viernes, 24 de agosto de 2018

La historia del Vandorismo - Parte 2

AGARRAN LA MANIJA

La línea dura y la negociadora.

Todo bien clarito. Los que peleaban por Perón, y los que ni soñaban con el retorno del Líder…
Lo cierto es que después de tiroteo, y con la ayuda inestimable del gobierno militar, Lorenzo y sus muchachos se apoderaron del local sindical, aprovechando la curiosa circunstancia de que los representantes de la línea dura todavía estaban detenidos (Miguel no alcanzó a estar 24 horas demorado en la comisaría). Con el sindicato en sus manos, la burocracia ya tenía asegurada las elecciones. .. Como ya es habitual en estos comicios, se presentó una sola lista, la Azul, encabezada por Lorenzo Miguel (la Azul y Blanca, que postulaba a Avelino Fernández, había sido impugnada por la Junta Electoral con los mismos pretextos absurdos que se esgrimen ahora para impugnar las listas que orienta la Juventud Trabajadora Peronista).

Los metalúrgicos empadronados en la Capital, sumaban 35.000, sobre un total de 200.000 afiliados en todo el país (según datos que proporcionó la UOM en 1970). Cabe señalar que en marzo de 1968, cuando había sido reelecto Augusto Timoteo Vandor, su agrupación (la misma que en el 70 lideró Miguel) obtuvo 16.000 votos sobre aquellos 35,000…

El 13 de marzo finalizaron las “elecciones”. Los apoderados de la lista Azul y Blanca denunciaron que no se habían enviado las urnas a los principales establecimientos de la Capital y que, por lo tanto, sólo se habían registrado votos en las urnas volantes sin el control de fiscales, por lo que el resultado de las elecciones no eran un fiel reflejo de la realidad. Por otra parte, la exigua cantidad de votantes (alcanzó apenas el 7 .% de los empadronados) revela la total falta de representatividad de los dirigentes electos.

El 18 de marzo de 1970, dos días después de asumir los cargos a los que habían llegado por las elecciones más fraudulentas que se recuerdan en el gremio, Miguel y sus muchachos se reunieron con las Federaciones Empresarias para renovar el Convenio Metalúrgico. Las Federaciones Empresarias presentes fueron: Federación Argentina de la Industria Metalúrgica, Federación Argentina de Industrias Metalúrgicas Livianas y Afines, y Federación Argentina de la Industria del Interior. Demás está decir que el Convenio suscripto fue el resultado de la negociación entre los burócratas y la dictadura militar. A cambio del gremio, los “negociadores” aceptaban firmar un Convenio que sólo satisfacía los intereses de la patronal.

El periódico “17 de Octubre”, de la lista Azul y Blanca, decía en su número 2: “En el gremio metalúrgico hubo una época en que, cuando se estaba discutiendo un Convenio, los trabajadores se enteraban, y hasta se reunían en Asambleas para su opinión. Pero es historia pasada.

Ahora parece que la moda es que el Convenio se firme sin que el gremio lo sepa, y tener que enterarse por pura casualidad.
Si de eso no dependiese el pan de miles de familias metalúrgicas, parecería un chiste. Pero es la pura realidad: tenemos un nuevo Convenio Colectivo de Trabajo, el 97/70, homologado en la Secretaría de Trabajo el primero de junio de 1970, ¡pero no lo sabíamos; nadie había dicho nada!”


LA GRAN ENTREGA

Cinco meses después de firmado, la conducción de la UOM distribuye un número reducido de textos del Convenio, pero arrancando antes dos páginas, la 55 y la 56, donde consta la homologación y el registro del mismo, con aclaración de las partes que lo firman y la fecha en que tiene lugar el hecho. Al distribuir los textos mutilados, repitieron insistentemente que se debía evitar que los mismos llegaran a manos de la “contra”, es decir, los de la lista Azul y Blanca. Pero no pudieron ocultarlo: se consiguió un texto íntegro, con las dos páginas que habían tratado de hacer desaparecer, y se denunció el hecho con volantes en las fábricas y se publicaron comunicados en los diarios.

“Por este Convenio —explicaba el periódico 17 de Octubre—, los trabajadores metalúrgicos no percibirán hasta el 31 de diciembre de 1971 otros salarios que los que había fijado Moyano Llerena y los que determine el gobierno, porque en el artículo segundo de la homologación se dice expresamente que se acepta la política de estabilidad y desarrollo de la revolución argentina, es decir que se acepta la política salarial del gobierno, sin el menor derecho a patalear”. Como siempre: la burocracia al servicio del gobierno de turno. Traicionando a la clase trabajadora. Pactando con los que tienen la manija.

1970 es el año en que la burocracia de la UOM consolida su poder. Totalmente entregada a la dictadura militar, temerosa de Perón pero confiada en su desaparición, la conducción metalúrgica ya tiene a sus “soldados”: además de Miguel, se perfilan nítidamente Victo-rio Calabró, Ricardo Otero, José Rucci y Luis Guerrero.

Que ya se sentían “dueños de la pelota”, respaldados por los militares de turno, lo indica el siguiente hecho recogido por el periodismo en la última semana de octubre dé 1970: “El secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica, Lorenzo Miguel, viajaba en un Rambler por la calle Juan Bautista Alberdi. Lo acompañaban los dirigentes Ramón Coronel, Alberto Bugio y Jorge Zaneto. Al llegar al número 60, chocaron con un taxímetro conducido por Osear Giménez. Los dirigentes sindicales agredieron a Giménez, así como a tres policías de la seccional 10ª. 

En esas circunstancias, se acercó un patrullero, cuyo personal logró reducir a Miguel, Bugio, Coronel y Zaneto. Se les secuestraron dos pistolas, calibre 9 milímetros, y otras armas que se hallaban en el interior del automóvil. Fueron procesados por lesiones, atentado a la autoridad y resistencia” (revista Primera Plana del 27 de octubre de 1970).

El incidente había ocurrido el martes 20, a las once de la noche. El miércoles 21, a las nueve y media de la mañana, el juez Jorge Luis Gallegos, a cargo del Juzgado Criminal Nº 21, quien instruyó el sumario, ordenó que los cuatro detenidos fuesen puestos en libertad de inmediato …

El poder se consolidaba. Los burócratas de la UOM podían hacer y deshacer a su antojo. Mientras se encargaran de frenar las aspiraciones de las bases, mientras siguieran traicionando a la clase trabajadora, contarían con todo el apoyo oficial. Perón estaba lejos, en Madrid. “El futuro es nuestro”, pensó Miguel. Su estrella comenzaba a brillar.



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