miércoles, 20 de febrero de 2019

Victorino de la Plaza - Apertura de sesiones 1914 - Parte 1



MENSAJE DEL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA ARGENTINA Victorino de la Plaza
AL ABRIR LAS SESIONES DEL CONGRESO NACIONAL
EN MAYO DE 1914
En la Ciudad de Buenos Aires, Capital Federal de la República Argentina

SEÑORES SENADORES:
SEÑORES DIPUTADOS:
Debido a la enfermedad del Excelentísimo Señor Presidente de la Nación, que le impide aún hacerse cargo del Gobierno, cábeme el alto honor de venir a daros cuenta de los asuntos del Estado, e inaugurar el quincuagésimo tercer período de vuestras sesiones ordinarias.

Ajeno sería a mi misión trazar planes de gobierno, porque como actúo en sustitución del Señor Presidente, considero que debo ajustar mi conducta, en cuanto sea posible, al programa por él formulado.
Compláceme, desde luego, manifestaros que la situación del país es completamente despejada en todo lo que se relaciona con nuestra política interior y exterior; y que, por fortuna, ninguna sombra de intranquilidad o desconcierto obscurece punto alguno de nuestro dilatado territorio.
La gravitación que ejerce la conducta circunspecta del poder nacional, sobre la marcha política y administrativa de las provincias, se deja sentir de la manera más satisfactoria; y la forma moderada con que van respectivamente respondiendo a esa influencia, demuestra a la vez, que las instituciones asumen su imperio sobre las costumbres y que predominan en éstas la cultura y la razón públicas.

Así, ha podido el país entero contemplar con entusiasmo, el orden, solicitud y patriotismo con que han concurrido los ciudadanos a cumplir sus deberes cívicos, bajo el régimen de la ley electoral, y cómo ha salido triunfante el principio democrático que les impone velar por los intereses de la comunidad.
Pero, si bien esa manifestación de civismo a que acabo de referirme, ha motivado la más legítima satisfacción en el concepto público, su propia magnitud y la posible trascendencia de sus efectos, aconseja volver los ojos hacia el acto electoral, para establecer si han actuado en él, todos aquellos elementos de opinión en que están divididas las agrupaciones políticas del país. 

Esta observación, es tanto más pertinente, si se tiene en vista que las condiciones de la ley electoral han pasado por una segunda prueba; pero, si mecánicamente esa prueba ha sido un éxito de eficiencia, se trata de saber si los múltiples resortes de la ley, actúan con igual eficacia y responden a los primordiales propósitos que se tuvieron al dictarla.

La indiferencia y desaliento públicos habían descendido a un nivel alarmante. Bajo la preocupación de que los actos electorales no estaban rodeados de orden, libertad y honestidad, los ciudadanos desentendíanse de sus deberes, y el resultado de las elecciones quedaba librado casi por completo a una acción unilateral y a la prevalencia consiguiente de las agrupaciones cercanas al poder, fallando así por su base, la forma representativa republicana de gobierno.

Agrégase también, que cuando los adversarios a la situación, trataban de contrarrestar las barreras que se oponían al acceso a las urnas, conglomerando grandes y poderosas multitudes para la lucha, crecieron gradualmente los vicios de corrupción, venalidad y otros fraudes no menos condenables, que, sin freno ni miramiento alguno, se ponían en pública exhibición en las contiendas electorales.

Bien, pues: era necesario robustecer el poder de la acción pública, penar y suprimir la corrupción y levantar el predominio de las buenas costumbres, para restablecer la libertad del sufragio, base y fundamento de nuestras instituciones. Tales fueron los propósitos de la ley; y, no hay para que asegurar que ni se tuvo ni hubiera sido lícito tener en vista la disolución de los partidos de origen tradicional, y menos aún, conceder preeminencia alguna en favor de unos sobre otros.

Es un hecho, empero, que preocupa la atención general, la especie de eclipse que se ha operado en las que fueron grandes agrupaciones políticas, que, después de extinguido el gobierno de la Confederación y casi simultáneamente con la reorganización del país, surgieron como traídas por intereses vitales, no a disputarse el predominio de ideas extremas en el orden social y económico, sino a colaborar con sus distintos criterios legales en la ardua tarea de interpretar y aplicar los preceptos de la Constitución reformada.


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