miércoles, 6 de febrero de 2019

Hipólito Yrigoyen ante la condición humana - Parte 7


38En el orden económico, tanto como en el campo de lo social y lo cultural, por primera vez en la Historia argentina, el Gobierno de Yrigoyen asume un rol decididamente intervencionista, dejando a un lado el liberalismo hasta entonces imperante del “laissez faire, aissez passer”. En la economía es esencial y novedosa la defensa y promoción del patrimonio nacional. Esto es, de los bienes estratégicos que hacen a la capacidad de decisión soberana del país para su desenvolvimiento: el suelo y el subsuelo. El primero, mediante la recuperación de tierra pública mal concedida por el régimen anterior, los nuevos planes de colonización y la defensa del productor agropecuario contra los monopolios exportadores. El segundo, por la política nacionalista en materia de hidrocarburos, que se materializa con la creación de YPF y su incidencia directa en el desarrollo autónomo y equilibrado de todo el territorio nacional. Habría que mencionar el intervencionismo directo del estado en la fijación de precios y tarifas que protejan y beneficien al consumidor y al productor; la regulación y control de los precios al consumo popular, durante la crisis de la primera posguerra mundial; y la recuperación para el Estado de más del treinta por ciento de las redes ferroviarias, los más importantes factores estratégicos para el desarrollo del país en su tiempo.

39En el orden de la política social, la consideración de los intereses del capital y del trabajo, en busca de la paz social, tuvo, quizá más que en otros campos, las características de enérgica intervención a favor del trabajador. El concepto de “democracia social” aparece precursoramente ya en la primera Presidencia de Hipólito Yrigoyen: “Tras grandes esfuerzos el país ha conseguido establecer su vida constitucional en todos los órdenes de su actividad democrática. Pero le falta fijar las bases primordiales de su constitución social” afirmaría en el Mensaje al Congreso Nacional del 31 de agosto de 1921. DHY, pág. 191) Y en el mismo mensaje: “La democracia no consiste sólo en la garantía de la libertad política; entraña a la vez la posibilidad para todos de poder alcanzar un mínimo de felicidad siquiera”.

40Ninguna huelga obrera fue declarada ilegal. La mayor parte de los conflictos se resolvieron con esa dirección protectora, incluyendo las huelgas más violentas y los episodios de represión, como los hechos de la llamada semana trágica en enero de 1919, o en las huelgas patagónicas de 1921. Transformó sustancialmente el Departamento Nacional del Trabajo, que comenzó a intervenir de manera directa en el arbitraje de los conflictos, y en la inspección para el cumplimiento de las leyes laborales. Cajas de Previsión Social, jubilaciones, Código de Trabajo Rural, fomento de las organizaciones sindicales y su reconocimiento legal, salario mínimo y jornada de trabajo, pago de remuneraciones en moneda nacional, leyes de procedimientos para penalizar el incumplimiento de las leyes del Trabajo. Aunque no pudo sancionar sus proyectos de ley de Código Nacional del Trabajo, de Convenios Laborales Colectivos y de Asociaciones Profesionales, es considerable el avance en materia de justicia social y de organización obrera, mediante el dictado de decretos y la acción concreta de los organismos del Gobierno.

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41La acción gubernamental respecto de la Educación Popular culminó y al propio tiempo transformó el original programa sarmientino. La creación de nuevas escuelas y bibliotecas populares en todos los rincones del país, y la idea de una pedagogía social para la plena realización de la persona, la conformación de una conciencia cívica nacional y el igualitarismo, marcan la política educativa yrigoyeneana.

42Merece un análisis, al respecto, el Decreto de Exaltación del Sentimiento Nacional, dictado el 4 de mayo de 1919, claramente inspirado en el pensamiento de Louis Bourgeois, cuando fue Ministro de Instrucción Pública en la III República Francesa. En el referido decreto y en sus fundamentos, en los que se nota la intervención directa de la pluma de Yrigoyen, se señala “que los nuevos y amplios horizontes abiertos a la democracia, en esta hora de renovaciones, exige que las instituciones docentes realicen su alta misión educadora, con fervorosos estímulos, para mantener siempre vivos los ideales y las normas de nuestra nacionalidad, perpetuando el culto sacrosanto de la tradición gloriosa que nos ha sido legada por nuestros mayores” y, por lo tanto, “procurarán inculcar como base indispensable de la acción ciudadana, al par que un espíritu de veneración a las tradiciones argentinas, nobles y elevados pensamiento de bien público, y anhelos de verdad, de justicia y de progreso...” (Decreto de Exaltación del Sentimiento Nacional, DHY, pág.163). Compárese con estas palabras de Bourgeois, en 1897: “Una Nación no sabría vivir en paz y seguridad, si los hombres que la componen no están unidos y voluntariamente disciplinados por una misma concepción de la vida, de su objetivo y de sus deberes. La educación laica deberá formar el espíritu patriótico, lo que no será otra cosa que el cimiento de la comunidad nacional en la República y la Democracia” (Bourgeois, L: L´Education de la Democratie Française, EF, París, 1897, pág. 78).

43Y esa idea sobre la función de la Educación en la Democracia, culmina con el espíritu nuevo que se expande hacia y desde la Reforma Universitaria, el más importante movimiento político cultural de Latinoamérica en la primera mitad del siglo XX. Allí se expresó “la febril y apasionada participación de la juventud Argentina, en el noble afán reconstructivo de la Reforma, que alarma a los retardatarios del progreso moral de la República. Pero la Reforma no es sino la realidad de la democracia universitaria, por ella misma consagrada como uno de sus postulados fundamentales. Es que la quietud de antes, que significa la muerte, ha sido reemplazada ahora por el movimiento, que es la vida”, afirma en el Discurso del Centenario de la Universidad de Buenos Aires, el 12 de agosto de 1921 (Citado en Manuel A Claps, Yrigoyen, pág. 124).

44Y efectivamente, los cambios que Yrigoyen introdujo en la vida argentina tienen una envergadura y una profundidad con pocos precedentes en la historia de las luchas populares. Una personalidad tan potente como la de Hipólito Yrigoyen, que bordea e incursiona en el mito, la intransigencia con la que revistió una actuación tan decisiva en la Argentina del siglo XX ha originado, durante mucho tiempo, las más contradictorias opiniones y las polémicas más enfrentadas. En su momento, despertó odios y rencores, tanto desde la derecha como desde la izquierda marxista ilustrada, así como la idolatría de sus seguidores y de buena parte de las mayorías populares.

45Marcelo Sánchez Sorondo, desde un ángulo aristocratizante, alegaba: “si ahondamos el análisis, encontraremos que esa fuerza de cohesión (el yrigoyenismo y la Unión Cívica Radical), proviene de dos elementos: el éxito alcanzado, y que quiere consolidarse, elemento material; y el odio metódicamente atizado contra los sistemas y los hombres que detentaron antes el poder, el elemento moral, o inmoral” (Historia de seis años, por Marcelo Sánchez Sorondo, Agencia General de Librería, Buenos Aires, 1925, pág. 23). Y desde el órgano oficial del Partido Socialista “La Vanguardia”, del 12 de octubre de 1916, en su Editorial de primera página, la diatriba es igualmente dura, aunque desde otro ángulo: “El triunfo de Yrigoyen es la consecuencia de la ignorancia de las masas analfabetas, incapaces de comprender las ideas sociales y económicas que contribuirían a obtener su bienestar material, su progreso intelectual y su emancipación política [...] Yrigoyen no se presentó una sola vez a sus partidarios y no se dignó exponerse, ni por escrito ni de palabra, ante los electores, sus vistas políticas, sus aspiraciones sociales, sus principios económicos, en una palabra, su plataforma de gobierno”.

46Quizá sea el joven Jorge Luis Borges quien haya penetrado con mayor perspicacia en la naturaleza del “misterio” de Yrigoyen: “Yrigoyen es la continuidad argentina. El caballero porteño que supo de las vehemencias del alsinismo y de la patriada grande del Parque y que persiste en una casita del sur (lugar que tiene clima de Patria, hasta para los que no somos de él pero que mejor se acuerda con profética y esperanzada memoria de nuestro porvenir). Es el caudillo que con autoridad de caudillo ha decretado la muerte inapelable de todo caudillismo; es el presidente que sin desmemoriarse del pasado y honrándose con él se hace provenir. Esa voluntad de heroísmo, esa vocación cívica de Yrigoyen, ha sido administrada (válganos aquí la palabra) por una conducta que es lícito calificar de genial” (Carta de Borges dirigida a Enrique y Raúl González Tuñón en 1928. Citada y transcripta en Goñi Demarchi, Scala y Berraondo, Yrigoyen y la Gran Guerra, pág.275).

47Hoy, en general, Hipólito Yrigoyen esta considerado un prócer, padre de la democracia argentina. Tiene calles y monumentos, los homenajes se suceden, y sus máximas más famosas suelen citarse en el discurso político. Aún resta el examen de muchos aspectos de su pensamiento, que han sido relegados, mal estudiados o ignorados; y, sobre todo, de sus influencias en varias generaciones de políticos argentinos notables, protagonistas en la historia política argentina del siglo XX.


 arge

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