martes, 24 de abril de 2018

Juan Moreira / 1886 – Parte 2

El día del ensayo general a muchos de los artistas les parecía que la pantomima iba a fracasar, al extremo que el mismo director de mímica, señor Pratesi, me decía entre serio y broma: 
-Pepe, ¡esta noche nos matan! 
Yo me reía de las dudas de todos porque tenía fe en la obra y sobre todo en la escena final. 

Para el efecto combiné, sin decir nada a nadie, con un moreno peón de la compañía, que cuando yo lo matara cayera atravesado en el puente que dividía el escenario, con la cabeza y los brazos colgando y que no se levantara hasta que yo se lo ordenara. 
El moreno cumplió al pie de la letra lo convenido. 

Terminada la obra y después de muchísimas llamadas a los artistas y al autor, el moreno seguía muerto, lo que intrigó al público, que saltó al picadero, se llegó hasta el escenario para ver si efectivamente había sucedido alguna desgracia, y cuando creí oportuno di la voz de ¡ahora! y el muerto se levantó, alzó los brazos y soltó una carcajada estridente que se remató con un gran aplauso, mientras Gutiérrez, su señora esposa y muchos amigos me abrazaban y felicitaban por mi trabajo y por la sorpresa del moreno, que sin ser artista había coadyuvado al éxito general. 

Así terminó aquella memorable noche de Juan Moreira, sin sospechar siquiera que con el correr del tiempo iba a ser el primer jalón sobre cuya base se levantaría nuestro Teatro. 

La pantomima se representó trece veces seguidas y si no se continuó por más tiempo fue porque los hermanos Carlo debían embarcarse para Río de Janeiro, cumpliendo un contrato firmado con anterioridad. 

Cuando se resolvió representar la pantomima Juan Moreira , en la que se tenía muy poca fe, faltaban pocos días para terminar en el Politeama Argentino su contrato los Hermanos Carlo, mayor motivo para que hubiera menos interés en el decorado, sastrería y atrezos, pues casi todo fue alquilado y prestado. Moreira lucía botas, espuelas, calzoncillo cribado, chiripá negro, poncho, rebenque, cinto con botones-monedas, barba, peluca, vincha, camisa blanca y facón de madera pintada. Así se representó sin calcular que el protagonista en sus aventuras y correrías no siempre iría en mangas de camisa y arremangado, como tampoco se pensó que peleando con el facón de madera podía romperse y dejarlo desarmado, haciéndole hacer un mal papel, como sucedió en la primera función, que casi al terminar la lucha final se partió el facón." 

Refiere Podestá su viaje a Río de Janeiro con la compañía de los Hermanos Carlo y sus éxitos e impresiones en aquella ciudad, y luego su regreso y la formación de la sociedad Podestá-Scotti en La Plata. Después de un año de actuación en la capital bonaerense, la compañía salió a la provincia: 
"En marzo del 86 llegamos a Arrecifes; plantamos nuestro Pabellón Argentino frente a la iglesia, en el corralón del hotel de don León Beaupuy. 


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