sábado, 27 de julio de 2019


¡TOQUE CONSTITUCION!

Sin embargo, el mea culpa es apenas el primer paso de la construcción. ¿Cómo avanzar, cómo construir desde ahí otro país?, tal el interrogante clave. Para Fernando de la Rúa no cabe menos que partir de una idea básica: "Dos ideas están perennes en la conciencia del pueblo —asegura—: un régimen federal y popular y el asentamiento jurídico del mismo". Eso, según él, es el quid de la legalidad. "Y el radicalismo ha luchado siempre por la legalidad; la ha defendido como lo demostró durante el peronismo", pontifica. 

Toda la aseveración puede discutirse; seguramente también Illía y su séquito creían en la conciencia popular federal y jurídica, pero es difícil asegurar que, entonces, también el pueblo pensara así. Además, la lucha pro-legalidad entre la UCRP y el peronismo, se desmintió con el abrazo Illía-Ongaro. 
Podría argumentarse que ni Ongaro es el peronismo ni Illía el radicalismo, pero de cualquier manera algo falló entonces en la legalidad. 

De la Rúa lo adopta de algún modo e intenta la justificación: "De acuerdo, la Constitución puede necesitar reformas a veces para adecuarse a una moderna vigencia de la legalidad. Pero la misma Constitución prevé los modos de su reforma: no hay que salirse de la legalidad para arbitrarlos". ¿No se trata con esa afirmación de usar la Constitución cuando conviene? Los observadores ya han remarcado sobradamente la constancia conque Balbín quemó la Constitución en la Cámara a lo largo de diez años. "De acuerdo, acepta De la Rúa y predice a continuación que "si lo que estamos buscando es saltar por sobre ese pasado lo que debe buscarse es refirmar la Constitución y afirmar sobre ella el progreso. Cuando yo me refiero a la Constitución o a un Gobierno federal no es porque esté varado en el pasado o porque mis ideas sean antiguas. 
Lo que pasa es que aun es ese —tomado con ideas modernas y visión de futuro —el camino para la reconstrucción nacional". También Emilio Fischer coincide en esa afirmación: "El gran interrogante actual del país es ser representado. Y solamente la Constitución, la legalidad, le pueden dar esa salida. Darle vigencia e interpretación a la Constitución no es otra cosa que interpretar cabalmente al país". 

Que el amor de los radicales por la Constitución es algo más que una muletilla es lo que trata de demostrar Antonio Tróccoli cuando hace este esquema: "Hoy la Constitución funciona en un 90 %, es decir casi en su totalidad. Es que el Gobierno no puede rechazarla, porque dentro de la inestabilidad en que se maneja, es el único elemento que le garantiza cierta estabilidad". 

Parece, entonces, que no quedan dudas en la programática radical acerca de que es inútil cualquier salida que no contemple entre sus supuestos básicos la creación de un sistema de instituciones estables y legalizadas. "Es así —confirma Tróccoli—, pero no podemos basarnos en prejuicios para decir que la Constitución no sirve. 
Después de todo, el 28 de junio no es nuevo, no inventó nada. Pero no cabe duda que algo falló para permitirlo. El Congreso es útil y necesario, pero, dentro del andamiaje constitucional, puede discutirse su validez. Fuera del mismo, no".


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