Salgamos de la
política, y de los escritores. Con los pintores, ¿cómo andamos? ¿Cuáles son sus
preferencias, de acuerdo con los plásticos argentinos que están en el
candelero, como suele decirse? Los nombres que suenan, los nombres que
repercuten. ¿Tienen trascendencia en París estos pintores?
Sí, usted sabe bien que hay una serie de pintores argentinos que tienen prestigio, no sólo en el país sino en todos los grandes centros europeos y en USA. Supongo que no hay por qué repetirlo: gente como Macció, como Julio Le Parc, como Torres Agüero. Toda esa gente es muy conocida y estimada. Lo que sucede es que la proliferación de pintores latinoamericanos ha confundido un poco a los europeos. No distinguen demasiado bien, me parece a mí, entre un pintor peruano y un argentino o mexicano.
¿No distinguen tan
bien como en el caso político?
No, por la sencilla razón de que pocas pinturas, relativamente pocas, expresan
claramente un contenido ideológico. Cada vez con más frecuencia lo vamos a ir
viendo. Es el caso de muchas de las pinturas de Seguí, y muchas de las cosas
que ha dicho o hecho Julio Le Parc. Pero el conocimiento es menos definido que
en el caso de la literatura. Es cierto que hay signos de cansancio en Europa.
No es el cansancio que lleva a decir a algunos que Europa está muerta y
liquidada, pero hay una madurez que se traduce a veces en una pintura o en una
literatura excesivamente reflexiva o excesivamente hecha de recapitulaciones
culturales. En cambio, llegan los latinoamericanos con una pintura fresca,
llena a veces de ataques contra todo un sistema de valores, y eso al europeo lo
sorprende y lo admira profundamente. Yo me he fijado cómo asisten ellos a las
bienales de pintura sudamericana que se organizan de vez en cuando. El francés
se interesa mucho por eso. Nota que hay algo que es diferente. Pero no incide
demasiado la nacionalidad de los pintores.
Debido a Los Beatles,
que se fueron a la India y encontraron sonidos nuevos para su sorprendente
expresión musical popular, pude oír también que en los europeos hay una
búsqueda de sonidos autóctonos latinoamericanos: se usa la quena, se usa el
charango... ¿Usted pudo apreciar algo allá?
Sí, lo de la quena es algo muy divertido, porque su sonido se escucha cuando
uno se pasea por las calles de París. Ya sea que provenga de un altoparlante,
de la radio, de un disco o de uno de esos aparatos de los cafés: hay un sonido
a quenas por todos lados. Además, en la noche, en las boîtes, en los cafés, en
los lugares donde hay pequeños conjuntos, siempre hay alguien que está tocando
quena o charango.
Y usted, ¿toca la
trompeta?
Sí, para gran desesperación de mis vecinos. Yo la tengo como procedimiento
higiénico. Cuando estoy muy cansado, fatigado, por haber escrito o leído mucho,
tocar un rato la trompeta es un ejercicio respiratorio formidable. El problema
de la trompeta es que es un instrumento implacable porque exige una preparación
previa de los labios y eso se consigue tocando bastante seguido unos cuantos
días. O sea que, en el momento en que yo empiezo a sentirme un poco satisfecho,
o me voy de viaje o no puedo tocar durante un mes; entonces, cuando vuelvo, es
una calamidad. Pero me divierto mucho.
¿Vio la película El Perseguidor, que se hizo sobre un cuento suyo?
Sí, la vi en un festival europeo. En esa película me gustó mucho la banda
sonora. Entonces yo no sabía que el que tocaba era el Gato Barbieri, porque el Gato no tenía en aquel
momento la justa fama que consiguió después. Yo sabía que había dos hermanos
Barbieri, que uno había hecho los temas y el otro, los había tocado, pero no
los conocía. Cuando vi la película, la música me impresionó, porque yo me estaba
temiendo que se hiciese un simple pastiche de Charlie Parker. Puesto que el
personaje, en alguna medida, encarnaba a Charlie Parker, los Barbieri tuvieron
la extraordinaria habilidad y la honestidad de hacer una música muy original y
que, al mismo tiempo, tenía un estilo. Era un homenaje, pero no un pastiche.
¿Cuántas películas
basadas en sus cuentos se han filmado ya?
Yo me olvido fácilmente. Manuel Antín filmó tres películas de las que yo
conozco dos. Hay una,Circe, que
no vi nunca. Bueno, luego los mexicanos filmaron un mediometraje basado en el
libro El ídolo de las Cícladas, que vi en París.
Creo que la película no tuvo éxito, no se la vio más. Los mediometrajes son de
difícil ubicación en las salas, me parece. Era, tal vez, una película sin
intenciones comerciales. Luego, usted sabe, está Blow Up.
¿Qué significa para un
escritor como Julio Cortázar, que filmen una película como Blow Up? ¿Tiene repercusión
económica satisfactoria, trasciende como promoción para la venta de sus libros?
En el caso de Blow Up la repercusión de tipo
económico yo la advertí únicamente en USA, porque la película de Antonioni tuvo
un enorme éxito, despertó gran interés e hizo que la gente empezara a leer mis
cuentos. Ahora los leen mucho más allá.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario