martes, 8 de mayo de 2018

Nostalgia por los cines del barrio - Parte 1



De la sala Cumbre de Saavedra casi no hay registros, a pesar de haber sido declarada patrimonio histórico de la Ciudad de Buenos Aires. Tampoco queda mucho del Supremo de Villa Urquiza, al igual que del Grand Bourg en Monroe y del Edén Palace. Afortunadamente, la lucha vecinal logró recuperar el 25 de Mayo sobre Triunvirato.

En poco más de un año el cine argentino festejará sus 120 abriles de existencia, lo que nos lleva a plantearnos nuevamente cuál será el futuro de aquellas salas de espectáculos que funcionaron como centro de reunión durante varias décadas para los argentinos. 

El 18 de julio de 1896 se presentaron en nuestro país las primeras películas, de origen francés, en el ya desaparecido Cine-Teatro Odeón de la calle Esmeralda, a metros de la avenida Corrientes. 

En septiembre de ese mismo año se realizó la primera filmación del país en manos del alemán Federico Figner, quien eligió como temas compositivos los bosques de Palermo, la Plaza de Mayo y la avenida homónima.

El primer biógrafo porteño se llamó El Nacional y se encontraba en la calle Maipú 471. A partir de aquel entonces, en Buenos Aires comenzó a ver florecer un sinnúmero de salas de espectáculos que desde el Centro se fueron extendiendo hacia los barrios. El idilio entre el porteño y el cine fue un hecho inesperado y que no paró de crecer.

Desde principios del siglo XX hasta bien pasada la mitad del mismo, el cine se transformó en la salida obligada de la familia porteña, un ritual ineludible. Hasta en los barrios más humildes había alguna pequeña sala. Para aquellos que se encontraban a trasmano del Centro, el cine de barrio era el lugar ideal para la salida familiar. Por supuesto, había que prepararse y utilizar la mejor ropa para este evento. 


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