martes, 6 de marzo de 2018

Estoy tan cambiao, no sé más quien soy - Parte 6

En tanto que la orquesta de D'Arienzo sigue marcando el ritmo de un tango orillero, los bailarines Gloria (24) y Eduardo (34) ejecutan una serie de piruetas que podrían volver timorato al más audaz de los aspirantes a bailarín: "Como profesionales tenemos la obligación de perfeccionar nuestro arte —se justifican—; suponer lo contrario es como pedir a un corredor que corra para atrás o a un cantor como Marino que cante mal: algo sencillamente imposible".

EL TANGO: VICTIMA DE LOS MONOPOLIOS

En La Yumba, un lugar de Bolívar y Chile, donde la copa no supera los 500 nacionales, Osvaldo Pugliese (65) capitanea, enfundado en su traje de color ala de cuervo, a su nutrida orquesta de 13 músicos. Este boliche es —probablemente— el que más se parece a los viejos mausoleos del tango que se llamaron El Nacional o el Marzotto: las mesas son de fórmica, sin mantel, el ambiente es ruidoso, los atuendos modestos y el sándwich de lomito está siempre a punto, tentador y humeante. "La juventud argentina no baila el tango —se encrespa don Osvaldo— porque hubo una ruptura histórica de 20 años, durante los cuales los muchachos del pueblo no pudieron concurrir a lugares de diversión baratos. Por otra parte, los medios de difusión, los entretenimientos, cayeron en manos privadas, interesadas, que de una u otra manera responden a los propósitos antinacionales de los distintos gobiernos que hemos tenido. La música —decreta Pugliese— debe ser para el pueblo y tiene que estar a su alcance. 

Por eso, el actual auge de las tanguerías y del tango alcanzarán su máximo apogeo cuando se levanten en su defensa las masas trabajadoras, que no están supeditadas a los monopolios extranjeros. Entonces si que el tango tendrá un contenido más rico que en la década del 40 —amenaza—. Por ahora no hay suficientes fuentes de trabajo, pues los altos impuestos impiden a los clubes realizar bailes con frecuencia. 

Por eso, también, los espectáculos son diferentes a los de otros tiempos: en un café como El Nacional, por ejemplo, una orquesta tocaba 7 horas seguidas, desde el mediodía hasta la noche; la taza de café costaba 20 centavos y cualquiera se la podía pagar. Con la carestía el tango fue perdiendo espectadores- y únicamente lo mantuvo la clase media hasta 1959. 

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