Se comprende, entonces, que existan los desconformes que no
quieren doblegarse a esta esclavitud repugnante.
Se comprende que existan los
vagabundos indomables que prefieren la incertidumbre de su mañana -la mayoría
de las veces sin el mísero mendrugo acordado al trabajador constante- antes que
someterse a este sistema humillante.
Se comprende la bohemia incorregible, sin
genio si queréis, pero que no forma parte en el cortejo humillante de los arias
… Y se comprende, también, a los grandes haraganes, los ociosos ideales que
pasando su vida en completa hermandad con la naturaleza, gozando al contemplar
las maravillosas auroras, los melancólicos crepúsculos, colmando sus espíritus
de melodías que sólo una vida simple y libre puede procurarles, imponiendo
silencio a las imperiosas necesidades del hambre por no caer en la esclavitud
en la cual nosotros estamos hundidos.
Sentados al borde del camino observan con infinita tristeza,
con profunda piedad, la negra caravana que todos los días se encamina dócil y
deshecha hacia las fábricas -prisiones que los engullen ya exhaustos y los
devuelven por la noche hechos cadáveres.Y huyen, huyen estos ociosos ideales
con el corazón oprimido al ver tanta estulticia, tanta miseria, tanta locura.
Huyen hacia la vida libre, indócil, no conformista
diciéndole a su corazón que antes de someterse cada día a esta vida miserable,
vil y privada de elevación y espiritualidad, la muerte es preferible. Odiar el
trabajo manual en régimen capitalista, no significa ser enemigo de toda
actividad, como aceptar la expropiación individual no equivale a hacer la
guerra al trabajador-productor, sino al capitalista-explotador. Estos vagabundos
ideales a los que tanto admiro, tienen una actividad, viven una intensa vida
espiritual, riquísima en experiencias, observaciones, goces.
Son enemigos del
trabajo, porque encuentran malgastados en gran parte sus esfuerzos en aquella
dirección; no pueden, por lo tanto, someterse a la disciplina que exige aquella
especie de actividad, y no quieren tolerar que se haga de ellos una máquina sin
cerebro, que se mate, en fin, en ellos aquella personalidad, que es lo que más
aprecian.
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