Carlos
Pellegrini nació en Buenos Aires el 11 de octubre de 1846, hijo de Carlos
Enrique Pellegrini, de Chambery del departamento de Saboya, en Francia, cercano
a Les Charmettes, donde residió Rousseau, y de María Bevans Bright, inglesa.
De la página de internet “Fundación Pellegrini” extraemos este perfil de su
juventud: “Como estudiante, Carlos Pellegrini solía aventajar a sus compañeros,
aún sin proponérselo. Su tía, Ana Bevans, quien fue su primera maestra, y su
padre, quien influyó decididamente en su educación, se empeñaron en enseñarle a
pensar con claridad y a expresarse con brevedad geométrica. Cuando tuvo la edad
suficiente, ingresó al Colegio Nacional de Buenos Aires. Como todos los jóvenes
de su época, sus intereses intelectuales no eran los autores románticos tan
populares en la generación anterior sino aquellos más fuertes y ejecutivos que
se ocupaban de los asuntos públicos”.
”Ya a los dieciséis años su trabajo escolar “Ruina de las Misiones sobre la
expulsión de los Jesuitas de las Misiones del Paraguay” denota su pensamiento
objetivo y realista. De entre sus compañeros de colegio, se destaca la amistad
que tuvo con Ignacio Pirovano, la que duró toda su vida”.
”Terminados sus estudios secundarios, ingresó a la Facultad de Derecho de la
Universidad de Buenos Aires, cuando era rector Juan María Gutiérrez. Para ser
admitido en la Facultad presentó un trabajo titulado “Disertación sobre
Instrucción Pública, principalmente con respecto a las necesidades en la
República Argentina”.
En 1865, como todos lo jóvenes estudiosos y patriotas de la época, se incorporó
como voluntario en el ejército para combatir en la guerra de la Triple Alianza,
como ayudante del capitán Enciso, ascendiendo luego con el grado de teniente.
Terminó para él la guerra al contraer una enfermedad que lo llevó nuevamente a
Buenos Aires. Retomó sus estudios universitarios que finalizarían en 1869 con
una tesis doctoral sobre “El Derecho Electoral”. En su tesis doctoral,
Pellegrini, deja sentado toda una doctrina filosófica sobre el derecho al voto
que tienen los ciudadanos; en su desarrollo decía que el voto se debía limitar
a los alfabetos, instando al Estado a introducir la instrucción primaria
obligatoria, cuya consecuencia sería el aumento del padrón electoral. No
coincide con el filósofo inglés, Stuar Mill que defendía el sufragio censitario
(para ejercer su capacidad electoral se obligaba a pagar los réditos de un
censo), porque, decía Pellegrini, eran los pobres quienes se beneficiaban con
las leyes. De acuerdo con la célebre frase de consideraciones sobre el gobierno
representativo, Mill sostenía que “La educación universal debe preceder al
sufragio universal”, lo cual estaría indicando una coincidencia de Pellegrini
con Mill. Obsérvese que se habla de derecho que el individuo tiene al voto y
nunca de obligación, como luego se establecería en la Argentina con la Ley
Sáenz Peña.
Nuestro personaje tiene un profundo sentido de la vida afectiva cuando dice:
“¡Cuán desgraciado debe ser el que nunca ha querido!”. Esto lo expresa después
de haber contraído matrimonio, el 25 de diciembre de 1871, con Carolina Lagos
García, de diecinueve años, hija de Juan Isidro Lagos y de Josefa García
Arguibel.
La preparación de Pellegrini y su personalidad participativa, interesada en los
asuntos públicos, indicaba que el único cauce de su vida sería la política y es
así que adhirió al alsinismo, es decir al Partido Autonomista.
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