viernes, 4 de julio de 2014

Armas durante la época virreinal – Parte 2



Pero, producida la derrota de los ingleses, y rendidos sus jefes y hechas prisioneras sus unidades militares, nuestros hombres capturaron un excelente botín de guerra, lo cual dio origen a que en el virreinato, los criollos, y fundamentalmente la Legión de Patricios, pudieran contar con las primeras armas de fuego realmente efectivas.  Entre las capturadas, se encuentra nuestro primer fusil de uso militar en mano de unidades formadas por hijos del país.  Este es el fusil de chispa Brown-Bess.  Aquí conviene aclarar el error popular que hace que a esta arma se la denomine “Tower”, porque en su platina derecha se hallan grabadas una corona y la palabra Tower.  Pero aquí radica el error de la denominación, porque en Inglaterra todas las armas militares eran propiedad del rey, de ahí la corona, e ingresaban al arsenal real, que era la Torre de Londres, cualesquiera fueran su marca o el origen de su fabricación.

Este fusil Brown-Bess tuvo para nosotros el inconveniente de que no poseíamos el elemento más importante que necesitaba su sistema de fuego, y que consistía en una piedra que se colocaba en lo que hoy se llamaría “percutor”, que se denomina pedernal.

Esta dificultad subsistió a través del tiempo, y es la que, alcanzada nuestra libertad, y en las luchas empeñadas para consolidarla, hace decir a Belgrano en Tucumán, en documento dirigido al Primer Triunvirato, que los fusiles allí fabricados se le doblaban al primer disparo y además, carecían de su elemento más valioso, el pedernal, sin el cual estas armas eran prácticamente inservibles, reclamando a Buenos Aires su pronto envío.
En resumen, el arma más importante que pudimos utilizar, y con la cual enfrentamos a los bien pertrechados y disciplinados soldados invasores, fue el coraje.  El coraje hizo que ofreciéramos resistencia a sus modernas armas, pues el 95% de los “riflemen” utilizaban el “Baker”, modernísimo rifle para la época, puesto que era de ánima rayada.
Pocas eran las armas de combate que poseíamos en la época del virreinato, y ello se debía a que los españoles no les interesaba mucho que las poseyéramos.
El almirante Destéfani, al referirse a este tema en su obra ya citada, contabiliza, en la época posterior a la primera invasión inglesa y los preparativos para la Defensa, sólo “3.661 fusiles entre los españoles y los tomados a los ingleses”.

Saavedra, que pasa a ser el comandante de la Legión de Patricios, criollos veteranos de las invasiones, es el receptor para su unidad, de la potencia de fuego que nos habían dejado los ingleses, decidiendo por ello a nuestro favor la Revolución de Mayo.

Para corroborar la escasez de armas existente, basta con tomar en cuenta el bando militar número 2, firmado por Cornelio Saavedra, Mariano Moreno, y todos los integrantes de la Primera Junta el 28 de mayo de 1810, en el que, para poder armar a los nuevos regimientos criollos, se manda requisar a todos los vecinos propietarios de armas, sean éstas blancas o de fuego.  Como la mayoría de aquéllas se encontraban en manos de españoles, por pertenecer las mismas al Rey, la Junta ordena y manda que todo particular que tenga uno o más fusiles, pistolas, sables o espadas, los entregue a la Comandancia de Armas, dentro de un muy perentorio plazo de cuatro días, pasados los cuales se castigaría a quienes así no lo hicieran.  También ofrece una gratificación del orden de cuatro pesos por fusil, dos por pistola y uno por arma blanca, sea ésta sable o espada.

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