lunes, 7 de abril de 2014

"Hipólito Yrigoyen ante la condición humana" – Parte 5





V
Las Ideas de Nación, de Patria y de Pueblo, palabras y conceptos que invoca reiteradamente en sus escritos, tienen particulares connotaciones en el pensamiento y en la acción política de Yrigoyen. Su léxico ha sido motivo de apreciaciones generalmente peyorativas, vinculadas a su construcción muchas veces basada en neologismos, a un presunto significado oscuro. Todavía no ha sido trabajado un estudio más penetrante, objetivo y abarcador, siendo, como lo es el lenguaje irigoyeneano, de ricas y creativas posibilidades interpretativas.

Yrigoyen era un hombre político, no un académico de la filosofía, aunque había ejercido la cátedra en el Colegio Normal de Buenos Aires por casi diez años. Sin embargo, pocas veces en la historia se encuentra una conjugación tan trascendente y armoniosa entre teoría política, conducta ética existencial, y praxis en la vida pública.

Por lo cual, los textos yrigoyeneanos deben ser interpretados no sólo en sí mismos, sino en su activa concreción política, en la práctica de jefe revolucionario, fundador y conductor de un partido político y de un movimiento popular, y como ejecutor de una profunda transformación democrática y modernizadora en la vida Argentina desde la Presidencia de la República.

El pensamiento de Irigoyen tiene una primera raíz axial en las concepciones emancipadoras de Mayo, y por lo tanto, en las concepciones de liberalismo racionalista y emancipador de la Revolución Francesa y, secundariamente, en las ideas de la Soberanía popular de la Escolástica Española de Francisco Suárez, del Siglo XVI, que formó parte de la argumentación de los patriotas independentistas en los debates originales del 22 de mayo de 1810. Tengo para mí, que aquella recurrencia a la tradición escolástica tenía carácter retórico circunstancial, porque respondía a una eficiencia argumentadora y a una táctica: la de usar elementos ideológicos en una discusión que el adversario no puede sino admitir, porque los comparte. En ese mismo orden, son notables las influencias en los textos yrigoyeneanos, de Esteban Echeverría y por su medio, del nacionalismo romántico de Giácomo Manzini.

El segundo eje notable en el pensamiento de Yrigoyen está conformado por el racionalismo armónico del Krausismo y sus epígonos de socialismo liberal de España y Bélgica, al que ya hicimos referencia. El Krausismo es en sí mismo una suerte de sincretismo ecléctico, con algunas connotaciones muy originales: encontramos allí fuentes kantianas y rasgos del espiritualismo de la Naturaleza de Schelling.
Y un tercer eje, lateral y parcialmente incidente, está referido al solidarismo social y otras corrientes radicales y social demócratas de la llamada “edad de oro” de la III República Francesa. Estas influencias en el pensamiento de Yrigoyen, especialmente notables en el Derecho del Trabajo y en la política educativa, a través de figuras como L. Bourgeois, Philippe Berthelot y Charles Guide, han sido aun poco estudiadas, pero en su momento fueron reconocidas por los legisladores radicales en 1922 y en 1928. Cabe agregar, finalmente, que en los tres ejes señalados, está presente la Francmasonería, a la que Yrigoyen perteneció.
En el marco de las concepciones filosóficas, el término compuesto “identidad nacional” no es utilizado por Yrigoyen. Alguna vez usó la expresión “nativa solidaridad nacional”, al referirse al movimiento que implicaba la Unión Cívica Radical, “una solemne y vasta connotación rimada por definiciones siempre armónicas, comprendida por el sentimiento argentino como el más impositivo mandato patriótico de su nativa solidaridad nacional” como afirma en el Mensaje de Apertura del Congreso Nacional, el 16 de mayo de 1919 (DHY, Pág.185). Esa caracterización ontológica del espíritu nacional está en el trasfondo de su concepto de Nación, de Patria y de Pueblo, a los que recurre sin mayores distinciones.

Es cierto que las tres palabras conforman la trilogía conceptual básica del pensamiento político, puntos centrales en torno a los que gira la evolución y transformación de la ciencia política; pero Yrigoyen les da connotaciones imprevistas, una sinceridad y grandeza que hasta entonces no habían sido expresadas por el positivismo imperante en las clases dirigentes del Régimen.

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