martes, 8 de abril de 2014

"Hipólito Yrigoyen ante la condición humana" – Parte 6



VI
Pero conjuntamente con ese espiritualismo, el nacionalismo de Yrigoyen tiene estructura contractualista. Esto es, la Nación Argentina se asienta en una Asociación, que emana de una conciencia colectiva en torno a los valores que expresa la Constitución Nacional, estructura jurídica que instituye el Estado Nación republicano, democrático y federal, y que tienen sus fuentes en las ideas de Libertad, Igualdad y Solidaridad. La Idea de Nación es dinámica, un proyecto en continuo movimiento, una realización cívica de origen popular, emancipadora y soberana, reparadora y al propio tiempo revolucionaria. 
De ahí la importancia del sufragismo, de la voluntad general expresada a través del comicio limpio de carácter universal. La Nación es entones construcción y manifestación popular, y una vez que el pueblo se pronuncia, “la Nación ha dejado de ser gobernada, para gobernarse a si misma” (Mensaje de Apertura del Congreso de la Nación, del 16 de mayo de 1919; DHY, pag185).

Así ocurre que la Nación, para ser tal, debe responder a esos principios fundantes. Pero, alega Yrigoyen, habían sido olvidados y degradados por muchos años por los Gobiernos del Régimen (una suerte de oligarquía patrimonialista, una plutocracia) a los que atribuía los mayores males de una Nación que había que reparar en sus propios fundamentos. Las que constituyen la nacionalidad son, pues aquellas tradiciones, concebidas no como unas esencias permanentes, sino como un puente flexible que nos une con el pasado, pero que por sobre él, nos vincula con un proyecto de futuro, en función de un destino universal. Así lo que nos hace argentinos, es nuestra participación directa en la conformación y la confirmación de la soberanía política, nuestra calidad de ciudadanos y nuestra conciencia cívica. 

No sería tanto la lengua común, ni la religión, ni la etnia lo que fundamenta la nacionalidad, ni aun el mismo territorio en que habitamos. Todos esos elementos conforman algo así como un humus, una savia impulsora, importante pero no excluyente, desde donde surgen los valores éticos y sociales de una conciencia colectiva: confluyen, en suma, en la democracia, igualitaria y vital, auténtica y veraz, y su movilización dinámica tras objetivos justicieros.

De tal modo que la soberanía interna sacraliza a los individuos en su ciudadanía. Sin ella, no se explica la soberanía externa. Y es precisamente en ese plano, donde se percibe con mayor claridad el sentido de lo nacional que registra Yrigoyen.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario