Concedía estos beneficios al inmigrante: alojamiento, manutención y traslados dentro del país. Consagraba el artículo 14 de dicha ley: "Todo inmigrante que acreditase suficientemente su buena conducta y su actitud para cualquier industria, arte u oficio útil tendrá derecho a gozar, a su entrada al territorio, de las siguientes ventajas especiales: 1º Ser alojado y mantenido a expensas de la nación, durante el tiempo fijado; 2º Ser colocado en el trabajo o industria existente en el país a que prefiriese dedicarse; 3º Ser trasladado a costa de la nación, al punto de la República a donde quisiese fijar su domicilio; 4º Introducir libres de derecho prendas de uso, vestidos, muebles de servicio domésticos, instrumentos de agricultura, herramientas".
La ley creó oficinas de empleo, para buscarles trabajo y defenderlos de los abusos laborales de los empleadores locales. Regulaba además las condiciones que debían reunir los barcos para transportar a los inmigrantes. Establecía el procedimiento de desembarco, los documentos y los recaudos sanitarios que se les iba a exigir. Creó una red de agentes y comisiones de inmigración en Europa para promover a la Argentina como destino. El último capítulo indicaba cómo se financiarían las distintas actividades y los organismos.
De este modo, el Estado argentino concedía a los inmigrantes europeos: anticipo para pasajes, alojamiento en hoteles y asilos, trabajo y tierras. Se buscaba convertir al inmigrante en colono: propietario pequeño o mediano de tierras en el campo. Se creó el legendario Hotel de Inmigrantes en Buenos Aires para proveer alojamiento y comida a la llegada de los extranjeros al puerto. Luego se previó su traslado a su lugar de asiento definitivo.
Estos beneficios se concedieron no sólo a los inmigrantes traídos por empresas o agentes de colonización, sino también a los que arribaran por su cuenta.
La Ley de Inmigración permitió la llegada de cuatro millones de extranjeros a la Argentina
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