viernes, 5 de enero de 2018

Discursos de Asunción - Parte 4


Acaso pudo pensarse que era una de las tantas promesas incumplidas que formulan los gobernantes en sus primeros momentos de iniciación administrativa. Sin embargo, en menos de un año, las leyes que establecían el voto libre, secreto y con representación de minorías, eran una realidad, y el país político adquiría un signo totalmente distinto.

Propósitos y realidades

Los mensajes de inauguración presidencial suelen ser una declaración de principios y también una exposición de propósitos e intenciones. Hoy leemos, por ejemplo, el de Alvear en 1922 y la nostalgia nos deja un sabor agridulce. ¡Eran tan fáciles esos tiempos! ¡Estaban tan definidos los problemas! El de Ortiz, en 1938, marca su decisión de sanear la vida electoral del país, manchada desde 1931 por el fraude y la violencia. El de Perón, en 1946, tiene clarinadas de triunfo: "Quienes quieran oír, que oigan; quienes quieran seguir, que sigan. Mi empresa es alta, y clara mi divisa. Mi causa es la causa del pueblo. Mi guía es la bandera de la Patria". Momentos antes había dicho algo que los sucesos posteriores irían desmintiendo gradualmente: "Me siento el presidente de todos los argentinos: de mis amigos y de mis adversarios; de quienes me han seguido de corazón y de quienes me han seguido por una razón circunstancial; de aquellos grupos que se encuentran representados en estas Cámaras por la mayoría y de los que lo están por la minoría. Y —agregaba en obvia referencia a los socialistas— de los que por causas que no me corresponde examinar, quedaron sin representación parlamentaria".

Frondizi, en 1958, planteó en su mensaje la disyuntiva que a su juicio afrontaba el país. "Frente a nosotros, a partir de este momento, dos perspectivas se abren para nuestra Patria: o seguimos paralizados en nuestro desarrollo, empobreciéndonos paulatinamente, estancados en nuestras pasiones y descreídos en nuestra propia capacidad, y nos despeñamos en el atraso y la desintegración nacional; o, en cambio, cobramos conciencia de la realidad, imprimimos un enérgico impulso y nos lanzamos, con decisión y coraje a la conquista del futuro por el camino del progreso y la grandeza del país. . ."
Ni Perón fue, en definitiva, el presidente de todos los argentinos como prometía, ni Frondizi pudo, a pesar de su empeño, colocar al país en la vía de la grandeza. Es que la realidad suele burlarse de los grandes propósitos y a veces reduce a polvo las más levantadas promesas de los gobernantes.

Por eso conviene marcar la especificidad del mensaje presidencial que millones de argentinos escucharon el sábado pasado.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario