viernes, 17 de marzo de 2017

La locura del Coronel Estomba - Parte 7


Estomba, al conocer estos sucesos, cayo en una depresión tal que durante lo que le quedó de vida se sintió culpable por la muerte de estos dos héroes, alguno sugieren que la depresión fue el primer paso a su desequilibrio emocional y luego mental.

Después de muchas penurias, Estomba pudo reincorporarse al Ejercito que ahora conducía Bolívar, peleando en los llanos de Junín. Al parecer no se llevaba muy bien con Bolívar, por la preferencia de este a privilegiar por sobre el rango a sus entenados, aunque el Libertador lo nombró Prefecto de Ayacucho, y éste lo puso preso a Estomba en dos oportunidades. La última vez lo implicaron en un complot del que no tenía nada que ver. Aunque absuelto, quedó muy sentido por la injusticia y decidió volver al río de la Plata, donde al poco tiempo le fue reconocido el grado. 


Las autoridades le indicaron al coronel la formación de un contingente destinado a guerrear en el Brasil. Poco después el ministro Balcarce, antiguo camarada de armas de los días de Suipacha, le encomendó el cuidado de la frontera al sur de la Bahía Blanca. Allí, Estomba, partiendo del recientemente levantado fortín Independencia, hoy Tandil, al mando del regimiento 7 de Caballería y construyó un fuerte que se llamó “La Esperanza” y un fortincito titulado “ Fortaleza Protectora Argentina”, que se convirtió con el tiempo, en el punto estratégico de la soberanía Argentina en la Pampa y la Patagonia. El gobernador Dorrego la llamó “Nueva Buenos Aires”, pero quiso la tradición que se impusiese el nombre por el que hoy la conocemos: Bahía Blanca.

El loco Demóstenes

Cuando en febrero de 1829, luego del levantamiento decembrino y el fusilamiento del Gobernados Dorrego, y el fuego de la guerra civil y los desencuentros políticos marcaran el inicio de la vida argentina, Estomba tomo partido por el Unitarismo y se unió a Lavalle para pelear contra Rosas, comenzaron a percibirse los primeros signos inéquívocos de deterioro mental, con ordenes contradictorias, marchas y contramarchas y un despliegue de rigurosidad excesiva, lo que comenzó a dar sospechas a sus subalternos, que se vieron obligados a degüellos y matanzas sin sentido, en la campaña de persecución sobre los federales. Hasta que un día colocó un cartel en la plaza principal de San Antonio de Areco que decía “Desde ahora para siempre y hasta la muerte y más allá de la muerte dejo el insignificante nombre de Ramón y me llamaré Demóstenes Estomba” . 



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