Así
Carlos Pellegrini subía un peldaño más en su carrera política y no merecía
llegar como representante del nuevo régimen político impuesto por el fraude.
Roca se había equivocado de medio a medio con la candidatura de Miguel Juárez
Celman; por de pronto a él se lo había hecho a un lado y todos los aliados del
presidente trataban de evitarlo.
Las situaciones provinciales, en el período de Roca, se habían manejado con
astucia y con prudencia tratando de evitar situaciones conflictivas. En cambio
su sucesor, se encargó de crear un conflicto en Tucumán –provincia que había
votado en contra de Juárez Celman–, que terminó con el derrocamiento del
gobernador Posse. Luego siguió con Córdoba en contra del gobernador Ambrosio
Olmos, a quien le armó un juicio político en complicidad con la legislatura
afín al presidente y a su hermano Marcos, al que quería instalar en la
gobernación consiguiéndolo posteriormente. Tiburcio Benegas era gobernador de
Mendoza, también amigo de Roca, en donde ocurrió un hecho en el que tuvo
participación Pellegrini. Rufino Ortega, un incondicional de Juárez Celman, le
armó una revolución al gobernador obligándolo a renunciar. Como Pellegrini
estaba a cargo del Poder Ejecutivo por ausencia del presidente de vacaciones,
enfrentó firmemente a algunos ministros nacionales y envió un comisionado con
la orden de reponer al gobernador Benegas. Al poco tiempo, el gobernador
repuesto tuvo que renunciar por las presiones que tuvo de la legislatura, que
estaba dominada por el revolucionario Ortega.
Félix Luna en “Soy Roca” dice: “El sistema de Juárez Celman era un Unicato que
enrarecía la atmósfera civil y hacía retroceder veinte años nuestras costumbres
políticas. Y a medida que aumentaban las transgresiones, aparecía la verdadera
naturaleza del marido de Elisa Funes (hermana de la esposa de Roca): soberbio,
implacable con los que no le servían incondicionalmente, sordo a las
sugestiones que no fueran las que quería escuchar, encerrado en un grupo de
íntimos, no todos desestimables pero todos comprometidos en una actitud de
repugnante adulación”. Esta descripción de la personalidad de Juárez Celman era
el fiel espejo de lo que fue su gobierno. A todos engañó la buena gestión que
había realizado en la provincia de Córdoba.
Al propio concuñado, general Roca, lo había dejado mal parado al jugarse por el
actual presidente. El ex presidente no tardó en darse cuenta que Juárez Celman
no era el personaje que conocía. Pellegrini que veía impávido, desde el Senado,
como se sucedían los acontecimientos, entre errores en el plano económico y
como consecuencia en el político, o a la inversa, presentía que los personajes muy
comprometidos con la oposición tramarían alguna acción para la toma del poder y
permanecía con la menor exposición pública posible. Juárez Celman creía que con
la máquina montada por Roca en su gobierno, él sería el beneficiario de todos
los actos positivos de una concepción de gobierno basada en el modernismo y en
la terminación de proyectos que estaban en carpeta, que tuvieron una ejecución
meteórica como la inmigración, la capitalización de Buenos Aires, la promoción
educativa, ferrocarriles, la ocupación territorial y fijación de fronteras y el
consecuente aumento de la producción agrícola con la llegada de capitales de
inversión de riesgo, tal como lo había pronosticado Carlos Pellegrini, entre
otros, después de su viaje a Europa.
Pero el adelanto que se había producido requería la continuidad con políticas
de estado coherentes con el modelo iniciado en 1880. Sin embargo, el
despilfarro de los dineros públicos y el afán de lujo que impuso al gobierno
Juárez Celman, que se trasladó también a las provincias estaban cambiando la
economía. En 1887 Pellegrini le escribía a Roca donde le decía: “Un economista
extranjero acostumbrado a estudiar aquellas plazas donde las oscilaciones son
pequeñas y sujetas a cuatro reglas fijas, traído aquí se le quemarían los
libros y nos declararía locos o tontos”.
Nuevamente en 1889 Pellegrini viajó a Europa para buscar apoyo financiero en
Londres y París para hacer frente al caos económico que se avecindaba. A fines
de ese mismo año retorna a Buenos Aires sin obtener resultados positivos en
general. De todos modos, dice la Fundación Pellegrini5: “Entre otros hizo
amistad con Edmond Rothschild y con el presidente Carnot. La Reina Regente de
España le hizo Caballero de la Gran Cruz de la Real Orden de Isabel la Católica
y el gobierno de Francia le hizo Oficial de la Legión de Honor”. Pero cuando
las condecoraciones abundan, el interés financiero por el país escasea, sobre
todo por el seguimiento que en Europa se hacía de la economía argentina, en
quien los inversores europeos tenían la mirada fija.
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