domingo, 27 de enero de 2019

La historia del fútbol argentino que no se puede barrer bajo la alfombra - Parte 2


En el seleccionado campeón de 1925, por ejemplo, jugaba Manuel Seoane, La Chancha, una suerte de Maradona de los tiempos precámbricos. Su caso es emblemático: unió las dos épocas con idéntico sello. El delantero de Gerli, quien con 166 tantos fue el máximo goleador de Independiente hasta 1930, era todo un crack. Ya como profesional, y en sólo tres años, hizo 34 goles en 56 partidos. Es cierta, sin embargo, la creencia de que en aquellos tiempos aún había respeto por el carácter lúdico del deporte más popular. Sirve una anécdota de Seoane: a fines de los años 20, La Chancha le dijo en pleno partido a su compañero Alberto Lalín que le cruzara la pelota para que él convirtiera un gol. Lalín se la pasó y Seoane marcó el tanto. Luego corrió hacia Lalín y le gritó: "Viste, hice el gol". Pero éste lo cortó en seco: "Sí, fue gol, pero así no me divierto". Lalín quería seguir la pared. En ese tiempo la estética vinculada al juego tenía un valor que el tiempo y los mercaderes de la pelota se fueron devorando...

En la consagración de 1927, en Perú, Manuel Ferreira, Nolo, se mostró en la escena internacional como lo que era: un crack, un Profesor. Símbolo de aquel Estudiantes de La Plata que regalaba lujos en tiempos de Amateurismo y que se hizo emblema del buen juego en la primera década del Profesionalismo. Un año más tarde, en los Juegos de Amsterdam, el mundo le dio un apodo que perdura y perdurará: El Piloto Olímpico.

En el Sudamericano de 1929, el de la cuarta vuelta olímpica argentina, Carlos Desiderio Peucelle convirtió apenas un gol (el primero en el 3-0 a Perú, el 3 de noviembre, en el Gasómetro). Entonces, jugaba para Sportivo Buenos Aires (igual que otro integrante de ese plantel: Rodolfo Orlandini). Dos años después, quedaría para siempre instalado en la historia del fútbol argentino: en 1931 River pagó 10.000 pesos por él. De esa transferencia nació el apodo más arraigado al club de Núñez: Millonarios. Ya en el Profesionalismo, Barullo ganó cuatro títulos con La Banda (1932, 1936, 1937 y 1941). Luego, ya como técnico y junto a Renato Cesarini, le dio forma a La Máquina.


Hasta los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, cuando la Selección dirigida por Marcelo Bielsa obtuvo la primera medalla dorada, Argentina había disputado dos finales: en Amsterdam 1928, cuando aún no se disputaban los Mundiales y esta competición era la más distinguida, y en Atlanta 1996. En el equipo que participó en Holanda jugaban, entre otras figuras, Luis Monti y Raimundo Orsi.Doble Ancho y Mumo. El centrojás y el wing. Monti es el único jugador que disputó dos finales sucesivas de la Copa del Mundo para selecciones diferentes (con Argentina en 1930 y con Italia en 1934). Fue un futbolista clave en la primera consagración de la Italia de Vittorio Pozzo. Doble Ancho fue tres veces campeón en el Amateurismo, con la camiseta de San Lorenzo. Orsi fue un paradigma de un puesto que el Profesionalismo fue degradando: el wing. Fue bicampeón con Independiente (1922 y 1926) y ganó cinco ligas consecutivas con la Juventus (de 1931 hasta 1935). Luego jugó en Peñarol y en Flamengo. Y en ambos fue campeón. Era zurdo y gambeteador. Cuentan que si hubiera jugado más tarde, también habría sido imparable. Orsi, además, tenía un detalle que define a aquel tiempo valioso: en las escasísimas y aburridas concentraciones, solía tocar el violín para entretener a sus compañeros.

"El desconocido fútbol sudamericano tomará parte, con Uruguay como representante, en la versión de 1924 en París. Muy poca chance se le adjudicaba e incluso algún periodista europeo los alababa destilando a la par una ironía, al afirmar que resultaba extraño que un equipo hiciera el gran sacrificio del viaje a Europa tan sólo para aprender. Los alumnos demuestran ser mejores que los maestros adjudicándose la medalla de oro al derrotar a Suiza por 3-0 en la final. El fútbol mundial asiste atónito a una de las primeras grandes sorpresas. En 1928 ésta sería por partida doble dado que la Argentina, quizás alentada por el feliz resultado de la incursión de los uruguayos cuatro años atrás, también decide ir a buscar su lugar en el concierto de las naciones... y lo logra. Los vecinos del Río de la Plata son los primeros actores en el escenario de la ciudad de Amsterdam, Holanda, el día de la final. 

Tras un primer empate en un tanto por bando, Uruguay se queda nuevamente con el oro al vencernos por 2-1; la plata adquiere sabor dulce para premiar esta primera aventura europea", señala Jorge Iwanczuk en Historia del Fútbol Amateur en la Argentina.

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