jueves, 15 de octubre de 2015

El Derecho al Ocio y a la Expropiación Individual – Parte 3


Cada aumento de nuestra actividad en el presente sistema social no tiene otro resultado que un aumento de la explotación en nuestro daño. Impostores son aquellos que afirman que la riqueza es fruto del trabajo, del trabajo honesto, individual.Pasemos adelante. ¿Para qué detenerse a rebatir los sofismas de ciertas teorías económicas que no son sinceras ni honradas y que sólo convencen a los pobres de espíritu -desgraciadamente son la mayoría de la sociedad,- que no persiguen otra finalidad que la de cubrir torpes intereses con la apariencia de la legalidad y del derecho. 
Todos vosotros sabéis que el trabajo honrado, el trabajo que no explota a otros, no ha creado nunca, en el presente sistema, el bienestar de persona alguna y mucho menos, su riqueza puesto que esta es el fruto de la usura y de la explotación, las cuales no se diferencian del crimen más que en las formas exteriores.


Después de todo, no nos interesa un relativo bienestar material obtenido por la extenuación de nuestros músculos y de nuestro cerebro: queremos, sí, el bienestar adquirido por la posesión completa, absoluta del producto de nuestro esfuerzo, la posesión incontrastable de todo aquello que sea creación individual. 

Estamos, entonces, consumiendo nuestra existencias a total beneficio de nuestros explotadores, persiguiendo un bienestar material ilusorio, eternamente fugitivo, jamás realizable en una forma concreta, estable, porque la liberación de la esclavitud económica no nos podrá llegar por medio de un aceleramiento de nuestra actividad en la producción capitalista, sino con la creación consciente, útil, y con la posesión de lo que se produce. Es falso decir: “una buena recompensa, un buen salario por una buena jornada de trabajo”. Confiesa esta frase que deben existir los que producen y los que se adueñan del producto, y que después de haber quitado una buena parte para ellos -aún no habiendo participado en su creación- distribuyen, en base de criterio y principios absurdos, enteramente arbitrarios, aquello que creen conveniente darle al verdadero productor.

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