viernes, 23 de enero de 2015

CARLOS ENRIQUE JOSÉ PELLEGRINI – Parte 3



En 1872 fue elegido diputado de la Legislatura de Buenos Aires y en mayo de 1873 se incorporó a la Cámara de Diputados de la Nación. Cuando Mitre protagoniza el levantamiento en contra de Avellaneda se opuso y defendió el gobierno nacional.

En 1878 comienza a adquirir experiencia ejecutiva al ser nombrado ministro de Gobierno en la provincia de Buenos Aires. Previo al movimiento cívico-militar tejedorista, al alejarse Roca de la función de ministro de Guerra, es llamado por Avellaneda a ocupar la cartera vacante, en donde tuvo una actuación sobresaliente convenciendo a Avellaneda a trasladar la capital para salvar al gobierno del movimiento de Carlos Tejedor. Fue uno de los fundadores del Partido Autonomista Nacional en 1880 y apoyó la candidatura presidencial de Julio Argentino Roca.

En 1881 fue elegido senador nacional por la provincia de Buenos Aires y fiel a sus preferencias financieras y económicas en el plano ejecutivo y legislativo, presentó junto a Aristóbulo Del Valle, un proyecto de fundación del Banco de la República Argentina, el cual tendría a su cargo la emisión de moneda y sus billetes tendrían curso legal en todo el territorio de la República. La iniciativa no prosperó, pero quedó en la mente de Pellegrini la concreción futura de una entidad financiera de similares características.

En 1882 fundó el Jockey Club, siendo su primer presidente, y su multifacética actividad lo llevó a fundar el periódico Sud América en 1884, desde cuyas páginas siguió apoyando la gestión de Roca y promovió la candidatura de Miguel Juárez Celman.

Luego del viaje que hiciera a Europa en representación del gobierno nacional, que relatáramos antes para definir el perfil del personaje, el presidente Roca le ofreció el ministerio de Guerra que había dejado vacante Benjamín Victorica, cargo al cual accedió.


Un año antes de la finalización del mandato de Roca, ya el ambiente electoral estaba cambiando el ritmo de la ciudad de Buenos Aires y también en algunas de las más grandes ciudades del interior.

Dardo Rocha, que había concluido el gobierno bonaerense, fue proclamado candidato a presidente; también Antonio del Viso, senador nacional y ministro de Roca; don Bernardo de Irigoyen fue postulado por el Club del Pueblo con vistas a ocupar la primera magistratura. Todos vinculados al gobierno que terminaba, pero Roca quería asegurarse con su cuñado, Miguel Juárez Celman, ex gobernador de Córdoba, la continuidad de su influencia de gobierno, y se manifestó por su candidatura. En el teatro Colón se llevó a cabo un banquete en el que se lo proclamó. Sin embargo, Roca decía que la candidatura no había sido obra de él, porque Juárez Celman contaba con el apoyo de la mayoría de los gobernadores y que su nombramiento fue producto de esas adhesiones. Lo cierto es que a medida que se acercaba la elección piloto de febrero de 1886, comenzaron las deserciones: la de Dardo Rocha porque no lo seguía nadie y don Bernardo porque era lo suficientemente experimentado como para no darse cuenta que no tendría el aval de Roca. De tal modo que los partidos adversarios al juarismo, reunidos en “Partidos Unidos”, hicieron un acto en el que Mariano Varela leyó un discurso de Sarmiento fustigando a Roca y a Juárez Celman y proclamando la candidatura de Manuel Ocampo.
Si bien las elecciones que se habían realizado –dice Caldas Villar–, “... no coincidía con las condiciones imprescindibles para exteriorizar la verdad electoral y había sido motivo de preocupación de varios hombres públicos, la violencia y la trapizonda burda no se había utilizado como sistema para ganar los comicios a lo largo de la breve historia política argentina vivida hasta el año 1886”.

Las elecciones presidenciales del 11 de abril de 1886 fueron un calco de las de febrero de ese mismo año en cuanto a violencia y fraude. Como resultado de los comicios los colegios electorales eligieron a la fórmula Juárez Celman-Pellegrini, como nuevos mandatarios para el período presidencial 1886-1892, sobre los candidatos de los partidos unidos, que a juzgar por el resultado de los colegios electorales, aparecían más desunidos que antes, puesto que se repartieron los votos de la minoría entre Manuel Ocampo, Bartolomé Mitre y Bernardo de Irigoyen.

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