jueves, 10 de enero de 2019

El amor otoñal de Julio Argentino Roca - Parte 1


17 de julio de 1843. La provincia de Tucumán era gobernada por Celedonio Gutiérrez. Y en Las Talitas, el coronel José Segundo Roca, compartía con su esposa, Agustina Paz, la alegría por la llegada de su tercer hijo: Alejo.

Al bautizarlo, en un acto de reafirmación patriótica, le agrego al nombre elegido Julio Argentino, en memoria de la Independencia de 1816. Fue criado en una familia de ocho hermanos, siete varones. Desde pequeño, Julio mostró vocación militar, acentuada por su admiración hacia el padre.

Será destinado al Colegio del Uruguay, idea de Urquiza concretada como la primera escuela laica del país. 

El entrerriano pidió a cada provincia, imitando a Rivadavia y su Colegio de Ciencias Morales, un par de jóvenes con la expectativa de construir una élite intelectual para el país que se venía.

Corría 1855. En Concepción del Uruguay, Roca dio muestras de picardía y astucia que le valieron el mote que llevaría para siempre: “el Zorro”. Elegirá las artes militares, y su fidelidad al jefe, por entonces Urquiza, se hará costumbre y lo llevará a combatir siempre del lado de la Constitución y la ley. Nunca participó de movimientos revolucionarios ni de intrigas militares.

Para conspiraciones y misterios estaba la política, y a ella se dedicó con pasión, sin resignar nunca su carácter militar. Combatió en Cepeda y en Pavón. A fines de la década de 1860, volvió a su tierra natal y tuvo un arrebatado romance con Ignacia Robles, a la que dejó sin saber que estaba embarazada. Mucho tiempo después su hija lo buscaría y lo encontraría en su casa.

El mayordomo la atendió, y cuando Roca le pregunto su parecer, Gumersindo le dijo: “Esta mujer dice que es su hija, y la verdad, es igual a usted”. Roca y Carmen mantuvieron una relación bastante cordial para siempre. Luchó en el ejército aliado durante la Guerra de la Triple Alianza, contra el Paraguay.
Participó de la represión a las revoluciones de 1874 y 1880. Llegó a ser el general más joven del país, con 31 años, logrando todos sus ascensos en combate. 

Destinado a la frontera sur, en la lucha contra los indios, conoció a su esposa: Clara Funes, hija de una de las familias ancestrales de la “Docta”. Con Clara tuvo un matrimonio formalmente cordial, pero sin demasiada pasión. Nacieron siete hijos, llegando seis a edad adulta: cinco mujeres y un varón.


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