La poesía consagrada al trabajo manual no es más que una
irrisión y un engaño que nos deberían hacer sonreír, si no llenarnos de
indignación y rebeldía.¡La belleza del trabajo … el trabajo que eleva,
ennoblece, redime! …¡Si, si! Mirad allá, a lo lejos. Son los obreros que salen
de las fábricas que surgen de las minas, que abandonan los puertos, los campos,
después de la jornada de trabajo. ¡Miradlos, miradlos! Apenas si sus piernas
pueden soportar aquellos cuerpos derrengados. Escrutad esas caras pálidas,
mustias, extenuadas.
Asomaos a esos ojos tristes, mortecinos, sin luz, sin
vitalidad. ¡Ah, los bellos, los potentes músculos … la alegría de los corazones
por el trabajo que ennoblece! …Penetrad en aquella fábrica y observarlos en su
actividad. Enclavados cojo parte integrante de la máquina, están constreñidos a
repetir por mil, por diez mil veces el mismo movimiento, automáticamente, como
la máquina, sin que casi sea necesaria la intervención de sus cerebros.
Podrían
muy bien haberlos dejado en sus casos, puesto que una vez emplazados en sus
puestos, continuaría igualmente sus trabajos. No conservan nada de la propia
personalidad, de la propia individualidad. No son seres sensibles, pensantes,
creadores. No son más que cosas sin espiritualidad, sin impulso propio. Van
porque todos van. Se mueven con ritmo uniforme, igual, sin independencia. Se
les ha ordenado ejecutar aquel movimiento y lo deben hacer hoy, mañana, ..
¡siempre! … ¡cómo las máquinas! …Hemos llegado a la destrucción completa de la
personalidad humana en el ochenta por ciento de la producción moderna.
No se hallan ya los artesanos, los artistas. La producción
capitalista, no los pide, no los precisa. Se han inventado cosas para cada
necesidad y máquinas para hacerlo todo, y hemos llegado al punto de tener que
crear nuevas necesidades para poder fabricar nuevos productos. En realidad es
esto lo que ya se hace y es por esto que la vida se va siempre complicando más
y el vivir se hace cada día más difícil. Se ha suprimido la estética de
las cosas y no se crea más que en serie, en montón. Se han educado los gustos
en línea general; se ha distribuido en los individuos cualquier, originalidad
artística, cualquier antojo diferente, y se ha alcanzado -¡oh, prodigio de la
propaganda!- hacer apetecer a la generalidad aquello que a los capitalistas
conviene fabricar: una misma cosa para cada individualidad distinta.
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