sábado, 28 de abril de 2018

Juan Moreira / 1886 – Parte 9

En fin, no acabaríamos si fuéramos a nombrar a todas las personas espectables que van diariamente al circo, que ha tenido la rara virtud de interesar con sus espectáculos a la sociedad masculina de Buenos Aires. 

No diremos nada de juventud high-life porque ella está alegremente representada noche a noche por el inglés Balcarce, Juancito Varela, Saturno Unzué, Mackinlay, Catelin, Arriola, Ferro, Martín Echeverría, Ocampo, Urquiza, Frías, Lynch, Acevedo, en fin, cuanto muchacho conocido y distinguido, cuanta persona seria y espectable acude a rememorar las hazañas del valiente gaucho. 

Ahora bien, ¿qué significa esto? Juan Moreira plat du jour del Buenos Aires high-life, del Buenos Aires de Otelo de Tamagno y del Nerone de Novelli, significa patriotismo -¡ojalá!- o relajación del gusto artístico, o tendencia plebeya del espíritu o simple y mera ocurrencia con ribetes de originalidad, para ahogar con impresiones fuertes, con verdaderos sacudimientos de imaginación, ese germen de monotonía social o intelectual cuyo desarrollo es ya amenazante en nosotros. 

Será simplemente el interés en sí de la obra, será lo que se quiera, el caso es que algún atractivo ha de tener la dichosa representación cuando de tal manera se ve cumplimentada. 
Está, indudablemente, correctamente dada, sin que esto signifique que no se pueda y se deba dar mejor. 

Es sin duda un espectáculo alegre, de atractivos chocotones. Moreira no es una especialidad sino por el contrario él representa con austeridad, sí, lo característico de toda una raza donde el valor es innato, así es que sin estimular en absoluto su representación, pues la influencia de estas cosas es muy directa en las imaginaciones plebeyas, vale la pena de ir a ver la representación de Juan Moreira que, por otra parte, y a pesar de las exageraciones teatrales, no es sino un palidísimo reflejo de la vida heroicamente aventurada de un noble gaucho argentino perseguido por la fatalidad, y que ha llevado con sus hazañas el valor gauchesco a tal grado, que más bien parecen creaciones romancescas que hechos reales de vida palpitante. 

La vida representada de Juan Moreira es hoy la admiración de la sociedad más distinguida de la capital. 

Ya pueden imaginarse las impresiones de algunos de esos high-life, no de todos, que creen que el ser pobre es malo cuando sus ojos hayan visto en vez de las vistosas decoraciones de la ópera, en vez de los lujosos sillones de los aposentos de Otelo, una simple y vera cabeza de vaca sirviendo de asiento a una modesta criolla de liso vestido de zaraza y a un gaucho tendido boca abajo sobre su poncho. 


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