sábado, 30 de abril de 2022

Secretos del Palacio Bosch, una joya de la arquitectura que cumple 100 años - Parte 2

 Si bien las arañas de los pasillos perimetrales son originales de la casa, la luminaria central, que tiene más de 2, 5 metros de altura, fue incorporada en la restauración del fines de los 90. “Y es de fabricación argentina, ya que se hizo en Cristales San Carlos, en la provincia de Santa Fe”, agrega Clerico Mosina.

Las alfombras también datan de la década del 90, y fueron tejidas en Georgia (EE.UU.) con lanas provenientes de Nueva Zelanda. Pero conviven en armonía con taburetes originales circa 1825, un tapiz de 1680 donado por un príncipe ruso y toda una colección que perteneció a la familia Bosch-Alvear y que incluye muebles de madera con dorado a la hoja y mármoles en verde antico y rojo de Alicante, sillones tapizados en telas francesas y gabinetes chinos de laca Coromandel.

La arquitecta Mosina, que se especializó en técnicas de housekeeping (cuidado de casas) en la firma Waddesdon Manor, en Inglaterra (dedicada a lo que se conoce como “conservación preventiva”) detalla que cada año se hacen inspecciones de todos los ambientes y se adjudican prioridades en base a las urgencias.

El sistema de trabajo del mantenimiento incluye la identificación de las piezas, el retapizado de los muebles, la homologación de pinturas y la reparación de los dorados a la hoja. Por caso, el beige original de los pasillos (que alguna vez fueron pintados de blanco) se determinó gracias a los cateos realizados por el estudio estadounidense Matthew J. Mosca. Y cuando hubo que volver a entelar las paredes del Salón Rojo (o pequeño comedor) se contactó a la empresa francesa Prelle, que había realizado la tela damasco original y pudo hacer una réplica exacta a partir de un retazo que se encontró por casualidad, al mover un gabinete.

 

Otra de las historias que guardan las paredes del palacio es la de la chimenea ubicada en la biblioteca, que Elisa de Alvear -quien al parecer no estaba de acuerdo con la venta de la residencia al Gobierno de los Estados Unidos- hizo desmontar para llevársela a otra propiedad. En su lugar se instaló otra más pequeña, que se cambió por una réplica de la original en la restauración de 1999, realizada en base a fotografías de época.

“La gran ventaja -considera Clerico Mosina- es que la casa fue diseñada como residencia para un diplomático, que tenía muy claras las necesidades de su función, entonces todas las prestaciones, las circulaciones están muy bien pensadas”. Y cita como ejemplo la mesa del gran comedor, de 9 metros de largo, que puede desmontarse y retirarse porque está hecha en módulos, si hace falta ese espacio para otro tipo de eventos. O el Salón de Baile, inspirado en el Salón de los Espejos del Palacio de Versailles, cuyas puertas espejadas pueden replegarse a los costados para expandirse hacia el Salón de Música.

También está encantado con la casa Tom Cooney, Encargado de Negocios de la Embajada y embajador interino, quien la considera “un tesoro arquitectónico”. Cooney asegura que en su país se sienten “afortunados y honrados de contar con una residencia de esta naturaleza, que sirve de puente para fortalecer la relación bilateral”.

Todo gracias a Robert Woods Bliss, quien era embajador en 1929 y logró comprarla: después de mucho insistir consiguió que Ernesto Bosch pusiera un precio venta que consideraba exorbitante: $ 3.000.000 (US$ 1,3 millones de la época), y que, inesperadamente para él, fue aceptado.

 

https://www.clarin.com/arq/patrimonio/secretos-palacio-bosch-joya-arquitectura-cumple-100-anos_0_SyXP5F2dG.html?gclid=CjwKCAjw_b6WBhAQEiwAp4HyIEVGrPWUvoAbcgNYj8ZcjL5_ur4ZRNPnRsu8Su7_LEhF1uYuQVMxsBoCCzwQAvD_BwE

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