lunes, 28 de agosto de 2017

Avellaneda, el presidente que educó a los argentinos y pobló el país - Parte 7




Esta ley tuvo un efecto impactante en los años siguientes. Permitió la llegada de casi cuatro millones de extranjeros. Sin embargo, lejos de establecerse el grueso de los recién llegados en el campo, como era la idea de Avellaneda, muchos de ellos se establecieron en los centros urbanos próximos a los puertos. De más de 68 mil inmigrantes registrados en 1875, sólo poco más del 10% se volcó al trabajo rural, y no todos ellos se radicaron definitivamente.

El censo de 1895 arrojó la presencia de un millón de extranjeros (un 80% viviendo en la capital nacional, provincia de Buenos Aires y el litoral). Mientras la tasa de urbanización en 1869 alcanzaba el 39%, en 1914 ascendía al 62%; lo cual revela que el grueso de la masa inmigratoria se radicó en las ciudades argentinas y rehuyó la colonización en el campo. 

También corresponde destacar que la gran mayoría de los recién llegados (alrededor de dos millones y medio) fueron los primeros "trabajadores golondrinas", pues permanecieron durante una temporada o cosecha en nuestro país, para luego retornar a sus lugares de origen, sin radicarse definitivamente en la Argentina.

La ley de inmigración y colonización de Nicolás Avellaneda significó un exitoso instrumento de inmigración, pero que no rindió sus frutos como herramienta de colonización. Gracias a él se moldeó a nuestro país como un crisol de criollos e inmigrantes, que nos caracteriza, hasta el día de hoy, y nos distingue de las demás naciones de América Latina. 
Los recién llegados, luego de albergados inicialmente en el Hotel de Inmigrantes, se radicaron en los conventillos de nuestras ciudades, que surgieron, en la época, como soluciones habitacionales para responder al aluvión inmigratorio. Así, los conventillos del sur de la ciudad de Buenos Aires (luego cuna del tango y de tantas leyendas, historias, mitos y tradiciones) se colmaron de inmigrantes y le dieron a nuestra patria la riqueza cultural de la que tanto hoy nos enorgullecemos.

Juan Thames 
El autor es abogado e ingeniero.

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