Entre estos vagabundos espirituales, -refractarios a la
domesticación y disciplina capitalistas, -es necesario buscar los expropiadores
los partidarios de la expropiación individual, aquellos que no quieren esperar
a que las masas estén preparadas y dispuestas para cumplir el acto colectivo de
justicia social. Estudiando bien los matices psicológicos, éticos y sociales
que determinan esa actitud en ellos, sabremos comprender, justificar y apreciar
mejor sus actos y también defenderlos de los ataques biliosos de muchos de
aquellos que aún compartiendo las mismas ideas sobre muchos otros problemas, se
afanan en tirar fango sobre, estos impacientes que no saben resignarse hasta
que llegue el día de la redención colectiva. El derecho a la
expropiación individual no se puede negar, basándose sobre un cierto derecho
colectivo a la expropiación.
Si fueramos socialistas o comunistas-bolcheviques,
podríamos negar al individuo el derecho de apropiarse -por los medios que
estime más convenientes- de aquella parte de riqueza que a él como productor le
pertenece. Porque los bolcheviques y los socialistas niegan la propiedad
individual y admiten una sola forma de propiedad: la colectiva. Pero este no es
el caso de los anarquistas, sean individualistas o comunistas, pues todos
teórica y prácticamente admiten tanto la propiedad individual como la
colectiva. Y si admite el derecho a la posesión individual, ¿cómo podría
negarse al individuo el mismo derecho a servirse de los medios que crea
oportunos para entrar en posesión de lo que le pertenece? Cada acreedor (y éste
sería la clase productora frente a la capitalista) toma por la garganta a su
deudor en la hora y en la forma que más le convenga, y se hace restituir su
producto -el cual se le ha arrebatado con el engaño y la violencia- en el menor
tiempo posible. El individuo, basándose en la libertad, -y la libertad es la
doctrina de la anarquía,- es el único y solo árbitro y juez en este acto de
restitución.
Se ha admitido la oportunidad y la necesidad de un acto
colectivo, de una revolución social para expropiar a la burguesía, y el
individuo, aún individualista, se asoció voluntario a esta idea, porque fue
creencia general que un esfuerzo colectivo nos libraría más fácilmente de la
esclavitud económica y política. Pero desde hace años esta confianza ha
decrecido en muchos anarquistas. Ha tenido que admitirse, al fin, que
una verdadera liberación, una liberación profunda, anárquica, que arrancara de
la conciencia de las masas -con seguridad de nunca más volver- el fetiche
autoridad y nos permite instaurar un estado de cosas que no violara la libertad
de cada uno, necesita forzosamente una larga preparación cultural, por
consecuencia, muchos años todavía de sufrimientos bajo la explotación
capitalista. De esto ha derivado que muchos rebeldes nuestros, que en un primer
momento habían abrazado con entusiasmo la idea de una revolución expropiadora
se han dicho -sin disasociarse por esto del necesario trabajo de preparación
revolucionaria- que tal espera significaba el sacrificio de toda su vida,
consumida en condiciones odiosas y bestiales, sin ninguna alegría, sin goce
alguno, y que la satisfacción moral de una lucha cumplida en pro de la
liberación humana no era lenitivo suficiente para sus propias penas.”No tenemos
más que una vida -se han dicho en su corazón- y ésta se precipita hacia su fin
con la rapidez del relámpago.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario