martes, 20 de enero de 2015

Esteban Echeverría – Parte 4



¿Y cómo resuelve Echeverría este problema? –“La política, dice él, debe encaminar sus esfuerzos a asegurar por medio de la asociación de cada ciudadano su libertad y su individualidad”. –“La sociedad no debe absorber al individuo o exigirle el sacrificio absoluto de su individualidad”.

¿Es eso el comunismo que hoy aflige a la Francia y amenaza a Europa?

El libro de Echeverría o más bien de la juventud que le adoptó por órgano, es el punto de partida de toda propaganda sana y fecunda para estos países. Contiene el credo político con que la juventud de Buenos Aires se preparó a la vida pública en 1837, cuando parecía llegada la hora de sus destinos. As cosas han vuelto al punto de arranque. Mañana cuando la juventud se apronte de nuevo, debe acudir a esa fuente porque no hay otra. Es el honor, es la lealtad, es la religión, es el desprendimiento aplicados a la política. Echeverría ha sellado la pureza de su doctrina, con su muerte, aceptada con tranquilidad y nobleza, en país extraño, en medio de la pobreza, lejos de la tiranía, que le hubiera recibido con caricias, lejos de sus bienes de fortuna, que no ha querido poseer bajo la tiranía.

He aquí sus máximas; Armando Carrel habría tenido envidia de tanta virilidad y energía; -“Asociarse, mancomunar su inteligencia y sus brazos para resistir a la opresión, es el único medio de llegar un día a constituir la patria… Uníos y marchad… No os arredre el temor, ni os amilanen los peligros… Del coraje es el triunfo; del patriotismo el galardón; de la prudencia el acierto. Acordáos que la virtud es la acción, y que todo pensamiento que no se realiza, es una quimera indigna del hombre. Estad siempre preparados porque el tiempo de la cruzada de emancipación se acerca… Caed mil veces; pero levantaos otras tantas. La libertad como el gigante de la fábula, recobra en cada caída nuevo espíritu y pujanza; las tempestades la aguardan y el martirio la diviniza”.

El Correo de Ultramar, del 15 de diciembre de 1849, ha publicado su retrato, y uno de sus poemas titulado la Guitarra. –El espiritual Rugendas ha ilustrado algunas escenas de la Cautiva, -poema descriptivo del desierto o la pampa, con cuadros que se han publicado en Europa.- La última obra publicada por él, es el Avellaneda, poema político en que canta al héroe de este nombre, muerto gloriosamente por la libertad en la última revolución argentina.

Pero el más hermoso trabajo suyo está inédito tal vez hasta hoy; pues aunque lo tiene el señor Frías, en París, con encargo de imprimirlo, no tenemos noticias de que lo hay llevado a cabo.

En cartas que el ilustre muerto hoy día, nos hizo el honro de escribir hace un año, nos habla de esos poemas en estos términos, que creemos dignos de reproducir, pues serán el único prefacio de tales trabajos; -“No sé si habré acertado en la pintura de Tucumán. En cuanto al carácter de Avellaneda, me he atendido a lo ideal. No poco me ha dañado a este propósito la circunstancia de ser hombre de nuestro tiempo. No se pueden poetizar sucesos ni caracteres contemporáneos, porque la poesía vive de la idealización. Avellaneda es una transformación de un tipo de hombre que figura en todos mis poemas, en varias edades de la vida y colocado en situaciones distintas”.
“El Ángel Caído” me decía en otra carta, es un poema serio y largo: tiene once cantos y más de once mil versos. Es continuación de la Guitarra. El Avellaneda es una transformación del personaje principal de aquellos poemas. El Pandemonium, que escribiré si Dios me da salud y reposo de ánimo, será el complemento de un vasto cuadro individual y social en el Plata”.

La muerte ha segado en su germen esas brillantes flores que un día debían ornar las letras de la América del Sud.

El sol fulgente de mis bellos días
Se ha oscurecido en su primera aurora
Y el cáliz de oro de mi frágil vida
 Se ha roto lleno.
Ángel de muerte de mi vida en torno
Mueve sus alas y suspira sólo
Fúnebre canto.
Como la lumbre de meteoro errante, 
Como el son dulce de armoniosa lira,
Así la llama que mi vida alienta,
Veo extinguirse.
Lira enlutada melodiosa entona
Funeral canto, acompañadla gratas,
Musas divinas; mi postrer suspiro
Un himno sea.

La aurora de esperanzas políticas aparecida en el horizonte argentino en 1838, hermoseó la tumba de Juan Cruz Varela, el barco de la guerra de la Independencia de aquel país. Echeverría cierra hoy sus ojos cuando de nuevo bullen las esperanzas de la libertad en el corazón de su patria. Ellos se han ocultado cual luceros al despuntar el día de la regeneración política de los pueblos del Plata.



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