforma velozmente y que está haciendo una nueva experiencia en su historia.

Diálogo con la oposición

Pero hay otro género de crítica que sólo se expresa en palabras, en conceptos generales de extrema y deliberada vaguedad. Y a esta crítica de gobernante no puede contestar sino con refutaciones como las que intento hacer aquí. Estoy pues dialogando con mis críticos, que han ini­ciado este diálogo desde sus órganos de expresión.

Sería injusto negar al gobernante el derecho de respon­derles, pues la democracia es una calle de doble mano, por la que circula con el mismo derecho, el gobierno y la oposición. Si sólo pudiera circular el gobierno estaríamos sufriendo una dictadura. Si sólo pudiera circular la oposición estaríamos sumidos en la anarquía. El equilibrio de la libertad consiste en la sabia conviven­cia de ambos términos y en pie de igualdad.

Las formas de la democracia

Las formas de una democracia adulta son muy simples y de vigencia universal: el pueblo elige a sus gobernantes, estos gobiernan conforme a una Constitución y dentro del mecanismo de la división de poderes, y garantizan al pue­blo todas las libertades constitucionales de criticar, acusar y remover a los malos funcionarios y al propio presidente de la Nación. Dentro de una democracia, la oposición tiene una función irrenunciable de control. El gobierno tiene la obligación de ampararla y respe­tarla. Incluso, aunque no esté obligado jurídicamente a ha­cerlo, puede el gobierno aceptar criterios y observaciones de la oposición, cuando se concretan adecuadamente.

Si la oposición denuncia un acto irregular del gobierno, el incumplimiento de sus deberes por parte de algún fun­cionario o cualquier hecho que comprometa la moral admi­nistrativa, el gobierno tiene el deber de investigar el cargo y de dar intervención a la justicia cuando se impute la comisión de un delito. Nuestro gobierno así lo hizo en las ocasiones en que se denunció algún hecho concreto. Se ordenó una amplia investigación del Poder Ejecutivo o del Congreso y se enviaron los antecedentes a la justicia.

Sin embargo, hay una acusación que escapa a toda com­probación material. Es la acusación que se hace en términos tan generales y ambiguos que es imposible confrontarla con los hechos. De esta acusación imprecisa quiero ocuparme hoy.


jueves, 24 de enero de 2019

Ranqueles



El nombre Ranquel significa “gente del zorro o del agua”. Estos aborígenes eran nómadas. Destacaron por su caballería y su espíritu guerrero, su indiferencia ante el dolor, su resistencia y terquedad. Su mejor para caminar gauchos.

La cultura de los Ranqueles es un pueblo nativo que habitó un territorio que actualmente forma parte de la República Argentina. Originalmente eran parte de los antiguos pampas del norte o boreal Tehuelche (éstos se incluyen en el grupo caliente del jesuita Thomas Falkner), Puelches y relacionados Huarpes el grupo Pehuenche.

El nombre ‘ranquel “es el idioma español, castellanización su autodenominación: Rankülche o ragkülche -rankül (bastón o caña) y el Che (persona, personas) en ranqulche (Che Dungun) – que significa gente de la caña’).

Cuando los cazadores, nómadas y durante gran parte del siglo XIX se mantuvieron en alianza con las tribus tehuelches que allanaron el llamado Malone (porque corrian blanco gradualmente sus fronteras hacia el interior en secreto) en la parte occidental de la provincia de Buenos Aires y la parte sur de la provincia de Córdoba, como los Mendoza, San Luis y Santa Fe.

Ubicación

Ranqueles es un grupo étnico nativo de Argentina, que forma parte de la cultura mapuche, aunque sus primeros componentes fueron básicamente fuente caliente y el grupo dominante Tehuelche y huárpidos del grupo mapuchizado Pehuenches. El denominador de ranquel es la “castellanización” de su autodominación: Rankulche o ragkülche: rankül -caña o carrizo-, che -man, gente- en Mapudungun; es decir, “la gente está bromeando o agudo”.

Según la historia de los ranqueles, esta cultura era un subconjunto de la cultura de los  Tehuelches, es por ello que sus orígenes están relacionados con estas culturas principales: Puelches de Mamülche (del mapudungun: MAMUL: madera, che: gente, la gente de la montaña), que consistía en varias tribus: salineros (chediches) jarilleros, meda Nero (looches), de chañares (chicalches).

En cuanto a las arcillas (canoaoches) y Carrizal (rank), cubriendo un territorio que estaba en medio del río Río Negro, Neuquén, el río Grande, el río Diamante, sur de la provincia de San Luis, al sur de la provincia de Córdoba, al sur de la provincia de Santa Fe y la franja al oeste de la provincia de Buenos Aires.


domingo, 13 de enero de 2019

Bayer, Rauch y Arbolito


Por la identidad

El venerable escritor y periodista junto a la banda de folklore-rock, viajaron a la ciudad de la provincia de Buenos Aires para difundir una verdad histórica. Hubo polémica por los medios, discursos y un show que levantó la temperatura de un fin de semana atípico.

”Este pueblo lleno de niños y árboles no merece llevar el nombre de un genocida...” Osvaldo Bayer clavó su mirada en el millar de personas ubicadas en el anfiteatro de Rauch, una pequeña ciudad del centro-sur de la provincia de Buenos Aires. “Ese coronel prusiano era de una crueldad terrible. A los indios les hacía el degüello corbatita para ahorrar en balas. Yo no podría vivir en una ciudad llamada así.” Bayer esperaba este momento desde 1963, cuando propuso por primera vez su iniciativa. En aquel entonces la pasó mal: gobernaba el país José María Guido y su ministro del Interior justamente era Juan Rauch, el bisnieto del citado coronel. Así, cuando regresó a Buenos Aires, Bayer fue detenido por la policía. Cuarenta años después volvió a la ciudad en compañía de Arbolito, la banda que debe su nombre al justiciero que le cortó la cabeza al militar. “Cuanto más justo sería que la ciudad se llamara así”, remató el autor de La Patagonia rebelde. 
Precedidos por un canto con cultrum de dos miembros de la Comunidad Mapuche “Peñimapu”, los Arbolito se despacharon con gatos, chacareras, cuecas, candombes y huaynos. Unos treinta seguidores del grupo llegados de Mataderos, San Martín, Flores, San Telmo y Caballito, más el entusiasmo de los estudiantes de la ciudad anti-Rauch, produjeron un ritual tan extraño como inolvidable. La canción “Arbolito”, justamente, terminó de concretar el objetivo de la visita del grupo y del sabio anarquista. “Oye, mi niño, parece ha cambiado la suerte / son esos hombres de arriba cargados de muerte / traen sus armas que queman la piel si te dan / quieren quedarse la tierra, los bosques y el mar... Arbolito, tu lanza, nuestro camino / Arbolito, las pampas son tu destino...”, cantó Agustín, arrancando el único y más que simbólico aplauso de Alberto, descendiente directo de tehuelches. Llegaron después, discurso de Bayer mediante, el hermoso “Huayno del desocupado” (“Chupa tu matecito, el hambre se va / sólo por un ratito el hambre se va / las manos rechazadas / la cabeza cansada / y Dios que no se ha vuelto a mirar acá”), “La arveja esperanza” y “Si me voy antes que vos”, de Jaime Roos. 
La jornada tuvo también su toque de actualidad. “La idea de hacerle una estatua a Rauch –con esa cara de oler mal– en el medio de esta hermosa plaza proviene de épocas de la dictadura”, había denunciado Osvaldo en una atípica conferencia de prensa anterior al recital, que incluyó aplausos, pocas preguntas y la intervención de algunos “rauchistas”. “Es muy romántica su idea pero, ¿cambiamos algo con eso?”, preguntó uno de ellos. Respondió Bayer: “Entonces no juzguemos a Videla, no juzguemos a Suárez Mason. Después de todo, hubo desaparecidos, pero no estábamos tan mal. Es decir, hay explicación para todo... Pero hay algo que se llama ética y sin ella no se da un paso adelante pensando en nuestros hijos y nietos. Los hacemos vivir en una ciudad que lleva el nombre de un asesino”. El acto repercutió en los 14 mil habitantes de la ciudad. Al otro día, la radio y la televisión locales reprodujeron las diferentes opiniones de la gente respecto del tema. Muchos reaccionaron contra Bayer, más que contra su idea. “¿Quién es este intelectual para meterse con nuestras raíces?”, dijo un oyente de una radio FM. “Ahora me levanto y me encuentro con que mi pueblo se llama Rosita”, expresó otro, bastante molesto. Otros se enteraron in situ que Federico Rauch había sido un genocida. “Realmente no sabía que había matado a 400 indios”, dijo una mujer. Algunos, en cambio, vieron bien que se proponga el cambio de nombre de la ciudad. Y hasta circuló la idea de realizar un plebiscito. Pero Jorge Petreigne, flamante intendente de Rauch –que ya gobernó durante la última dictadura militar-, vivió el fin de semana largo como si nada hubiese pasado. Y su padre historiador, Jorge Petreigne, reivindicó el accionar del coronel prusiano. La verdad histórica, comprobadísima, la habían develado Bayer y su brazo musical, Arbolito.




sábado, 12 de enero de 2019

Coronel Federico Rauch, el guardian de las fronteras


Nacido como Friedrich Rauch el 9 de Agosto de 1790 en Weinheim, Großherzogtum Baden, estado de Baden-Würtemberg en las confederaciones del Rhein (unificados por Prusia, hoy Alemania). Luchó en el ejército prusiano de Blücher contra Napoleón; y ya caído el corso tirano, se embarcó hacia las Americas.

Arribó al puerto de Buenos Aires el 23 de marzo de 1819, y siguendo los pasos de otros oficiales alemanes llegados a las pampas -como el célebre barón de Holmberg a las ordenes de Belgrano durante la guerra de Independencia-, se unió al ejército criollo de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Debido a su experiencia, fué destinado a las agitadas fronteras con el indio.
Su presencia en el extremo sur de Buenos Aires, fué muy apreciada por los colonos y estancieros, ya que bajo su comando se libró una lucha de extrema dureza contra los indios. Realizaba constantes patrullas, atacába sin más a los guerreros de lanzas y no solía tomar prisioneros. Fué galardonado por sus acciones, y así se lo llegó a conocer como el "guardían de las fronteras".

Entre 1827 y 1828, el Crnl. Rauch lidero tres campañas militares durante las cuales la frontera se situó en Melincué, pasando por el fuerte Federación (fundado el 27 de diciembre de 1827, siendo el origen de la ciudad de Junín), el 25 de Mayo y Tapalqué, hasta el cabo Corrientes. Todas ellas fueron en represalia a los constantes malones que asolaban la región, saqueando animales y masacrando pobladores de los asentamientos rurales.



Primera campaña: partió el 25 de octubre de 1826 con 800 soldados desde Toldos Viejos, unos 50 km al suroeste de Dolores.
Segunda campaña: se inició en noviembre de 1826 con 1.200 soldados de los Regimientos 5º, 6º y 7º de Caballería de Línea.
Tercera campaña: partió a fines de enero de 1827.
En los tres casos, el éxito fue total, causando enormes daños a los tolderíos indígenas, recobrando ganados y liberando cautivas. El poeta rivadaviano Juan Cruz Varela futuro instigador del asesinato de Dorrego, escribió en 1827, estos versos elogiando al militar:

“Joven terrible, rayo de la guerra
espanto del desierto,
cuando vuelves triunfante a nuestra tierra
del negro polvo de la lid cubierto,
te saluda la Patria agradecida
y la campaña rica
que debe a tu valor su nueva vida
tus claros hechos, y tu honor pública”.

El 24 de febrero de 1827, el presidente Bernardino Rivadavia emitió un oficio que servía como preámbulo a la entrega de un sable en honor del prusiano.

En sus partes militares el coronel Rauch se refería en esta forma a los indígenas derrotados:

“Hoy, 18 de enero de 1828, para ahorrar balas, degollamos a 28 ranqueles”.

En marzo de 1828, Rauch asume la comandancia del Fuerte Federación, relevando al comandante Bernardino Escribano, quien había pedido licencia por enfermedad. En una carta que envía al gobierno, Rauch describe el deplorable estado del fortín:

“(...) las familias están a la intemperie; por la carestía de géneros y el escaso sueldo de los maridos se hallan medio desnudas".


Derrota y muerte


Tras la revolución de diciembre de 1828, en la cual el general Juan Lavalle depuso al gobernador federal Manuel Dorrego, Rauch tomó partido por el jefe revolucionario. Solicitó permiso al nuevo gobernador para retirarse a Buenos Aires, por lo que el mando de Fuerte Federación pasó nuevamente al coronel Escribano, también hombre de Lavalle.

A principios del año siguiente volvió a salir en campaña, para enfrentar a los federales, que estaban conducidos por Juan Manuel de Rosas, que tenía gran apoyo entre los gauchos y los indígenas. Las acciones de los aborígenes en contra de las fuerzas unitarias forzaron a Lavalle a valerse de Rauch para enfrentarlos.

El 28 de marzo de 1829, "el guardian" lideraba a las fuerzas unitarias conformadas por tropas de línea del ejército y salteadores pampas -aborígenes enemigos de los ranqueles- para enfrentar a los federales hacia el pago de Las Vizcacheras. Cuando se entabla el combate, Rauch cargó con su propia columna al centro de las fuerzas federales que iban acompañadas de indios ranqueles. Arrolló con el enemigo a su paso en una carga desesperada, sin percatarse de que sus dos alas a los flancos eran derrotadas. Eventualmente és rodeado, y en medio de la lucha su caballo cáe impactado por boleadoras. En instantes el coronel prusiano és lanceado por el jefe ranquel Nicasio Maciel, apodado "Arbolito", junto al coronel Nicolás Medina.
Decapitado por los vencedores, su cabeza fué primeramente arrojada en la puerta de la madre del después coronel federal Prudencio Arnold, a quien Rauch supuestamente había jurado matar, y luego llevada en triunfo a la ciudad de Buenos Aires y arrojada en una calle céntrica en señal de desafío. Muestra de la barbarie de la época.

La tenacidad de Rauch en batalla contra los indios fué de gran provecho para las nuevas generaciones de oficiales que le sucedieron. Uno de sus lugartenientes de las fronteras, el futuro Tte. Coronel Hilario Lagos, grácias a la experiencia bajo el mando de Rauch, fué puesto a la cabéza de toda una división (la 5ª) durante la Campaña del Desierto del Gral. Roca.



https://www.zona-militar.com/foros/threads/coronel-federico-rauch-el-guardian-de-las-fronteras.31738/

Los cinco pesos de Güemes




Motivo del anverso

En el campo central presenta el rostro del Gral. Güemes con vista lateral derecha, en el arco inferior se lee “GRAL. MARTIN MIGUEL DE GÜEMES” y en el superior, “REPUBLICA ARGENTINA”.

Motivo del reverso

En el campo central, realizado con fondo mate, muestra el valor facial en números “5” sobre la palabra “PESOS” símil incuso. Rodeando, fecha conmemorativa “17 de JUNIO de 1821”, el año de acuñación “2000”, y una rama de laurel. El eje de giro de la moneda es vertical.


VALOR FACIAL
$5
EMISIÓN
16/06/00
CALIDAD
Brillant Uncirculated
METAL
Oro (Au 900/Cu 100)
PESO
8.064 gramos
DIÁMETRO
22 mm 
PRESENTACIÓN
Estuche de vélvetex
CECA
Sociedad de Estado Casa de Moneda
ACUÑACIÓN
1,000 unidades

https://www.bcra.gob.ar/MediosPago/Monedas_Alusivas_al_Gral_Guemes.asp

jueves, 10 de enero de 2019

El amor otoñal de Julio Argentino Roca - Parte 2


Roca enviudaría en 1890. Fue ministro de guerra y la realización de la campaña al desierto, ordenada por el presidente Nicolás Avellaneda, en cumplimiento de una ley del Congreso Nacional, lo catapultó a la presidencia en 1880. Fue, hasta hoy, el hombre que más tiempo ocupó la primera magistratura (12 años completos) y su obra de gobierno fue gigantesca.

Entre 1880 y 1904, cuando terminó su segunda presidencia, la Argentina cuadruplicó su población, multiplicó por diez su red ferroviaria, se convirtió en el primer exportador de granos, y diseñó uno de los mejores sistemas educativos del mundo. La marina de guerra se convirtió en la más poderosa de la región.

Todas las capitales de provincia tuvieron agua corriente. Una vez terminada cada presidencia, Roca viajó a Europa, pensando que la presencia en el país del presidente retirado era una incomodidad, al menos, para el nuevo mandatario. Así pudo comparar el progreso argentino entre 1880 y 1904, ya que en su segundo viaje, su comitiva fue objeto de múltiples homenajes, a pesar de no revestir ningún cargo público.

Roca lo tomaba como un reconocimiento de los países europeos a los notables avances económicos, sociales y políticos que la Argentina había conseguido en tan pocos años. En su entrevista con el rey de Inglaterra, Eduardo VII, y hablando de bueyes perdidos, comentaron que el argentino no hablaba muy bien inglés. Así fue que el inglés le recomendó lo siguiente: “Better a bed teacher, not a bad teacher” (Mejor un profesor de cama, que un mal profesor) haciendo un juego de palabras.

Le propuso tener una amante. Durante una temporada de descanso en Niza, Roca observó que una dama joven y bella miraba en lontananza, como huyendo de un recuerdo, en el vestíbulo del hotel.
Galante, le envió un ramo de flores, que fue aceptado, y así nació su relación con Elena, una rumana que se convirtió en el amor otoñal del viejo general. Viajaron juntos por Europa, y finalmente llegaron a la capital argentina, desde donde se fueron a “La Larga”, la estancia que la provincia de Buenos Aires le entregara al conquistador del desierto, en pago por sus servicios, en la zona de Daireaux.

Allí, Roca ordenó construir una casa, a mil metros del casco familiar, para su amada. Aún hoy se la conoce como la “casa de la madama”. Él la visitaba discretamente, pero el romance trascendió y sus hijas tomaron cartas en el asunto. Le pidieron una reunión al padre y le requirieron acabar con la relación ya que era un escándalo, tratándose de una figura pública.

El “Zorro” las miró con cariño, y solucionó el tema con facilidad: “Tienen razón, voy a casarme con esa señora”. Las hijas, perplejas, se retiraron y no volvieron a tratar el asunto. Y Roca aumentó su discreción. El 19 de octubre de 1914 murió Julio Argentino Roca en su casa de Buenos Aires.

Quedaron pendientes dos asuntos: el reconocimiento legal de su hija Carmen y la situación de su amada Elena. Los hijos fueron implacables: a Carmen la excluyeron de la herencia luego de un largo juicio sucesorio; y a Elena la desalojaron de la casa que el viejo general le había regalado.

Quizá el incendio del casco de la estancia “La Larga” haya sido una venganza deseada por la amante del general. La casa de la madama aún sigue en pie. Un amor otoñal que hubiera merecido mejor suerte.
El amor de Roca con Guillermina de Oliveira César queda para otro relato, ya que trascendió a todos los otros amores del general. 



El amor otoñal de Julio Argentino Roca - Parte 1


17 de julio de 1843. La provincia de Tucumán era gobernada por Celedonio Gutiérrez. Y en Las Talitas, el coronel José Segundo Roca, compartía con su esposa, Agustina Paz, la alegría por la llegada de su tercer hijo: Alejo.

Al bautizarlo, en un acto de reafirmación patriótica, le agrego al nombre elegido Julio Argentino, en memoria de la Independencia de 1816. Fue criado en una familia de ocho hermanos, siete varones. Desde pequeño, Julio mostró vocación militar, acentuada por su admiración hacia el padre.

Será destinado al Colegio del Uruguay, idea de Urquiza concretada como la primera escuela laica del país. 

El entrerriano pidió a cada provincia, imitando a Rivadavia y su Colegio de Ciencias Morales, un par de jóvenes con la expectativa de construir una élite intelectual para el país que se venía.

Corría 1855. En Concepción del Uruguay, Roca dio muestras de picardía y astucia que le valieron el mote que llevaría para siempre: “el Zorro”. Elegirá las artes militares, y su fidelidad al jefe, por entonces Urquiza, se hará costumbre y lo llevará a combatir siempre del lado de la Constitución y la ley. Nunca participó de movimientos revolucionarios ni de intrigas militares.

Para conspiraciones y misterios estaba la política, y a ella se dedicó con pasión, sin resignar nunca su carácter militar. Combatió en Cepeda y en Pavón. A fines de la década de 1860, volvió a su tierra natal y tuvo un arrebatado romance con Ignacia Robles, a la que dejó sin saber que estaba embarazada. Mucho tiempo después su hija lo buscaría y lo encontraría en su casa.

El mayordomo la atendió, y cuando Roca le pregunto su parecer, Gumersindo le dijo: “Esta mujer dice que es su hija, y la verdad, es igual a usted”. Roca y Carmen mantuvieron una relación bastante cordial para siempre. Luchó en el ejército aliado durante la Guerra de la Triple Alianza, contra el Paraguay.
Participó de la represión a las revoluciones de 1874 y 1880. Llegó a ser el general más joven del país, con 31 años, logrando todos sus ascensos en combate. 

Destinado a la frontera sur, en la lucha contra los indios, conoció a su esposa: Clara Funes, hija de una de las familias ancestrales de la “Docta”. Con Clara tuvo un matrimonio formalmente cordial, pero sin demasiada pasión. Nacieron siete hijos, llegando seis a edad adulta: cinco mujeres y un varón.