lunes, 4 de septiembre de 2023

Arroyo Grande la batalla olvidada - Parte 3

 

La cantidad de efectivos empleados, más de 17.000, convirtió a esta batalla en una de las más importantes libradas en América del Sur. Deliberadamente olvidada, Arroyo Grande fue ante todo el fin de los proyectos anexionistas de F. Rivera en complicidad con Pedro Ferré, la Comisión Argentina y los farrapos del sur de Brasil. Con toda justicia Vicente Sierra expresó:
 
“En los fastos de la argentinidad, que constituyen un detalle de la lucha de los hombres de Hispanoamérica para afirmar su razón de ser como pueblos libres y soberanos, hay una deuda de honor con Arroyo Grande y con Manuel Oribe. La ira y el encono de partido no pueden seguir ocultando la verdad de la Historia”.[20]
 
 
3.  Las consecuencias de la batalla
 
La destrucción del ejército riverista sumió en el temor a los unitarios exiliados en Montevideo pues sabían que el próximo paso de Oribe sería el sitio sobre la ciudad, y así ocurrió. A fines de diciembre el ejército federal cruzó el río Uruguay y se dividió en dos columnas. Una pasó a operar en la zona de la campaña para anular a las fuerzas riveristas remanentes. La otra, bajo el mando directo de Oribe, avanzó sobre Montevideo. 
El 3 de enero de 1843 la escuadra de la Confederación comandada por el Almirante Guillermo Brown zarpó de Buenos Aires para comenzar un nuevo bloqueo sobre la capital oriental. 26 días después 2.500 argentinos enviados por Rosas desembarcaron en Colonia y se sumaron a las fuerzas de Oribe. Para el 16 de febrero el ejército federal se encontraba frente a Montevideo.
 
El bloqueo naval de G. Brown se vio interrumpido por la intervención de las naves inglesas comandadas por el comodoro Brett Purvis que se opusieron a las naves nacionales. Las acciones de Purvis motivaron una serie de incidentes diplomáticos que hicieron que el bloqueo naval recién pudiera restablecerse a mediados de junio. Mientras esto ocurría los unitarios intentaron sacar partida de la situación enviando a Florencio Varela a Londres con el fin de que el Foreign Office apoyara las acciones de Purvis. Nuevamente se intentó tentar a los ingleses para que apoyaran al gobierno de Montevideo de forma más contundente, a cambio de entregarles la Mesopotamia. Tres años después el propio F. Varela escribía en el periódico El Comercio del Plata: 
 
“Nada importa que sean provincias [se refiere a Entre Ríos y Corrientes] un Estado independiente (...). Quisiéramos que la cuestión que empieza a ocupar los espíritus, de si convendría o no la separación de las dos provincias entrerrianas, no produjese embarazos ni tropiezos; nosotros no apoyamos ni combatimos la idea; si hubiera conformidad de pareceres, nada tendríamos que objetar” [21]. 
 
Varela llevó también un incentivo más para justificar la intervención. Muchos de los conflictos bélicos han sido y son por motivos económicos, pero en general se busca una excusa – lo que los romanos llamaban casus belli - que justifique las agresiones. Es decir una forma que sea más diplomática y potable frente a la opinión pública nacional e internacional. Por ello Varela llevó consigo las famosas Tablas de Sangre elaboradas por José Rivera Indarte[22]. Se trata de una “obra” realizada a pedido del comerciante inglés Samuel Lafone, quien tenía la concesión de la aduana de Montevideo. Lafone pagó a Rivera Indarte un penique por cada cadáver que le “cargara” a Rosas. Indarte sumó entonces todos los muertos habidos durante el proceso de guerras civiles desde 1829 hasta 1843 y le adjudicó su responsabilidad a Rosas, incluyendo los asesinatos de Manuel Dorrego y Facundo Quiroga[23]. No hace falta agregar que el libelo carece de toda seriedad histórica, pero es cierto que los enemigos de Rosas, su proyecto y del federalismo lo han utilizado como base para la “leyenda negra” en torno a su persona y a los caudillos. Hoy en día es claro que el fin de las Tablas de Sangre [24] era dar una excusa para la intervención armada de Gran Bretaña y Francia contra la Confederación con fines netamente económicos y anexionistas. La propuesta fue inicialmente rechazada pero dos años después, con un gabinete más belicoso en Londres, las gestiones de Varela y el libelo de Rivera Indarte darían sus frutos.

El sitio avanzaba en forma sumamente lenta, en gran parte gracias a que ingleses y franceses abastecían la ciudad con armas, pertrechos y víveres por medio de sus naves. En la zona de la campaña se produjeron numerosos combates, favorables a uno u otro bando. Lo cierto es que Rivera pudo volver a poner en pie una fuerza respetable, pero el 24 de enero de 1844 al frente de 3.000 hombres fue derrotado por Justo José de Urquiza en la batalla de Arroyo Sauce. El 24 de abril las fuerzas del general José María Paz fracasaron en su intento de romper el sitio de Montevideo, pese al apoyo francés, siendo derrotadas en Arroyo Pantanoso. 
Los unitarios tuvieron un golpe adicional cuando el 4 de julio perdieron a su comandante más capaz. Cansado de las intrigas contra su persona de parte de Rivera y de la Comisión Argentina, el general José María Paz renunció a la dirección de la defensa de Montevideo y marchó a Río de Janeiro. El 27 de marzo de 1845 Fructuoso Rivera, con un ejército de unos 3.000 hombres fue nuevamente derrotado por Urquiza, esta vez en la batalla de India Muerta. Sobre el campo de batalla dejó 400 muertos y 500 prisioneros, huyendo a Río Grande en Brasil. La suerte estaba echada y en cuestión de días Montevideo caería poniendo fin a este largo conflicto. Sin embargo, cuando todo parecía perdido para los unitarios, se produjo la intervención armada de Gran Bretaña y Francia, comenzando el bloqueo anglo– francés. 
 
La escuadra dirigida por el Almirante Guillermo Brown fue apresada por la anglo– francesa sin previa declaración de guerra. Las naves de los interventores desembarcaron tropas en Montevideo para reforzar las defensas y tras una serie de amenazas bloquearon Buenos Aires. 

La negativa de la Confederación Argentina a ceder a sus presiones, actos de violencia y amenazas motivaron que los invasores decidieran forzar a la Confederación a aceptar sus condiciones e intentaron navegar el gran Paraná. En la Vuelta de Obligado los esperaban las baterías dirigidas por el general Lucio Mansilla. Sobre esta batalla trataremos más adelante.
 
 


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