Y bien, señor Presidente: han pasado trece años; hemos
seguido buscando en la paz, en el convencimiento, en la predica. de las buenas
doctrinas, llegar a la verdad institucional; y si hoy día se me presentara en
este recinto la sombra de Del Valle, y me preguntara: -¿Y como nos hallamos?-
;¡tendría que confesar que han fracasado lamentablemente mis teoría evolutivas
y que nos encontramos hoy peor que nunca! Y bien, señor Presidente: si ésta es
la situación de la República, cómo podemos esperar que por esta simple ley de
olvido vamos a modificar la situación, vamos a evitar que se reproduzcan
aquellos hechos? Si dejamos la semilla en suelo fértil, ¿acaso no es seguro que
mañana, con los primeros calores, ha de brotar una nueva planta, y hemos de ver
repetidos todos los hechos que nos avergüenzan ante las grandes naciones
civilizadas? ¿No nos dice esta ley de amnistía, no nos dice esta exigencia
pública, que viene de todos los extremos de la república, esta exigencia de
perdón que brotó al día siguiente del motín, que hay en el fondo de la
conciencia nacional algo que dice: esos hombres no son criminales; esos hombres
podrán haber equivocado el rumbo, pero obedecían a un móvil patriótico? Ha
habido militares que han sido condenados, que han ido a presidio, que han
vestido la ropa del presidiario, y cuando han vuelto nadie les ha negado la
mano, ¿por que?, porque todos sabemos la verdad que hay en el dicho del poeta:
“es el crimen, no el cadalso, el que infama”.
Bien, señor Presidente; sólo habrá ley de olvido; sólo habrá
ley de paz, sólo habremos restablecido la unión en la familia argentina, el día
en que todos los argentinos tengamos iguales derechos, el día que no se les
coloque en la dolorosa alternativa, o de renunciar a su calidad de ciudadanos,
o de apelar a las armas para reivindicar sus derechos despojados.
Y no quiero verter esta opinión sin volver a repetir, para
que todos y cada uno carguemos con la responsabilidad de lo que está por venir:
no sólo no hay olvido, no sólo todas las causas están en pie, sino que la
revolución está germinando ya. En los momentos de gran prosperidad nacional,
los intereses conservadores adquieren un dominio y un poder inmenso, y entonces
son imposibles todas estas reivindicaciones populares; pero ¡ay del día, que
fatalmente tiene que llegar, en que esta prosperidad cese, en que este
bienestar general desaparezca, en que se haga más sombría la situación nacional.
¡Entonces vamos a ver germinar toda esta semilla que estamos depositando ahora,
y quiera el Cielo, señor Presidente, que no festejemos el centenario de nuestra
Revolución con uno de los más grandes escándalos que pueda dar la República
Argentina!
Voy a votar, pues, esta amnistía respondiendo al anhelo
público; pero al hacerlo, he querido pronunciar estas palabras para llamar a
los gobernantes al sentimiento de su deber, para decirles que no es con frases,
sean sinceras o sean mentidas, que vamos a curar los males que hoy afectan a la
República, sino con voluntad, con energía, con actos prácticos, con algo que
levante el espíritu, con algo que haga clarear el horizonte y que permita a los
ciudadanos esperar en la efectividad de su derecho renunciando a estas medidas
violentas. Tal vez, señor Presidente, sea este nuevo pedido un eco más que se
pierda. Por mi parte aprovecharé siempre todo momento para continuar en esta
prédica. No abandono los principios que siempre he profesado. Condeno y
condenaré siempre los actos de violencia; pero será doloroso que llegue un día
en que tenga que convencerme que todas estas invocaciones sinceras al
patriotismo y al deber han sido estériles, y que haya que abandonar a los
hechos la suerte que el porvenir les depare.
Pero, señor Presidente, si voy a acompañar a la Comisión en
este voto, no puedo en manera alguna acompañarla en la amplitud que ha dado a
esta ley, y votaré por el proyecto tal como lo presentó el Poder Ejecutivo.
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