domingo, 23 de septiembre de 2018

AGUSTÍN JUSTO, ROBERTO ORTIZ Y RAMÓN CASTILLO (1932-1943) - Parte 6


Una segunda dimensión de la reconstrucción que decía encarar Justo fue la referida a la implementación de nuevas fórmulas de gobierno que derivaron en una mayor intervención del Estado en diversos asuntos económicos y sociales. Durante su gestión, una batería de medidas fue puesta en marcha con este objetivo. Las juntas reguladoras de precios de diversos productos básicos de consumo y exportación; la creación del Banco Central, además de otras medidas de política monetaria y un ambicioso plan de obras públicas e infraestructura al interior del país, entre otras, fueron señales de un crecimiento de las capacidades burocráticas del gobierno federal (Korol 2001, Ballent y Gorelik 2001).

Durante la coyuntura de reactivación económica que el país vivió entre 1934-1935 fue especialmente mencionada la idea de “reconstrucción” que su gobierno encaraba y las menciones a la “refundación” se hicieron más definidas. Justo reconocía que pocas veces el país había atravesado “situaciones tan difíciles” como en los últimos tiempos (Justo 1934: 3). Al año siguiente, remarcaba que la Nación entera se acababa de enfrentar “con éxito” a la crisis económica “más seria de su vida y a la más difícil de vencer” aunque todavía consideraba que faltaba tiempo para subsanar viejas heridas pese a que la “organización económica y financiera de la Nación” había sido “modificada sustancialmente” (Justo 1935 a: 8-10) dando paso a un “resurgimiento económico” de rapidez inusitada (Justo 1935a: 17).

Se señalaba por ejemplo a las obras públicas como motor del crecimiento ya que formaban un “conjunto destinado a transformar en regiones productivas a grandes zonas sustraídas” y antes marginadas (Justo 1935a: 28). Era fundamental, en este sentido, el “restablecimiento del poderío económico” siempre facilitado por medidas de gobierno “oportunas y prudentes”. Era reiterada en sus alocuciones la noción de la “eficacia de la intervención de los poderes públicos” para atenuar los efectos de las perturbaciones económicas, “tonificar el organismo colectivo” y “acelerar el proceso de restauración” (Justo 1936: 5-6). Las imágenes del progreso y “dinamismo” eran evidentes en todos los órdenes: el ministerio de Agricultura, por ejemplo, era resaltado como pilar en la estrategia de revitalización económica; asimismo, se aludía a un “plan orgánico” de obras de infraestructuras como vías férreas, caminos y rutas, todo ello regulado por una administración pública “estable y eficiente” que aseguraba la continuidad en la acción de los gobiernos “pese a los cambios políticos” (Justo 1936: 25-28).

Una mirada atenta sobre la evolución del producto bruto interno, el resultado fiscal y la balanza comercial permiten corroborar la imagen de un país en movimiento. Mientras que el PBI creció en la administración de Justo con oscilaciones entre 4 por ciento y 7 por ciento promedio, el resultado fiscal se mantuvo estable y la balanza comercial (diferencia entre importaciones y exportaciones) fue superavitaria.

Sin embargo, si el gran cuadro económico y social era de recuperación, el déficit según el presidente, era político. El panorama que presentaban los partidos políticos era preocupante. Allí Justo enfatizó la “falta de confianza en la masa ciudadana de los hombres que han de guiarla” y la necesidad de “conductores” para una democracia que necesitaba todavía ser guiada con “instrucción y libertad de acción” (Justo 1935a: 11-14).

No es casual entonces que en sus discursos el presidente haya destacado la necesidad de “evolucionar” gradualmente en las prácticas políticas y el “perfeccionamiento del mecanismo institucional”, en un momento en que él mismo había logrado acumular un capital político propio sumamente importante. Quizás por ello advertía que el progreso de la Nación no estaba tanto en la perfección de las leyes como en la “sabiduría, honestidad y patriotismo de los hombres que la aplican” (Justo 1936: 8). En ese convulsionado año 1936 —por el estallido de la crisis española— el presidente se jactaba de la “tranquilidad y orden” que imperaban en la república, marcando una clara diferencia con los acontecimientos europeos (Justo 1936: 12).


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