¿Y económicamente?
Bueno, eso se traduce, naturalmente, en un aumento del número de ejemplares vendidos. En cuanto a los derechos por la película, le voy a decir una cosa muy divertida que le probará mi incurable ingenuidad. Es feo dar cifras, pero usted me hace la pregunta y yo le contesto. Por Blow Up ese genio de las finanzas modernas que es Carlo Ponti me ofreció, y yo acepté, 4.000 dólares; ellos ganaron 25 millones con la película. Eso no tiene ninguna importancia. El resultado es que Antonioni hizo una admirable película y él se dio el gusto: eso cuenta mucho más que 4.000 dólares.
Y usted se dio el gusto
de verla.
Sí, claro. Y verla así, como un espectador cualquiera; estaba en Amsterdam, un
día de lluvia, estrenaban Blow Up, pagué mi entrada y
la vi. Me gustó mucho.
¿Cuántos idiomas
habla, Cortázar?
Bueno, aparte del español, hablo el francés y, con dificultades por falta de
práctica continua, el inglés. Es un idioma que me gusta mucho, pero como voy
poco a Londres, y no voy nunca, por fundados motivos, a Estados Unidos, tengo
pocas posibilidades de practicar el inglés en París.
Pero ha estado en Estados
Unidos.
Estuve una sola vez, en el año 60, trabajando en uno de estos organismos de las
Naciones Unidas: me ofrecieron un contrato de revisor de traducciones en
Washington, en un congreso de quince días; entonces fui por las Naciones
Unidas, estuve en Washington y con el dinero que gané en esos quince días me
fui a Nueva York y me los gasté en otros quince días. Fue muy divertido, porque
cuando volví a París saqué la cuenta y ese viaje me había salido un dólar. Fue
una experiencia muy hermosa para mí, porque Nueva York me exaltó y aplastó al
mismo tiempo, me pareció (estos son lugares comunes, porque creo que todos los
latinoamericanos sienten más o menos lo mismo) una ciudad absolutamente
inhumana para nuestro temperamento, pero en la que hay cosas extraordinarias
para ver y para conocer. De modo que había una ambivalencia continua de
sentimientos. Se puede ser muy desdichado y feliz, al mismo tiempo, en esa
ciudad. Lo que sé es que cuando el avión despegó para llevarme de vuelta a
Francia, yo pedí cuatro whiskies seguidos. Tenía una sensación de felicidad
infinita. Sí, tenía la sensación de escaparme de algo que no era para mí. Yo no
podría nunca vivir en Nueva York.
¿Y se toma whiskies
cuando se va de Buenos Aires, en el avión?
No, jamás. Bueno, tomo los whiskies que me ofrece la aeromoza, que tienen esa
manera de ofrecer absolutamente irresistible. Tomo cualquier cosa que me den,
pero no tengo ninguna razón para tomar whisky; en cambio, cuando me marché de
Nueva York sí necesitaba festejar que volvía a un lugar en el que me siento
mejor.
Cuando se va de Buenos
Aires, ¿siente tristeza de dejar su país? ¿Quisiera quedarse? ¿Cómo se siente
Cortázar cuando se va de su ciudad?
Cuando me voy de Buenos Aires, y no me preocupa en absoluto que alguien pueda
pensar que estoy mintiendo, no siento que me voy de Buenos Aires, no tengo
nunca la sensación de irme de Buenos Aires, porque apenas llego a París entro
en una órbita de vida en la que Buenos Aires está cotidianamente presente;
sobre todo en estos últimos años. Cuando digo Buenos Aires estoy diciendo la
Argentina y América latina. Para eso trato, en la medida de lo posible, de
identificarme con toda nuestra América latina. En estos últimos años, el
trabajo que un grupo de gente intenta realizar en París (entre otras cosas, por
ejemplo, la defensa de los prisioneros políticos) hace que aquello siga siendo
Buenos Aires en cierta medida. Yo recibo llamadas telefónicas que son de
porteños, seguimos hablando nuestro idioma y leyendo los diarios de aquí.
Cortázar, en este
momento se me acaba de ocurrir una pregunta, hablando de los presos políticos.
¿Qué se hace por los presos políticos que puede haber en Cuba?
Bueno, en primer lugar habría que tener información más precisa sobre los
presos políticos que puede haber en Cuba, y por qué siguen presos. La
información que yo he tenido siempre es que los presos políticos de la Isla
están purgando una pena que les fue impuesta por un tribunal. Es decir, que es
gente, algunos de los sobrevivientes del ataque de Playa Girón, que puede estar
presa por ese motivo y tendrá que purgar una condena de equis años. Yo no
conozco casos de presos políticos que no hayan sido juzgados en Cuba.
En este momento, si
hay alguna reacción contra el sistema cubano dentro de Cuba, ¿no se llevan presa
a la gente, no se la arresta? ¿Hay libertad de expresión? ¿Podríamos hablar
como en la Argentina, en este momento, de Paco Urondo sin mayores temores que
los propios miedos internos?
Bueno, piense en eso que se llamó el "caso Padilla". Las modalidades
que se aplicaron en ese caso a mí me parecen criticables, esa llamada
autocrítica que hizo Padilla me pareció una cosa inútilmente espectacular y,
además, repetía modelos que no me son simpáticos, como los soviéticos. Pero es
evidente que Padilla tuvo el pleno derecho de hacer su autocrítica, de
contestar a las preguntas y de responder a cualquier tipo de interpretación que
se hiciera en el curso de aquella reunión en la Sociedad de Escritores. Tras lo
cual Padilla se reintegró a su vida ordinaria; no sé si sabe que tiene un
puesto de traductor en el ministerio y trabaja como cualquier otro cubano. Por
eso es que cuando en Europa los firmantes de aquella triste y lamentable
segunda carta a Fidel Castro aludían a procesos en Moscú y al stalinismo, se
equivocaban tristemente. Porque los procesos en Moscú terminaban habitualmente
con una bala en la nuca del acusado, y Padilla termina con un empleo de
traductor en el ministerio. Tengo la impresión de que hay alguna diferencia.
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