En la senda de Scalabrini.
Insigne patriota y pensador nacional. Esta pequeña nota pretende
clarificar algunos puntos de su vida y obra como forma de rendirle un
justo homenaje.
Mucho se ha escrito, y con seguridad se seguirá escribiendo
sobre la vida y obra de ese ilustre argentino que se llamó Raúl Scalabrini
Ortiz.
Este patriota fue uno de los más lúcidos pensadores
nacionales que tuvo nuestro país. Con su aguda inteligencia, su fino análisis
de los distintos actos jurídicos de la administración pública, pero sobre todo,
del estudio de la incidencia de la política británica en nuestra tierra,
Scalabrini se convirtió en un verdadero defensor de los derechos nacionales, y
a su vez, en el más implacable fiscal de toda maniobra destinada a menoscabar
el patrimonio nacional.
Fue entonces Don Raúl Scalabrini Ortiz, un abogado y fiscal
de la Nación, en lo que hace a defender sus intereses y denunciar todas las
maniobras operadas por el imperialismo, en particular por Gran Bretaña, para
tener una Argentina dentro del esquema de la división internacional del
trabajo, según el cual a Inglaterra le convenía que nuestro país desempeñara el
papel de exportador de materias primas, e importador de manufacturas.
De esa manera los ingleses se aseguraban la colocación de
sus excedentes de producción en nuestro mercado, a la vez que se
abastecía de alimentos. Lógicamente, con este esquema de comercio, la balanza
de pagos de Argentina era deficitaria ya que los términos de intercambio
eran siempre favorables a la manufactura debido a su correspondiente
valor agregado, generación de empleos y tecnología para los países
productores, y perjudicial para los países generadores de materia prima.
Pero no terminaba allí la cuestión. Dada la particular
geografía de nuestro territorio y la extensión del mismo, era necesario la
creación de un medio de transporte que facilitara el envío de los productos
ingleses hacia todo el país –con el lógico quebranto de cualquier intento de
industria nacional a la que le resultaba imposible competir con los precios y
calidad de la mercadería británica- y la concentración de las materias primas
en el puerto de Buenos Aires para de allí ser transportadas a Inglaterra. Así
fue que la Corona ideó y concretó con el esfuerzo, el trabajo y el
capital de los argentinos, los ferrocarriles que sin embargo, eran de propiedad
inglesa (por las supuestas inversiones que estos realizaron para la obra).
El
trazado radial de las vías férreas pone en evidencia la necesidad de sacar la
producción de materias primas hacia el mercado internacional, proceso que se
complementa con el movimiento inverso; introducir al mercado interno,
manufacturas provenientes desde Europa, o dicho sin rodeos, de Inglaterra. Y
para mayor escarnio, estos ferrocarriles que no sirvieron para el
desarrollo de la Nación sino para su estrangulamiento, contribuyeron a constituir
una ciudad portuaria rica y un interior del país pobre. Pero para mayor
vergüenza nacional decíamos, el tendido de las vías férreas se realizó con
increíbles ventajas para Gran Bretaña: “Es reprochable que se cedieran las
tierras más feraces de la República, las más densamente pobladas, después de
las aledaños de Buenos Aires, trabajadas por una población de propietarios
radicada de tiempo atrás. Es reprochable que se los desposeyera de sus
estancias a precios irrisorios para contribuir a la superganancia de los
contratistas ingleses, pues como se verá, la diferencia entre el precio de
expropiación y el precio mínimo fijado para su reventa por el Ferrocarril
Central Argentino hubiera podido costear holgadamente la construcción del
ferrocarril mismo. En el contrato se establece que: (Artículo 12).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario