Tu haces un trabajo que te gusta, que tienes una ocupación
independiente y a quien el yugo del patrón no molesta mayormente; tú también
que te sometes resignado o cobarde en tu calidad de explotado: ¿cómo te atreves
a condenar así, tan severamente, a aquellos que ha pasado al plano de ataque en
contra del enemigo? Una sola cosa te
queremos decir: “¡Silencio!”, por honestidad, por dignidad, por fiereza. -¿No
sientes el sufrimiento de ellos? ¡Cállate!- ¿No tienes la audacia de ellos?
Entonces, otra vez ¡cállate! Cállate, porque tú no sabes las torturas de un
trabajo y de una explotación que se odian. Desde hace mucho tiempo se
viene reclamando el derecho al trabajo, el derecho al pan, y, francamente, en
el trabajo nos estamos embruteciendo. No somos más que lobos en busca de
trabajo, -de un trabajo duradero, fijo- y a la conquista de él se encaminan
todos nuestros afanes. Estamos a la pesca continua, obsesionante del trabajo.
Esta preocupación, esta obsesión nos oprime, no nos abandona nunca. Y no es que
se ame al trabajo. Al contrario, lo odiamos, lo maldecimos: lo cual no impide
que lo suframos y lo persigamos por todas partes. Y mientras imprecamos en su
contra, lo maldecimos también porque se nos va, porque es inconstante, porque
nos abandona -después de un breve tiempo: seis meses, un mes una semana un solo
día. Y he aquí que transpuesta la semana, pasado el día, la búsqueda empieza de
nuevo con toda la humillación que ella entraña para nuestra dignidad de
hombres; con el escarnio que implica a nuestras hambres: con la befa moral
nuestro orgullo de individuos conscientes de este ultraje, relajándonos y
pisoteando nuestros derechos rebeldes, de anarquistas.
Nosotros, anarquistas, sentimos la humillación de esta lucha
para huirle al hambre y sufrimos la ofensa de tener que mendigar un pedazo de
pan que nos es concedido de cuando en cuando como una limosna y a condición de
renegar o poner en el desván de los trastos inútiles nuestro anarquismo (si no
queréis usar de medios ilegales para defender vuestro derecho a la vida, sólo
os quedará como lugar de reposo el cementerio), y sufrimos más, porque tenemos
conciencia de la injusticia que se realiza en contra nuestra.
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