lunes, 19 de enero de 2015

Esteban Echeverría – Parte 3


A este espíritu de asociación y a las ideas adoptadas como palabras y principios de orden, ha dado Echeverría el título de dogma socialista, en la última edición del código o digesto de principios que la juventud argentina discutió y adoptó en 1836. Ese trabajo, de que fue redactor Echeverría, muestra lo adelantado de la juventud de Buenos Aires, en ese tiempo, gracias a sus esfuerzos propios, pues la revolución francesa de febrero no ha dado a luz una sola idea liberal que no estuviese propagad en la juventud de Buenos Aires, desde diez años atrás.

El socialismo originando por ese movimiento, ha hecho incurrir en el error de suponer idéntico a ese loco sistema, el formulado en Buenos Aires por el escritor americano de que nos ocupamos. Hay un abismo de diferencia entre ambos, y sólo tienen de común el nombre, nombre que no han inventado los socialistas o demagogos franceses, pues, la sociedad y el socialismo tales cuales existen de largo tiempo, expresan hechos inevitables reconocidos y sancionados universalmente como buenos. Todos los hombres de bien han sido y son socialistas al modo que lo era Echeverría y la juventud de su tiempo. Su sistema no es el de la exageración; jamás ambicionó mudar desde la base la sociedad existente. Su sociedad es la misma que hoy conocemos, despojada de los abusos y defectos que ningún hombre de bien autoriza.

Un escritor de Rosas, un extranjero mezclado en las disensiones de Buenos Aires, por vía de especulación, ha supuesto calumniosamente que la doctrina formulada por Echeverría, era la misma que propagaban los perturbadores de la paz en Europa. El nombre, el título de la publicación, han dado pretexto para esa innoble y pérfida imputación. Echeverría contestó en el lenguaje merecido al autor del Archivo Americano.

Todo el socialismo de Echeverría se encierra en esta fórmula que tomo de su libro excelente, calumniado por los asalariados de la tiranía; -“Para que la avocación corresponda ampliamente a sus fines (se lee en el Dogma), es necesario organizarla y constituirla de modo que no se choquen ni se dañen mutuamente los intereses sociales y los intereses individuales, o combinen entre sí estos dos elementos –el elemento social y el elemento individual, la patria y la independencia del ciudadano. En la alianza y armonía de estos dos principios, estriba todo el problema de la ciencia social”.

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