Era
tal la soberbia que hacía gala el gobierno nacional que le imposibilitaba
apreciar el descontento popular, y no percibir la revolución cívico-militar que
se estaba pergeñando.
Los opositores que estaban tramando la revolución, necesitaban de dos o tres
actos cívicos para que palparan el sentimiento popular de oposición al gobierno
nacional, para largarse a la patriada.
El 24 de julio de 1889 un grupo de jóvenes que se querían diferenciar de la
juventud incondicional del presidente, formaron un club político en cuya acta
constitutiva y declaración de principios establecían: “cooperar al
restablecimiento de las prácticas constitucionales en el país y combatir el
orden de cosas existentes”. Entre los presentes se encontraban: Luis María
Drago, Enrique Rodríguez Larreta (h), Marcelo T. De Alvear, Angel Gallardo,
Augusto Marcó del Pont, Octavio Pico, Luis Mitre y Rómulo Naón.
El unicato respondía con un banquete de incondicionales para adherir al
presidente, y el 1º de setiembre de 1889, el primer gran toque de atención para
el gobierno; se instalaba una oposición orgánica con el gran acto del jardín
Florida, ubicado en Florida entre Córdoba y Paraguay, en el que se constituye
la Unión Cívica de la Juventud y del que participaron Leandro Alem, Luis Sáenz
Peña, Aristóbulo Del Valle, Pedro Goyena y Lucio Vicente López.
El 2 de febrero de 1890 se realizaron comicios de renovación parlamentaria al
que no concurrieron mayor cantidad de votantes, y la prueba elocuente fue que
estuvieron los atrios vacíos. Las renuncias ministeriales se sucedían y el
gobierno tambaleaba sin rumbo. Parecía que los ministros no querían quedar
pegados a tan ineficiente gobierno.
Y al fin llegó el gran acto realizado en el frontón Buenos Aires al que
concurrieron más de diez mil personas, en cuyo transcurso se darían las
autoridades de la Unión Cívica; hablaron Bartolomé Mitre, Francisco
Barroetaveña, Leandro Alem, Aristóbulo Del Valle, José Manuel Estrada, Lucio V.
López, Rufino Varela y Pedro Goyena. Se designó presidente al doctor Leandro N.
Alem quien se manifestó pronunciando “unas pocas palabras”. Alem comienza su
discurso diciendo: “Se me ha nombrado presidente de la Unión Cívica y podéis
estar seguros que no he de omitir fatigas, ni esfuerzos, ni sacrificios ni
responsabilidades de ningún género para responder a la patriótica misión que se
me ha confiado”.
La conspiración civil comandada por Leandro Alem estaba en marcha y el cuartel
de operaciones era el estudio de los doctores Del Valle y Demaría. Los civiles
que intervinieron en el movimiento junto a éstos, entre otros, eran Hipólito
Yrigoyen, Juan José Romero, Lucio V. López y Miguel Goyena, y los militares
necesariamente complotados para tener posibilidades ciertas de éxito: el
general Manuel J. Campos, el coronel Julio Figueroa, el general Viejobueno, los
coroneles Julio Figueroa y Martín Yrigoyen, hermano de Hipólito, y el
comandante Joaquín Montaña. Hugo Ezequiel Lezama, en su libro “Balcarce 50”
narra: “Cuando el comité revolucionario decide elegir presidente de la
República del nuevo gobierno que surgirá con la revolución, todos votan por
Leandro Alem, menos Campos y Figueroa, que lo hacen por Mitre”. Sin embargo
Caldas Villar dice que Aristóbulo Del Valle elige a Vicente Fidel López,
a lo que se opone Alem. Finalmente se resolvió que el presidente sería Leandro
Alem y vicepresidente Mariano Demaría.
El 17 de julio se realiza una reunión en casa del capitán Sumbland a la cual
asisten todos los jefes civiles y militares complotados, pero al día siguiente
es detenido el general Campos acusado de sedición y, entonces, al quedarse sin
el jefe militar cunde la desesperación en los civiles y obliga a demorar el
estallido.
Se atribuye a Roca y Pellegrini un plan conducente a permitir que el movimiento
estallara, pero debilitarlo de tal manera que socavara el poder de Juárez
Celman y que la solución se diera con la asunción del vicepresidente al cargo
de titular del Poder Ejecutivo. Para esas gestiones Roca se pintaba solo y puso
en marcha una “zorrería” para que Alem no se encumbrara, y sí se mantuviera el
modelo instalado en el 80, en la persona del vicepresidente Pellegrini.
Narra Félix Luna, en “Soy Roca”, el cometido que el ex presidente se había
propuesto. El coronel Toscano, quien había sido compañero de armas de Roca, era
el jefe del regimiento en donde estaba preso el general Campos. Roca le expuso
al coronel sobre la situación institucional que se plantearía si la revolución
triunfara, con un grupo tan heterogéneo en el poder. Además, le pidió
autorización al jefe del regimiento para entrevistar al general sedicioso, a lo
que Toscano no se opuso. Roca logró convencer a Campos de mantener el orden
institucional con una salida de la crisis, con Mitre como prenda de unión
nacional, pero como la revolución no se podía parar, por el nivel que habían
tomado los acontecimientos, le instruyó sobre el plan que había preparado y que
consistía en que Toscano le permitiría que el regimiento fuera tomado y él –el
general Campos–, asumiría la conducción militar de la revolución. Así fue que
llegado el sábado 26 de julio varios regimientos habían salido de sus cuarteles
para levantarse en armas contra el gobierno constituido. Campos marchó al
Parque que había sido tomado y demoró por todos los medios el ataque final.
Esperó que de los distintos cantones fueran llegando y hace ejecutar por la
banda que lo acompañaba el Himno Nacional.
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