Juan Bautista Justo, el destacado cirujano,
precursor de las ideas de izquierda en Argentina y fundador del Partido
Socialista, nació en el barrio de San Telmo en Buenos Aires, el 28 de junio de
1865. Su padre, don Felipe Justo, se dedicaba a las tareas agrícolas.
Al terminar Justo la escuela primaria, su
madre, Aurora Castro, se opuso a que abandonara los estudios para colaborar con
su padre y le brindó todo su apoyó para que ingresara en 1876 al Colegio
Nacional de Buenos Aires y posteriormente a la carrera de medicina en 1882.
Mientras cursaba la carrera, ingresó a
la redacción de La Prensa, donde escribió crónicas
parlamentarias. Allí tomó contacto con el mundo político de la época y sus
principales personajes.
En 1888, recibió su título de doctor en
medicina con notas sobresalientes. Su tesis de graduación, que contó con la
tutoría del doctor Ignacio Pirovano, se titulaba: “Aneurismas arteriales
quirúrgicos” y fue calificada por el decano de la facultad de medicina, Dr.
Avelino González, como “el estudio más acabado y perfecto que puede hacerse
sobre el tema”.
El doctor Justo era un gran investigador y
un innovador. Introdujo en nuestro país las prácticas antisépticas en las
operaciones quirúrgicas y el uso de la cocaína como anestésico. Por sus
investigaciones, la Facultad de Medicina lo premió con la medalla de oro, y le
otorgó, además, un viaje de estudios por las principales capitales europeas.
Tenía apenas 23 años.
En 1890, regresó al país y fue designado
jefe de sala del actual hospital Ramos Mejía y profesor de Clínica Quirúrgica
en la Facultad de Medicina.
También en el convulsionado año 1890 se
incorporó a las filas de la Unión Cívica, que preparaba su revolución contra el
gobierno de Juárez Celman. Justo se oponía al uso de la fuerza. Propuso como
método de lucha una huelga de contribuyentes y trabajadores. Prefería la
resistencia civil no violenta y decidió intervenir en la Revolución del Parque
sólo como médico.
Durante su estadía en Europa tomó contacto
con las ideas socialistas, y pudo leer y concretar la primera traducción al
castellano de El Capital de
Carlos Marx, que se publicaría años mas tarde en Madrid. Por ese entonces
comenzó a operarse en su conciencia un gran cambio. Así lo cuenta en una carta
a un amigo: “Hubo una época en mi
vida en que pasaba el día en el hospital con los enfermos, los lisiados, los
inválidos, las víctimas variadas de la miseria, de la explotación. ¿Valía la
pena empeñarse tanto en conservar esas vidas, fatalmente condenadas a un vil
sufrimiento? Gradualmente comprendí que había mucho de estéril e indigno en mi
tarea, que aquello tenía algo de fanático y unilateral. ¿No era más humano
ocuparse de evitar en lo posible tanto sufrimiento y tanta degradación? Y
pronto encontré en el movimiento obrero el ambiente propicio a mis nuevas y
fervientes aspiraciones”.
Con este estímulo y sus convicciones por
delante, en abril de 1894 fundó junto a un grupo de compañeros de ideas entre
los que se contaban Augusto Kühn, Esteban Jiménez e Isidro Salomó, el periódico
socialista La Vanguardia.
Para afrontar los gastos vendió el coche que utilizaba en sus visitas de médico
y empeñó la medalla de oro que le había otorgado la Facultad de Medicina. Justo
escribía en el primer editorial de La
Vanguardia: “hay que
construir una alternativa política al pillaje y la plutocracia. Los Pereyra,
los Unzué, los Udaondo, tan ricos que no tendrían por qué robar, son hoy los
preferidos para los altos puestos públicos por los otros ricos, cuya única
aspiración política es que sus vacas y ovejas se multipliquen sin tropiezos”.
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