sábado, 26 de enero de 2019

Discursos: “La llamada crisis moral” - Parte 5


La historia se repite

Recuerdo este antecedente porque el proceso argentino hacia la plena vida democrática es uno solo. Las luchas del pueblo por su emancipación y su bienes­tar se reproducen a lo largo de la historia. También se repiten los métodos para calumniar y sofo­car al pueblo.

Sé perfectamente que la injuria y la calumnia contra nuestro gobierno y contra algunas instituciones fundamen­tales del país, no hacen mella en el pueblo. Su experiencia histórica y su conciencia nacional le pre­vienen debidamente contra la intriga.

Descubre en los censores de la supuesta crisis moral del gobierno a los que se oponen al desarrollo nacional, a la legalidad para todos los argentinos, a la paz social, a una democracia auténtica y sin tutores. Tampoco conmueve esta campaña nuestro ánimo de go­bernantes y de ciudadanos. Somos viejos hombres de lucha y, por serlo, sabemos que los hombres son efímeros y que lo único permanente e invencible es la marcha de la nación hacia su porvenir.

La intriga irá en aumento

Pero considero un deber prevenir a los jóvenes, a la gente de auténtica buena fe, a los patriotas a quienes pre­ocupa la salud moral de su país, porque esta campaña de acusaciones diluidas, de intriga menuda y descrédito contra el gobierno e instituciones del pueblo irá en aumento. Irá en aumento a medida que se logren los objetivos na­cionales de la legalidad y el desarrollo. Irá en aumento a medida que el pueblo vuelva la espalda a los políticos de la conspiración y de la violencia y se vuel­que al ejercicio pacífico de sus derechos ciudadanos.

Cuando el pueblo se exprese masivamente y sin restric­ciones en las urnas y ratifique el mandato que ha conferido a sus representantes, cuando sea evidente que el pueblo argentino apoya los planes de recuperación democrática, de desarrollo económico y de bienestar social, la campaña ya no será dirigida solamente contra el gobierno. Se dirá que el gobierno ha corrompido a todo el pueblo y que no queda otra solución que la dictadura.

Felizmente el pueblo conoce el juego.

Y los sectores fundamentales de la sociedad, los produc­tores y empresarios, los trabajadores, las Fuerzas Armadas y la Iglesia, así como los que, desde el exterior confían y creen en nuestro país, comprueban la falacia de la llamada “crisis moral”. Comprueban que el pueblo está consagrado a trabajar en paz. Que nunca han sido más pacíficas y razonables las rela­ciones entre el capital y el trabajo. Que el nivel de las costumbres y de las relaciones huma­nas es sensiblemente superior al de otras sociedades más antiguas y poderosas que la nuestra. Que la influencia espiritual de la Iglesia mantiene incó­lume la cohesión de la familia y la paz social, hasta el punto de que los sindicatos recurren a la mediación de la alta jerarquía eclesiástica para la solución de difíciles con­flictos.

Comprueban que existe la más amplia libertad de ex­presión y de sufragio. Que el gobierno escucha y contesta a sus oponentes y no vacila en sacrificar supuestas ventajas electorales cuando adopta medidas de saneamiento económico que pueden provocar reacciones populares, como en el caso de la racio­nalización de la administración pública y de los servicios ferroviarios.

Cuando un pueblo trabaja con fe y esperanza

Éste es el clima de orden y de convivencia en el cual los argentinos libran su histórica batalla contra el estan­camiento y la pobreza. Éste es el clima de optimismo patriótico, de nobles sa­crificios por el bien común, que quieren perturbar los in­ventores de la “crisis moral”.

A su consejo pesimista y escéptico, el pueblo argentino responde con las grandes conquistas espirituales y mate­riales que ha tenido con su sacrificio: responde con el afianzamiento de la democracia, con la libertad sindical, can la liberta de enseñanza, con las chimeneas de las nuevas usinas y fábricas, con las nuevas carreteras y oleo­ductos; con el petróleo y el gas que empezamos a exportar a América y Europa.

El pueblo argentino no se siente en crisis, ni está desa­lentado ni confundido. Advierte, sin embargo, la angustia y la crisis de quienes no confían en el pueblo y temen a sus pronunciamientos democráticos. Ésta es la verdadera crisis moral de la que tenemos que preservarnos los argentinos.

Arturo Frondizi



No hay comentarios.:

Publicar un comentario