lunes, 26 de enero de 2015

CARLOS ENRIQUE JOSÉ PELLEGRINI – Parte 8




El 18 de octubre de 1891 se llevó a cabo la reunión en la casa de Pellegrini, con la asistencia de Hipólito Yrigoyen y Oscar Liliedal, éste en representación de Bernardo de Irigoyen. Hipólito Yrigoyen manifestó que el radicalismo no secundaría al presidente, si éste no se ponía en su puesto. A lo que Pellegrini respondió airadamente: Cómo quiere el doctor Yrigoyen que me coloque en mi puesto si siento que una revolución me está quemando la cara. Yrigoyen replicó: Cumpla el presidente con su obligación, garantice el comicio y verá como ninguna revolución le quema la cara.

El acuerdo estaba roto por la intransigencia radical, sin siquiera escuchar la propuesta que la junta haría. Aristóbulo Del Valle intentó delegar en el presidente para que reuniera hombres eminentes para lograr una solución nacional. Yrigoyen se mantuvo intransigente. Era su estilo y lo sostuvo a lo largo de su extensa vida política transmitiéndolo como parte de una ideología de partido. Ya veremos en el estudio de otros vicepresidentes, como no todo el partido lo siguió, produciéndose rompimientos partidarios importantes. Los grises no contaban para Yrigoyen.

A todo esto el gobernador de Buenos Aires, Julio Costa, lanza la candidatura de Roque Sáenz Peña, quien se llevaba bien con Pellegrini pero no con Roca. Pero como el dúo Pellegrini Roca se había solidificado de tal modo, desde los tiempos en que el tucumano era presidente, que los candidatos que ambos promovieran debían de ser del agrado de los dos. Por otra parte Pellegrini era más amplio y generoso de criterio.
Cuenta Roca (Félix Luna: “Soy Roca”) que estando en Mar del Plata, en una casilla de madera al borde de la playa, cambiaban ideas de cómo eliminar a Roque Sáenz Peña sin enfrentarlo, hasta que Roca le dice a Pellegrini:

“–Ya lo tengo, mi doctor...
”–¿Quién?
”–Su señor padre, el doctor Luis Sáenz Peña
”–¡Superior! Don Luis es un pan de Dios y no arrastra a nadie, pero para su hijo...
”–Claro, es un buen hijo. Y ¿quién convencerá a don Luis que acepte la candidatura? Yo no debo hacerlo: desconfiaría. Usted, tampoco: es el presidente. Pero usted podría pedirle a Mitre que hable con don Luis y lo persuada de que la Nación está ansiosa de tenerlo como presidente”.

Así fue que Mitre convenció a don Luis, y Roque, su hijo, en una carta muy respetuosa, declinaba su candidatura cumpliéndose así la maniobra política urdida por Roca y Pellegrini.

La situación política seguía complicada en el interior, y en la capital se sospechaba de una nueva conspiración de la oposición. Precisamente en Mendoza, José Néstor Lencinas, había iniciado un movimiento de copamiento electoralista que hizo que Pellegrini enviara tropas a ocupar la provincia y decretar el estado de sitio que luego se trasladó a otras provincias. En la capital, el 2 de abril la policía detiene a casi todo el elenco radical so pretexto de una conspiración. Se mostraron bombas que estarían en poder de los revolucionarios y un plan para asesinar a Mitre, Pellegrini y Roca. Según dicen, pocos creían en la veracidad de estos hechos. El estilo electoral del elenco gobernante, lamentablemente, se mantenía. Y lo que es lamentable también, la intransigencia de los radicales en no contribuir a la pacificación del país y al compromiso de respeto a la Constitución, lo que no resultaba justificable el accionar del oficialismo. Porque si unos no la respetaban al no dar comicios libres, los otros se pasaban conspirando para romper el orden constitucional sin entrar en negociaciones que permitiera una salida electoral sin vicios, sobre todo tomando en cuenta que el gobierno de Carlos Pellegrini había sacado del caos económico a la Nación y que el unicato de Juárez Celman había sido desarmado.

En los comicios del 10 de abril de 1892 triunfó la fórmula acuerdista de Luis Sáenz Peña-José Evaristo Uriburu sobre Bernardo de Irigoyen-Luis Garro, quienes obtuvieron solamente cinco votos en el colegio electoral.

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