Cada aumento de nuestra actividad en el presente sistema
social no tiene otro resultado que un aumento de la explotación en nuestro
daño. Impostores son aquellos que afirman que la riqueza es fruto del trabajo,
del trabajo honesto, individual.Pasemos adelante. ¿Para qué detenerse a rebatir
los sofismas de ciertas teorías económicas que no son sinceras ni honradas y
que sólo convencen a los pobres de espíritu -desgraciadamente son la mayoría de
la sociedad,- que no persiguen otra finalidad que la de cubrir torpes intereses
con la apariencia de la legalidad y del derecho.
Todos vosotros sabéis que el
trabajo honrado, el trabajo que no explota a otros, no ha creado nunca, en el
presente sistema, el bienestar de persona alguna y mucho menos, su riqueza
puesto que esta es el fruto de la usura y de la explotación, las cuales no se
diferencian del crimen más que en las formas exteriores.
Después de todo, no nos interesa un relativo bienestar
material obtenido por la extenuación de nuestros músculos y de nuestro cerebro:
queremos, sí, el bienestar adquirido por la posesión completa, absoluta del
producto de nuestro esfuerzo, la posesión incontrastable de todo aquello que
sea creación individual.
Estamos, entonces, consumiendo nuestra existencias a
total beneficio de nuestros explotadores, persiguiendo un bienestar material
ilusorio, eternamente fugitivo, jamás realizable en una forma concreta,
estable, porque la liberación de la esclavitud económica no nos podrá llegar
por medio de un aceleramiento de nuestra actividad en la producción
capitalista, sino con la creación consciente, útil, y con la posesión de lo que
se produce. Es falso decir: “una buena recompensa, un buen salario
por una buena jornada de trabajo”. Confiesa esta frase que deben existir los
que producen y los que se adueñan del producto, y que después de haber quitado
una buena parte para ellos -aún no habiendo participado en su creación-
distribuyen, en base de criterio y principios absurdos, enteramente arbitrarios,
aquello que creen conveniente darle al verdadero productor.
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