lunes, 26 de enero de 2015

CARLOS ENRIQUE JOSÉ PELLEGRINI – Parte 7






También durante su gobierno se crearon la Escuela Superior de Comercio y el Museo Histórico Nacional y se iniciaron las obras de los jardines zoológico y botánico de Buenos Aires. Se rescataron grandes extensiones de tierra en poder de empresas ferroviarias que los concesionarios no habían efectuado los pagos pactados, marcando la presencia del Estado en defensa de derechos incumplidos. Tal vez por medidas como éstas a Pellegrini se lo calificó como proteccionista, pero lo cierto es que fue, al igual que Roca, un pragmático. El ex presidente decía: “cuando hace falta, el Estado debe meterse en la vida económica, y si no es indispensable no debe hacerlo. Así de sencillo”. Y así lo hacía Pellegrini.
Las medidas financieras que se habían implementado dieron, como consecuencia, superávit entre exportaciones e importaciones, pero la situación política no acababa de acomodarse.

Roca y Pellegrini habían tomado la conducción del PAN, eligiéndose al primero como presidente, éstos creían que Alem había perdido fuerza, pero no fue así y el tribuno se levantó con más ímpetu encendiendo a las multitudes con su oratoria florida pero muchas veces vacía de contenido.

Alem era un político sincero, honesto y capaz de llevar tras de sí legiones de adherentes deseosos de ver una Argentina que, en lo político, derrochara pureza democrática. Pero la realidad del país era otra: casi la mitad de la población era extranjera y gran parte de la que no lo era carecía de instrucción pública. Por eso Alem equivocó el camino al no aceptar la convocatoria del gobierno y no llegar a un acuerdo y haber aprovechado la circunstancia de que ya no estaba en el gobierno Juárez Celman y, en cambio, estaba Pellegrini con su gran capacidad para resolver el desbarajuste que había dejado el ex presidente cordobés. “En esto no transo, en esto soy radical”, habría dicho el caudillo cívico.

En enero de 1891 se realizó en Rosario una convención de la Unión Cívica, al estilo norteamericano, en donde se reunieron gran cantidad de dirigentes de todo el país. Se sancionó la Carta Orgánica del partido y se proclamó la fórmula Bartolomé Mitre-Bernardo de Irigoyen para el próximo período presidencial. Mitre se encontraba fuera del país y regresó en marzo de 1892, siendo recibido por una apoteótica multitud.

Roca sabía que Mitre era hombre de acuerdos, y aprovechando este perfil personal, le ofreció ser candidato del Partido Autonomista Nacional, sin necesidad de declinar su candidatura por la Unión Cívica, con el fin de evitar un enfrentamiento electoral que, al decir de Roca, si se produjera contribuiría a dividir aún más a los argentinos. Mitre aceptó inmediatamente y Roca, aprovechando la complacencia de don Bartolo, se animó a decirle que sería conveniente reemplazar a don Bernardo, teniendo en cuenta que éste era porteño y que la fórmula, para que fuera prenda de unión nacional, debería estar integrada por un provinciano: José Evaristo Uriburu, por ejemplo, que era salteño, un gran diplomático y muy apreciado en el interior.

Los Cívicos, en particular Alem, que era un candoroso político, recibió la noticia con una gran desazón y acusó a Mitre de acuerdista tan luego con Roca que era un ejemplo indeseable del régimen.

Pero Leandro Alem no cejaba en su intento de forjar una nueva política que fuera limpia, exenta de acuerdos y que el ejercicio del voto libre se constituyera en una realidad y el estandarte de la pureza cívica. Pellegrini, pese a los inconvenientes que le causaba una oposición tan férrea, apreciaba a Leandro. Alem se lanzó por el interior con una campaña promoviendo la nueva Unión Cívica Radical y al binomio Bernardo de Irigoyen-Juan M. Garro para la próxima campaña presidencial.
La intensa campaña desarrollada por el radicalismo obligó a la renuncia del presidente del PAN, Julio A. Roca, y a la declinación de la candidatura de Mitre. Ante el desconcierto que generaba la campaña radical, el presidente Pellegrini reunió en su casa a lo más granado del acuerdismo, representantes de partidos políticos: concurrieron Manuel Quintana, Bonifacio Lastra, Bartolomé Mitre, Julio Roca, José María Gutiérrez y, exentos de representación, el dueño de casa y Aristóbulo Del Valle. Mitre propuso la formación de una junta para lograr un nuevo acuerdo. Luego de pasado unos días Pellegrini propuso a la junta que se invitara a Bernardo de Irigoyen y a Hipólito Yrigoyen en forma personal. Pellegrini quería integrar al radicalismo al acuerdo.



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