sábado, 17 de octubre de 2015

El Derecho al Ocio y a la Expropiación Individual – Parte 7


Se comprende, entonces, que existan los desconformes que no quieren doblegarse a esta esclavitud repugnante. 
Se comprende que existan los vagabundos indomables que prefieren la incertidumbre de su mañana -la mayoría de las veces sin el mísero mendrugo acordado al trabajador constante- antes que someterse a este sistema humillante. 

Se comprende la bohemia incorregible, sin genio si queréis, pero que no forma parte en el cortejo humillante de los arias … Y se comprende, también, a los grandes haraganes, los ociosos ideales que pasando su vida en completa hermandad con la naturaleza, gozando al contemplar las maravillosas auroras, los melancólicos crepúsculos, colmando sus espíritus de melodías que sólo una vida simple y libre puede procurarles, imponiendo silencio a las imperiosas necesidades del hambre por no caer en la esclavitud en la cual nosotros estamos hundidos.

Sentados al borde del camino observan con infinita tristeza, con profunda piedad, la negra caravana que todos los días se encamina dócil y deshecha hacia las fábricas -prisiones que los engullen ya exhaustos y los devuelven por la noche hechos cadáveres.Y huyen, huyen estos ociosos ideales con el corazón oprimido al ver tanta estulticia, tanta miseria, tanta locura.


Huyen hacia la vida libre, indócil, no conformista diciéndole a su corazón que antes de someterse cada día a esta vida miserable, vil y privada de elevación y espiritualidad, la muerte es preferible. Odiar el trabajo manual en régimen capitalista, no significa ser enemigo de toda actividad, como aceptar la expropiación individual no equivale a hacer la guerra al trabajador-productor, sino al capitalista-explotador. Estos vagabundos ideales a los que tanto admiro, tienen una actividad, viven una intensa vida espiritual, riquísima en experiencias, observaciones, goces. 

Son enemigos del trabajo, porque encuentran malgastados en gran parte sus esfuerzos en aquella dirección; no pueden, por lo tanto, someterse a la disciplina que exige aquella especie de actividad, y no quieren tolerar que se haga de ellos una máquina sin cerebro, que se mate, en fin, en ellos aquella personalidad, que es lo que más aprecian.

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