sábado, 26 de mayo de 2018

El increíble palacio de Mariano Miró - Parte 3

En julio de 1890, la residencia sufrió graves daños porque quedó en medio del fuego de un sangriento enfrentamiento conocido como “la revolución del Parque”. 
Los antagonistas fueron una fuerza cívico-militar (integrada por gente de la Unión Cívica y grupos militares) y los leales al gobierno del presidente Miguel Juárez Celman. Agustín Miró no vio aquello porque había muerto en 1872. Pero su viuda sufrió mucho al ver las ventanas y algunas paredes destruidas por la metralla de esa disputa. También aquello afectó a algunas de las obras de arte que había allí.

Después el lugar fue restaurado y en 1910 en la mansión se realizó el baile principal por los festejos del Primer Centenario de la Revolución de Mayo, al que concurrieron el presidente José Figueroa Alcorta y la infanta Isabel, que vino en representación del rey Alfonso XIII. Para entonces, doña Felisa ya no estaba: murió en 1896.

Pero antes de su muerte también tuvo que pasar por una situación que la afectó emocionalmente. En diciembre de 1887, en la calle Tucumán y entre dos manzanas de la plaza, se inauguró una gran estatua del general Juan Galo de Lavalle, un militar destacado en las luchas por la Independencia. En ese momento, la plaza ya llevaba su nombre. Pero había un detalle para no olvidar: por diferencias políticas internas, Lavalle había sido quien ordenó el fusilamiento de Manuel Dorrego en 1828.

Y tener aquel monumento sobre una columna a más de 20 metros del suelo fue interpretado como una ofensa por la viuda de Miró, sobrina del fusilado. Por eso, dispuso que todas las ventanas del palacio que daban hacia Viamonte fueran tapiadas. Y tampoco ya nadie subió al mirador.


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