El acta notarial, el informe médico realizado por los
doctores Osvaldo Khan y Emilio Ruderman sobre los golpes y torturas que
recibieron los militantes, documentos fotográficos y el relato de quienes
sufrieron los vejámenes y tormentos fueron entregados hace unos días al juez
Oyarbide por una delegación del PC. Los comunistas también entregaron otros
documentos y una extensa lista de militantes asesinados por las Tres A, y otra
con testigos y sobrevivientes de los atentados de la banda paramilitar. Pero le
pidieron al juez federal que los incorpore como querellantes en la causa, a la
que ya se habían presentado junto a otras organizaciones políticas y de
derechos humanos.
El asalto al local comunista en Córdoba fue una de las huellas
claras que dejaron las Tres A de sus vínculos con todo el aparato estatal. Poco
después de las siete de la tarde del 10 de octubre de 1974, policías y comandos
civiles ingresan en la casona de Obispo Trejo disparando ráfagas de armas de
guerra –“Itaka, metralletas, pistolas 45”– después de volar la cerradura de la
puerta de entrada. El único recaudo que tomaron los comandos cordobeses es que
no les vieran las caras. “Nos tiraron a todos boca al piso, mientras disparaban
sobre nuestras cabezas y caminaban por encima nuestro repartiendo culatazos y
patadas” al grito de “bolches hijos de puta, los vamos a matar a todos”,
relataron varios de los que vivieron el tormento. Luego fueron separando a
distintas personas para torturarlas y exigir que aparezcan “las armas”. Así
comenzaron los simulacros de fusilamiento a los pequeños grupos que sacaban al
patio mientras gatillaban las armas y los disparos repiqueteaban cerca de sus
cuerpos. A otras salas del local se llevaban a las mujeres, desde donde “se
escuchaban gritos desgarradores”.
Tras dos horas de tormentos en los que nunca cesaron los
disparos dentro del local, los hicieron formar “con las manos en la nuca” y la
“obligación” de mantener los ojos cerrados para pasar por una doble fila de
asaltantes que descargaron “patadas, latigazos, culatazos y trompadas” a su
paso.
“A ver, uno con credencial de la Federal que salga a la
calle” y “sáquenlos, los primeros al móvil 184” , ordenó uno de los asaltantes según el
relato del dirigente comunista Jorge Caselles. Afuera los subieron a un camión
y “nos fueron apilando como fardos uno arriba de otro, lo que hacía que los que
quedaran abajo casi ni pudieran respirar”, dijo entonces Enrique de Dios. “A
estos los vamos a rociar con nafta y los vamos a quemar a todos”, volvió a
escuchar Caselles antes de que el jefe le ordenara a un subordinado “no tires
gases a la esquina (de Trejo y Quirós) porque el viento lo trae para acá”.
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