jueves, 11 de febrero de 2021

Particularidades del golpe de Estado de 1930. El comienzo de la inestabilidad política nacional - Parte 2

 Para llevar adelante sus objetivos de manera exitosa, el general J. F. Uriburu debía contar primeramente con el apoyo extensivo de las fuerzas armadas (principalmente del Ejército) y en menor medida contar con un necesario acompañamiento de la prensa junto a cierto aval entre la población civil. Si bien su figura despertaba adhesiones en algunos círculos del conservadorismo15, su base de apoyo civil se limitaba en particular a sectores minoritarios representativos de la elite tradicional –como se verá más adelante-. El general Uriburu afirmaba en un discurso dado el 7 de julio de 1931, que la autodefinida Revolución, había sido inspirada y ejecutada por el ejército y la marina, negando o desestimando así cualquier participación civil destacada. Por ello, su compromiso era primeramente hacia las FF.AA y que había sido realizada contra un sistema y no sólo para derrocar un gobierno, sino para implantar un régimen orgánico que garantizara orden y equilibrio. Demostraba así, sus verdaderas intenciones y ambiciones, dejando en el olvido las promesas de legalidad, apertura política y respeto constitucional.

Una vez en el poder y como consecuencia del revés electoral sufrido el 5 de abril de 1931, Jose F. Uriburu se planteó la posibilidad de extender su gobierno de facto o entregar el poder ante la evidente falta de apoyo extensivo a su proyecto político. Según afirmaciones hechas por Juan Carulla16 y expresadas por el mismo Uriburu, ante el nuevo escenario político eran: Prolongar indefinidamente su permanencia en el poder, bajo una dictadura con el apoyo de las fuerzas armadas. 

La otra opción era, por el bien del país, convocar a elecciones dentro del plazo más breve posible. Se acercaba el final de su breve experiencia gubernamental y su alejamiento forzado de los vaivenes de la política nacional. Con cierto sabor amargo se despedía el enfermo general habiendo defraudado a muchos. En gran medida se desilusionó a los que creyeron en la aplicación de un proyecto corporativista nunca concretado, como así también a los que acompañaron convencidos el alzamiento golpista con la ilusión de una inmediata normalización institucional. Muchas de estas decepciones encontrarán en la figura del general Justo la posibilidad de revivir bajo la premisa de un modelo neoconservador y fraudulento en beneficio de unos pocos, dando inicio a una nueva etapa política en el país.

Golpe de Estado, Revolución o Chirinada

En el ante-proyecto del plan de acción del movimiento, el general J. F. Uriburu señala los que serían los principios que tendría el mismo, afirmando que “todas las revoluciones exitosas pasaron a la historia como necesarias. Las revoluciones impuestas por causas justas pero mal preparadas han fracasado y han sido juzgadas por la historia como “chirinadas”.17 Según Uriburu resultaba necesario poseer un alto grado de audacia y firme resolución para el éxito, siendo el secreto en la acción por encarar indispensable y fundamental. Afirmaba además que se debían anular las influencias perniciosas y explotar provechosamente los factores favorables. 

El plan se debía diferenciar, de otros movimientos del mundo, por la idiosincracia impresionable del pueblo, por la situación política, social económica de cada país y por nuestro sistema de gobierno”18. Según afirmaciones del teniente coronel Alsogaray en el contexto de una de las tantas reuniones conspirativas contra el gobierno radical, se intervino sobre el Dr. Alberto Uriburu (por la influencia que éste tenía sobre las decisiones de su padre). Ante las dudas manifiestas por el hijo del general sobre la falta de cohesión y unidad entre los militares presentes, se le expresó la garantía que a su padre no se lo llevaría a liderar una chirinada.19

Contrariamente a éstas afirmaciones, el joven oficial Juan Domingo Perón manifestaba que “si el general Uriburu se lanzaba a la calle con algún núcleo de fuerzas que difícilmente pudiera conseguir, y el pueblo simultáneamente no se largara a la calle, sería un espectáculo grotesco y el más aplastante fracaso, sería el fin de esta chirinada más propia de una republiqueta centroamericana”.20

El sentido masivo que se pretendía dar al golpe de Estado desde la prensa se reflejaba a través de grandes fotografías, las que mostraban al general Uriburu desde el balcón saludando a las personas presentes. Se veía a otros líderes del alzamiento entre la muchedumbre junto a imágenes de jóvenes militares sonrientes con fusiles alzados acompañados por civiles. 

Todas estas imágenes eran acompañadas de elocuentes titulares como los del diario Crítica del día 7 de septiembre: “El pueblo en las calles ha colaborado con el triunfo”, “Toda la población ha participado de la gran jornada”, los del día 8 de septiembre “Militares y civiles todos unidos”, o los del día 9 de setiembre “En El Palomar, los soldados y el pueblo”.21

Roberto Giusti, en un tono romántico y magnificado, como así también desde una visión sesgada en esta misma dirección expresaba que; “La revolución se respiraba en la atmósfera: era reclamada imperiosamente a grandes voces […] aceptada ya por todos como un remedio inevitable y necesario.[…] Un jefe, ya en situación de retiro, el general Uriburu, contando con la colaboración de otros altos jefes y con la confianza de la oficialidad, venía organizando en secreto el movimiento militar, paralelamente a la acción que las oposiciones políticas desenvolvían en público. Ambos esfuerzos no podían recíprocamente ignorarse; al contrario, convenía que coincidiesen. No estaba en manos de los partidos políticos de oposición, desconocer el movimiento armado, aunque él entrañase un peligro: la amenaza posible, en la actual atmósfera del mundo, de una dictadura militar, reclamada a la par por ideólogos voltarios y reaccionarios firmes, por escolásticos de la política y por periodistas snobs. Y así fue cómo el movimiento civil fue al encuentro del movimiento militar.”22

Resulta necesario establecer aquí algunas aclaraciones, retomando y adhiriendo a las interpretaciones adoptadas por Marianne González Alemán23, quien sobre esta cuestión sugiere que todos los observadores y protagonistas de este acontecimiento acuerdan en definirlo como revolución. La autora sostiene que esta visión se hace eco en gran medida de las representaciones y percepciones emanadas de los discursos políticos, declaraciones de la época, y de la prensa opositora que pretendía delinear una concepción única y unificadora en torno a la insurrección por venir. 

Pero esta cuestión merece un análisis más amplio, ya que las interpretaciones de este concepto difieren entre cada uno de sus actores. Para González Alemán, la revolución uriburista, terminó siendo un golpe puramente militar, entendido y llevado adelante como un medio necesario para hacerse del poder con el objetivo de terminar con el sistema democrático liberal. Por otro lado, -para la autora- la revolución civil fue entendida como un mito movilizador que poseía un carácter purificador orientado a legitimar la acción del pueblo contra la tiranía Yrigoyenista (visualizado como un dictador, anticonstitucional y responsable del caos que sufría el país). 

En ambos casos incidieron experiencias anteriores que sirvieron como sistemas de referencia cultural. Pero para 1930 la autodenominada revolución septembrista se instaurará además como un mecanismo de regulación impuesto ante la pérdida de confianza en instrumentos jurídicos y en el sistema electoral vigente.

A pesar de los esfuerzos por mostrar al golpe de 1930 como una contundente y necesaria revolución, sus debilidades y flaquezas quedaron de manifiesto al conformarse el gobierno provisional. El apoyo al proyecto del general Uriburu y a su gobierno provisional no resultaron a la luz de los hechos extendido y generalizado entre las FF.AA, ya que el 27 de diciembre de 1930 se abortaba una sublevación de 34 suboficiales en la provincia de Córdoba. Luego, el 20 de febrero de 1931 fue descubierta una acción contra- revolucionaria dirigida por el general Severo Toranzo, el 20 de julio se produjo un alzamiento radical en la provincia de Corrientes encabezado por el teniente coronel Gregorio Pomar24. Posteriormente, el 27 de agosto se descubrió un conato revolucionario en Tucumán y el 3 de Enero de 1932 se realiza un levantamiento cívico-militar en La Paz, provincia de Entre Ríos. 

Inaugurada una etapa caracterizada por elecciones fraudulentas, asumirá el 20 de febrero de 1932 la presidencia de la republica el general Justo con bases de apoyo más sólidas, confirmando así las ambiciones políticas de quienes idearon, propiciaron y encabezaron el golpe bicéfalo de 1930.

La movilización militar fallida

Para dimensionar claramente la inminencia del movimiento golpista, el nivel de tensión y el rol asumido por algunos de los líderes de este acontecimiento, se puede recurrir a los radiotelegramas fechados el día seis de septiembre. Paralelamente a los episodios antes mencionados el general Álvarez desde Campo de Mayo envió por Radio -Nro. 3.336 y 3.337- la orden a la guarnición de El Palomar y Colegio Militar para que alistaran sus efectivos ante una posible alteración del orden público.25

Al respecto se puede afirmar que desde Campo de Mayo el general Álvarez -a cargo de la 2da. División del ejército-, mantuvo una actitud legalista y anti-golpista26 desde un comienzo,27 enviando un radiotelegrama bajo la categoría urgente a las 7:22 -de aquel 6 de septiembre de 1930- y siendo recibido a las 7:30 por el Jefe de la Guarnición de El Palomar, se indicaba tener la tropa lista en caso de necesario replegarse sobre Campo de Mayo. 

El general Álvarez ordenaba además al Jefe de la Guarnición la exploración en avión del área comprendida entre las calles camino Bella Vista-Morón- Calle Rivadavia- San Martín- Billinghurst- Campo de Mayo e informar urgente al comando de Campo de Mayo su resultado. Siendo las 7:44 el oficial superior antes mencionado envió además otro radiotelegrama, de mismo emisor y destinatario, ordenando detener al avión militar Nro. 3 por tener o arrojar proclamas subversivas28 sobre Campo de Mayo.

El golpe estaba en marcha y se habían dispuesto anticipadamente diferentes puntos de encuentro29. Una columna principal partiría desde la Estación Belgrano “R” con la adhesión de civiles identificados con una insignia revolucionaria. El general Uriburu partió con una escolta de treinta automóviles aproximadamente y conformada mayormente por miembros de la Liga Republicana. La caravana llegó a la localidad de San Martín –ante la mirada alerta y la reacción sorprendida de muchos policías de la zona- para luego dirigirse al Colegio Militar. La marcha se había iniciado con cierto grado de desorganización y tensión entre sus protagonistas.

Desde el Colegio Militar, el general Uriburu envió a las 7:55 y fue recibido a las 8:05 en Campo de Mayo al general Álvarez, una invitación en nombre del Ejército y el pueblo para contribuir a reconstruir el país en peligro. Se aseguraba que las tropas recibirían su gesto de adhesión con un aplauso y en particular él mismo (Uriburu) le enviaba además un abrazo, llamándolo “camarada y amigo”, y aclarando –a modo de presión- que la guarnición de Capital Federal y el Colegio Militar estaban bajo su poder. Cansado de esperar, bajo las presiones del momento y necesitando confirmar el acompañamiento de las tropas de Campo de Mayo para iniciar el movimiento con mayores garantías de éxito, le envió a las 8:20 del 6 de septiembre, el siguiente texto, más resumido pero más contundente y menos amigable: Colegio Militar se encuentra en mi poder, espero su contestación en este punto, y luego siendo 8:25 sube la apuesta, “Colegio Militar, Palomar, Guarnición de Capital en mi poder, espero su respuesta. Afectuosamente general Uriburu”.


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