Ahora
Pellegrini y Roca se enfrentaban ante el problema que significaba la posible
inoperancia del presidente Luis Sáenz Peña, que siendo magistrado de la Corte
Suprema de Justicia, hombre recto y de claros conceptos de la justicia, no
tenía ninguna experiencia en el ejercicio de gobierno alguno, y menos asumir
los problemas políticos que se avecindarían, pero los dos eran conscientes que
tendrían que ayudar al presidente electo si las circunstancias se presentaran.
El 12 de octubre de 1892, al entregar el mando presidencial, Pellegrini se fue
caminando sin escolta y con toda dignidad desde la Casa Rosada hasta su
domicilio en Florida y Viamonte, entre los vivas a Alem, pero con gran valentía,
actitud que valoraron sus opositores. Paul Groussac, que también acompañó al
presidente dijo: “Sólo sentimos ladridos de la jauría en algún punto de este
mismo trayecto que dos años antes, cuando no había hecho nada aún, el jefe de
estado recorría como triunfador”.
Una vez más se presentaba el hecho que en lo económico la situación iba
mejorando notablemente, pero en lo político el gobierno de don Luis no daba pie
con bola.
Efectivamente la gestión del ministro de Hacienda, Juan José Romero y el
ministro argentino en Londres, Luis Domínguez, consiguieron mejorar
sustancialmente el acuerdo suscripto por Victorino de la Plaza, rebajando
considerablemente el pago anual a los acreedores de la Nación, y las deudas de
las provincias eran absorbidas por el Estado Nacional, las cuales no se
amortizarían hasta 1901 y no se pagarían comisiones.
Además, las crecientes exportaciones de cueros lanas y oleaginosas introdujo en
el mercado grandes cantidades de oro que los productores y comerciantes
gastaban en el mercado local, lo cual trajo como consecuencia el auge de la
economía y el crédito volvía lentamente a recuperarse. Pero, como decíamos, la
política era una bolsa de gatos.
Luego de varios cambios de ministros, Miguel Cané, a quien le habían
encomendado rehacer el gabinete no lograba conseguirlo proponiéndole al doctor
Luis Sáenz Peña que reuniera a Pellegrini, a Mitre y a Roca. La reunión se hizo
y el presidente no estaba acostumbrado a semejante ajetreo y, deprimido y
cansado, propuso renunciar. La reunión no se lograba encarrilar con algún plan
viable. Todos ponían reparos a las propuestas de otros, hasta que al final
Pellegrini, molesto dijo: “Si ustedes no pueden gobernar al menos dejen
gobernar al Dr. Sáenz Peña”. Y luego de un largo silencio propuso que se
llamara al doctor Aristóbulo Del Valle para que lograra la colaboración de
Alem.
El 4 de julio de 1893 Del Valle se hizo cargo del Ministerio del Interior y
consiguió la colaboración de algunos amigos para integrar el gabinete. Alem le
negó toda colaboración al gobierno y el 30 de julio se produjo un levantamiento
cívico en San Luis, Santa Fe y Buenos Aires. Yrigoyen partió para la ciudad de
Las Flores en donde sublevó a toda la zona central de la provincia, a partir de
la toma de las comisarías, para llegar el 4 de agosto a La Plata. Aquí se
instaló un gobierno revolucionario al que asumió el doctor Juan Carlos
Belgrano. Del Valle reconoció a Belgrano y a Candioti, como gobernadores
provisorios de Buenos Aires y Santa Fe, respectivamente. Peor solución para el
gobierno nacional no podría haberse logrado. Era el reconocimiento de la
violencia y del triunfo radical.
Pellegrini, ausente por una dolencia física, llegó desde Rosario y fue detenido
por los revolucionarios, pero es liberado inmediatamente por orden del jefe
revolucionario y se dispuso a desatar el nudo, que Roca le achacaba con la
designación de Del Valle.
Inmediatamente se movilizó, habló con los legisladores para lograr la
intervención de las provincias sediciosas, previo convencimiento del presidente
y de los mitristas para que se deshicieran de Del Valle, quien no había podido
convencer a Yrigoyen de llegar a un diálogo, y por otra parte, había colaborado
con los revolucionarios reconociéndolos gobernadores provisorios. Pellegrini
había actuado con acierto y con sorpresa, demostrando que en todos los ámbitos
en que se ocupara es prenda de éxito.
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