miércoles, 26 de septiembre de 2018

AGUSTÍN JUSTO, ROBERTO ORTIZ Y RAMÓN CASTILLO (1932-1943) - Parte 12


La consolidación del poder presidencial fue un éxito hacia fines de 1941 y principios de 1942. Varios factores reforzaron su posición: el retorno del presidente Ortiz se hizo imposible y en junio de 1942 presentó su renuncia, lo que convirtió a Castillo en presidente definitivamente; el acercamiento a sectores nacionalistas reforzó (a primera vista) el poder presidencial al neutralizar la influencia que el ex presidente Justo aún tenía sobre los sectores castrenses; y un mayor control territorial gracias al envío de misiones federales en algunas provincias díscolas (Jujuy, Corrientes y Tucumán).

En su último mensaje de 1942, el presidente advertía el difícil contexto internacional pero paralelamente el “orden” y la “tranquilidad” en varias áreas de la política nacional. Sobre todo, a nivel interno, Castillo decía haber avanzado en los estándares de las prácticas electorales al haber verificado en los procesos de meses antes “completo orden” y garantías totales, y también decía haber trabajado en reformas orientadas a “estimular el imperio de la educación democrática” en la vida interna de los partidos con proyectos que remitiría tiempo después (Castillo 1942: 10)22. Por ello, el presidente con visión perspicaz señalaba el preciso momento político:

Nos encontramos en un momento trascendental en la vida del país. Una atmosfera singularmente propicia a las preocupaciones de supremo interés nacional, rodea nuestras actividades y crea un ambiente especial, en el que debemos actuar, teniendo ante todo presente que la República necesita sana política de obra cumplida (Castillo 1942: 173).

El fallecimiento del ex presidente Agustín P. Justo en enero de 1943 terminó por consolidar la posición de Castillo. Un mes después logró imponer la candidatura del demócrata salteño Robustiano Patrón Costas y, tras algunas desavenencias partidarias, las fuerzas oficialistas aceptaron el nuevo equilibrio de fuerzas23. Pese a ello, la solidez partidaria del presidente y su gravitación personal fortalecida no fueron suficientes para contener la crisis política que se avecinaba. La situación en la provincia de Buenos Aires —donde el gobernador conservador Rodolfo Moreno renunció en abril tras la amenaza de intervención— y el pedido de renuncia del presidente a su ministro de Guerra, el general Pedro Ramírez, fueron elementos que minaron el escenario político.

Los acontecimientos ocurridos entre enero y junio de 1943, mostraron a un presidente preocupado por imponer sus decisiones a altos costos internos partidarios. El “fin de ciclo” que Skowronek percibe para el caso norteamericano como atado a factores estructurales (sobre todo externos), pareciera a primera vista no reflejarse en la situación de relativa “fortaleza” que vivía el presidente Castillo en el primer semestre de ese trágico año. Sin embargo, la distinción que presentó Skowronek sobre “poder” y “autoridad” se vuelve entonces sustancial como explicativa del encadenamiento de sucesos que aceleraron ese final. Si por el primero, el autor entendió una serie de “recursos, formales e informales, que los presidentes tienen a su disposición para que las cosas se hagan”; el segundo remite a las “expectativas que rodean al ejercicio del poder en un momento en particular, y a la percepción de lo que es apropiado que un presidente haga” (Skowronek 1993: 18). 


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