Otro lugar frecuentado por tangueros y payadores fue la quinta del famoso cuidador Alejandro Orezolli, que se extendía desde Puerto Churrinche en la desembocadura del Vega hasta lo que hoy es el cruce de Lugones y Pampa. En esta quinta, que otrora había pertenecido al general Mansilla, Orezolli, hombre de don Benito Villanueva, a quien no sólo le cuidaba los pingos sino también los votos en el Bajo Belgrano, solía organizar concurridos asados políticos, donde no faltaban conspicuos dirigentes, vecinos de lustre, jockeys, cuidadores y los más renombrados del canto nacional y popular. No es extraño, entonces, que Belgrano aparezca en una composición del payador Antonio Caggiano cuyas Décimas a los barrios porteños, terminan así:
La historia es la única rama del conocimiento que nos puede decir qué fuimos en el pasado, qué somos en el presente y qué seremos en el futuro.
sábado, 10 de abril de 2021
El tango en el barrio de Belgrano - Parte 4
En las voces cristalinas
de una guitarra sonora
la claridad de la aurora
se dibuja en las esquinas.
Alientos de clavelinas
ondulando la emoción
afirman la evocación
de los cantares que hilvano
para clavar en Belgrano
de la patria el pabellón
Gardel en Belgrano
Enrique Mario Mayochi, en su libro Belgrano, del Pueblo al Barrio recoge la presencia de Gardel en Belgrano a través del relato de doña Consuelo Cañas de Soler madre del periodista y escritor Luis Miguel Soler Cañas: “Cuando la Estrella Polar, una sociedad formada por las muchachas y los mozos del barrio con el laudable objetivo de divertirse, deseaba efectuar una reunión, alquilaba el salón existente en la hoy avenida Cabildo entre Olazábal y Blanco Encalada… o bien otro situado en Moldes… Mi madre —dice Soler Cañas— vio y trató a Gardel en varias de esas reuniones. Recuerda particularmente una de ellas. Era por Carnaval y posiblemente en 1914 o a más tardar 1915… Ese día, la Sociedad Estrella Polar le daba una fiesta a mi madre, tal vez porque dejaba el barrio, y ese día, precisamente, cayeron al baile Gardel y Razzano. Dos socios del club, un tal Periale y un tal Juancito, le habían cantado unos versos a la festejada y Gardel y Razzano por su parte se hicieron lucir con las estrofas de El Carretero”.
Gardel actuó muchas otras veces en Belgrano. Miguel Ángel Morena en su muy completa Historia artística de Carlos Gardel, registra las siguientes presentaciones:
* En 1925 en dúo con Razzano, los días 6 y 7 de mayo en funciones nocturnas del cine General Belgrano de Cabildo 2165.
* Al año siguiente, como solista, con sus guitarras, los días 12, 13 y 14 de noviembre, animando los entreactos del mismo cine a las 18,30 y 23 horas.
* El 4 de mayo de 1930 se presentó en el Cine Mignon de Juramento 2433 en la función nocturna.
* El último registro de Morena, es el 7 de noviembre del mismo año, en el cine General Belgrano.
No deben descartarse otras actuaciones no registradas por la crónica, especialmente en asados, fiestas y reuniones estuleras ni olvidar que en 1933, los días 10 y 11 de junio y 9 y 10 de septiembre cantó en el Cine Teatro 25 de Mayo de Triunvirato 4440, del vecino barrio de Villa Urquiza.
También ha de tenerse como posible escenario de tangos, el Teatro Príncipe inaugurado en 1928 en Cabildo 2327. Acerca de la actividad de esta sala dice Ricardo M. Llanes en Teatros de Buenos Aires, que pasaron por ella, antes de que se dedicara a la explotación del cine, “… casi todas las compañías de arte menor (sainetes y revistas) que salían a recorrer el bosque”, como se decía cuando se iba a trabajar en los pequeños teatros de la periferia o bien en los ubicados en los cercanos pueblos de la provincia de Buenos Aires”.
Según una cita de Francisco Canaro en sus Memorias, el legendario Juan Maglio —Pacho— en 1913 “…había tocado una larga temporada en la calle Cabildo cerca del puente del ferrocarril”, sin aclaración alguna acerca del local o escenario de estas actuaciones.
Otros lugares de tango
A pocos pasos del stud Las Damas de don Anacleto Galimberti —esto es en Echeverría y Sucre— había un salón de baile de dudosa reputación. Con un boleto de 20 centavos se adquiría el derecho a bailar una pieza: diez eran para el dueño del local y otros diez para la mujer pareja. En ese salón se lucieron grandes bailarines como El Negro Panera que brillara después en el Armenomville. También tuvo su fama Doña Laura, una suerte de madama, proveedora de pupilas, buenas para el baile y… lo demás. Álvaro Melián Lafinur dejó de su pluma, la evocación de otra brillante bailarina del Bajo Belgrano, conocida como La Ñata Florinda.
Pero los primeros tangos en Belgrano sonaron, sin duda alguna, en La Fazenda, en La Pajarera, en la famosa Cancha de Rosendo y en La milonga de Pantaleón. En La Fazenda, hacia 1903 actuaba el trío integrado por Eusebio Azpiazú (el cieguito) en guitarra, Ernesto Ponzio (El Pibe) en violín y Félix Riglos en flauta, a los que después se sumó Juan Carlos Bazán El Gordo con su clarinete. Este cuarteto pasó luego a alegrar las noches de La Milonga de Pantaleón, un sitio poco recomendable, vecino al Hipódromo de Belgrano. Bazán era célebre por sus bromas, a veces muy pesadas, que solían terminar en broncas y entreveros. Y así fue que una noche —según cuenta René Briand en Crónicas del Tango Alegre— recibió un tiro en una pierna a causa de los extraños sonidos que profería con su clarinete, descerrajado por un susceptible parroquiano de La Milonga de Pantaleón. La convalecencia lo obligó a disolver el cuarteto por algún tiempo. En 1905 Bazán volvió a La Fazenda con Vicente y Ernesto Ponzio ambos violinistas y Tortorelli en arpa.
El trío de Azpiazú, Ponzio y Riglos se lució también en La Cancha de Rosendo, en Blandengues y Mendoza. La Cancha de Rosendo, propiedad de Rosendo Drago, recreo y pista de baile a la vez, era concurrida por gente allegada al turf en sus estratos más humildes. Allí también se lucieron Vicente y Ernesto Ponzio, Genaro Vázquez, El Tano Tortorelli, Roque Rinaldi, El Tano Vicente, Juan Carlos Bazán y otros músicos de los tiempos primitivos. La Pajarera, ubicado en las vecindades de los anteriores, era un sitio de similares características.
También en la calle Juramento, cerca de Cabildo, estaba el Modern Saloon donde, entre las páginas que distintos pianistas ponían como toque musical de fondo, supieron colarse tangos, especialmente cuando actuaba René Cóspito, cuya laya tanguera lo cobijó bajo el seudónimo de Don Goyo.
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